«Me obsesioné con el tema de Svetlana, de su historia, de su exilio. Sobre todo porque mi exilio y el de mis padres fue algo parecido».
A Svetlana Allilúyeva siempre la persiguió la sombra de su padre, Yósif Stalin. A tal punto que las circunstancias de su exilio estuvieron marcadas por esa persecución. La familia de Monika Zgustova huyó del régimen comunista en Praga, en los años setenta. Por eso a la escritora y periodista le atrajo la historia de Svetlana y después de una ardua investigación escribió Las rosas de Stalin, basada en la vida de esta singular mujer.
«Esto me parecía un tema fascinante, ¿cómo será ella?, ¿tendrá también una mentalidad de dictadora o todo lo contrario?, ¿llevará una carga pesada de ser la hija de su padre o será capaz de deshacerse de ella? Todo eso me parecía absolutamente interesante, fascinante, y me adentré con muchas ganas».
Lo que averiguó Zgustova acerca de la hija de Stalin la hizo interesarse aún más (si es que eso era posible) en su personaje:
«Ella, tanto por estadística y por libros de historia sabía perfectamente quién era su padre, pero al mismo tiempo ella tenía también sus vivencias personales, con personas a las cuales su padre había convertido en víctimas de su régimen. Y Svetlana tenía algunos recuerdos gratos de su padre, del cariño del padre, de que la llamaba mi pequeño ruiseñor».
Son estas contradicciones, y su historia de amor con un hombre hindú, que es lo que la motiva a salir de la Unión Soviética, lo que la autora quiso narrar sobre la hija de uno de los hombres más poderosos y temidos del mundo.
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