Una de las mentes más lúcidas, crítica acérrima a la política de su país, Premio Príncipe de Asturias 2003, Susan Sontag nació el 16 de enero de 1933 en Nueva York y murió el 28 de diciembre de 2004, también en Nueva York, víctima de leucemia.

Aquí reunimos sólo pequeños fragmentos de su pensamiento, como una suerte de modesto homenaje.
Estados Unidos
El 11 de septiembre de 2001, ante los ataques a las Torres Gemelas, Sontag publicó en The New Yorker un artículo en el que no dejaba ninguna duda de su postura con respecto al gobierno de George Bush:
“Desprecio y temo a este gobierno. El problema no es que exista censura indirecta. El problema es que se tiene sólo un partido político, el Republicano. Los demócratas están debilitados. No existen. Hay un acuerdo entre ambos partidos, porque aunque los demócratas pretendan una imagen más sofisticada, no fomentan el debate sobre los temas realmente importantes. No hay discusión sobre la pena de muerte, los impuestos, el medio ambiente. Así que la voz de mucha gente no está políticamente representada. Como no hay el debate político que había en la década de los setenta, la gente no va a votar. Hay que saber que a este gobierno lo eligió el 20% del electorado, porque el margen fue muy estrecho y hubo abstención del 60%”.
También escribió que los atentados del 11 de septiembre de 2001 no habían sido «cobardes», como los calificó Bush, sino un «acto llevado a cabo como consecuencia de las alianzas y acciones específicas de Estados Unidos».
Cuando se dieron a conocer las torturas en la prisión iraquí de Abu Grahib, la autora de La enfermedad y sus metáforas dijo:
«En Estados Unidos evitamos la palabra tortura, decimos abusos, humillaciones, pero la palabra justa es tortura».
En noviembre de 2002, la autora de En América, dijo en entrevista al periodista Domenico Chiappe: «Siempre me ha dado un poco de vergüenza pertenecer a una nación tan fuerte. Creo que por eso me gusta sentirme extranjera”.

La fotografía
«Las fotos brutales exigen una brutalidad previa que es necesario conocer. Con la que es necesario encararse. Una sociedad democrática debe someterse a ese tipo de ejercicios. Si no se convierte, en cierto sentido, en una sociedad cómplice de la brutalidad».
(Texto tomado de La necesidad de la imagen: entrevista con Susan Sontag, de Arcadi Espada publicada en Letras Libres).
El periodismo
«Todo en el siglo veinte ha sido un arma de doble filo. También el periodismo. Es verdad que nos ha permitido saber de los otros, de sus tragedias y de sus necesidades. Pero también ha contribuido a una globalización cultural y moral que en buena parte está asentada sobre premisas falsas. El periodismo ha llenado nuestra vida de imágenes falsas. Es verdad: tenemos una idea de lo que pasa en el mundo como nunca nadie la tuvo antes. Pero a veces esa idea es demasiado nominal. Y se mezcla con la propaganda. Ya ve usted que voy de un extremo a otro. De un filo a otro. Aunque quizá lo peor de esta propaganda diseminada por el periodismo sea este mensaje: «Esto es lo que hay en el mundo, ahora ya lo conoces, pero poco puedes hacer para cambiarlo». Esta impotencia. Este aviso de que el conocimiento de las cosas no se transforma en una energía para cambiarlas. La posibilidad, incluso, de que tanto y tan variado conocimiento llegue a aturdirnos y a reforzar la impresión de que el cambio es más complejo de lo que es en realidad. Porque luego es cierto que observadas las cosas de cerca, una a una, no parecen tan complejas».
(Texto tomado de La necesidad de la imagen: entrevista con Susan Sontag, de Arcadi Espada publicada en Letras Libres).

Sobre el amor
En su diario, que llevaba puntualmente desde los 14 años de edad, la autora de El amante del volcán escribió: «¿Cuánto hay de narcisismo en la homosexualidad?”. Para entonces, ya había escrito sobre Harriett Somhmers Zwerling, con quien inició una relación amorosa a los dieciséis años y con la cual viviría en 1957, en París. En los diarios también menciona una relación posterior con la dramaturga María Irene Fornes. En abril de 1949 escribió que «nada sino humillación y degradación» sentía si pensaba «en relaciones físicas con un hombre”. Y unos meses más tarde, en septiembre de ese mismo año, reconocía que, tratándose de mujeres, hallaba «mayor satisfacción física en ser ‘pasiva’, aunque emocionalmente», era sin duda «el tipo amante, no el amado”. Y añadía: «Dios mío, ¡qué absurdo es todo esto!».
«Mi madre no fue en ningún sentido una persona proclive a la confidencia. En particular, evitaba hasta donde le era posible, sin negarla, toda referencia a su homosexualidad o todo reconocimiento de su propia ambición. Así que mi decisión sin duda viola su intimidad”.
Escribió el periodista David Rieff, único hijo de Sontag, en el prólogo de Renacida. Diarios tempranos, 1947-1964.
Aunque ninguna de las dos lo aceptó públicamente, Susan Sontag y la fotógrafa (también Premio Príncipe de Asturias) Annie Leibovitz tuvieron una significativa relación que se prolongó hasta la muerte de la primera. Leibovitz llevó un registro fotográfico de los últimos momentos de Sontag, lo que para algunos resultó, por decir lo menos, polémico.

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