Por Gabriela Pérez
Día importante. De haber tenido una casa con jardín habríamos puesto un huerto. Metafóricamente el huerto donde plantamos lo que éramos tú y yo; el mismo donde sembramos la robusta semilla de nuestro amor, fue una tierra fértil y fecunda. Hace mucho más de un año que ese huerto no se ha regado, ergo, no crece la yerbabuena; el romero, la ruda y el perejil también se han secado.
Sería fantástico, Gabriela, que yo estuviese equivocado. Que hoy, como ayer, no hubiese nada urgente, que fuera un buen día y que evitásemos los, dos la nueva costumbre de pasar de largo. Podríamos entones ir ambos por la vida sin necesitar de cumplidos, llamando a las cosas por su nombre, cobrando en especie, riendo al sentirnos bien tratados, caminar riendo, riendo mucho, meándonos de la risa vaya. Bailando… , -yo porque tú no bailas- y tarareando, tú a viva voz, y yo en educado silencio; partes de ópera o canciones de Serrat o Sabina.
No lo hacemos.
No sólo no cantamos, ni bailamos no reímos. Nos alejamos cada hora un poco más.
No estamos de acuerdo, y, sería un detalle, Gabriela, que coincidiésemos, que te dejaras convencer, que fueses mía por un tiempo; que te comportases de la manera en la que yo siempre imaginé. Eso, mi hermosa gatita, sería un síntoma de urbanidad, una vía para transformar de a poco, este infierno en mi propio paraíso terrenal. Sería fantástico que estuvieras en mí como en tu casa; segura, cómoda, con la seguridad de que puedes andar distraída y confiada con la certeza de que no corres peligro, lo sería, sí, pero no lo es para ti ni para mí. En este punto soy yo quien no aguanta más. No hay retorno, tenemos que hacerlo, sin tu voz estoy perdido en la tierra del silencio. Me queda claro que no hablo desde ni falta de experiencia, he leído, mucho, y concluyo que el amor no es osado.
Por hoy, la platica ha terminado, te amo como siempre. ¡Ah! Feliz cumpleaños.

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