Por Celia Gómez Ramos
A quemarropa
IV.
Todo es más simple de lo que parece, la mayoría de las veces.
Los impulsos son más fuertes y urgentes, que todo aquello que hemos querido dejar atrás con la educación y con la idea simple de vivir en sociedad. Lo correcto y lo incorrecto.
Cuando llegó a casa y ella no estaba -sólo la criatura llorando-, de golpe se le vino encima toda esa tristeza que había observado en su mujer durante el embarazo. Supo de forma inminente que ella estaba bien, que no la volvería a ver y que ahí terminaba la historia. Nunca le preguntó el porqué de su desánimo, asumió –con fundamentalismo puro- que sería lo natural del embarazo.
Sabía que se engañaba, pero de inmediato se dio a la tarea de elaborarse un discurso, no quiso creer que su compañera hubiera podido abandonar a su bebé –el de ambos.
Parecía que se hubiese desvanecido, así que comenzó la búsqueda desesperada, como si algo terrible le hubiese pasado.
A veces la gente se siente farsante, por desconfiar de sí misma y no llenar las expectativas de creencia de los otros. A veces desaparece, y eso no tiene nada que ver con las desapariciones en nuestro México, tiene que ver con no soportar lo que vive, con no soportar lo que viene.
La naturaleza nació desconfiada. El bebé pareció sonreír con un gesto de otro mundo, algunos lo llamarían, demente.

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