Historias de crueldad: Impotencia
Por Celia Gómez Ramos
Las manos supuran de necesidad. Arden de ganas. Círculo irreversible ya que se han llagado y secretado líquidos, pues el impedimento es tocar. No hay más. ¿Cómo, en las peores condiciones? ¿Cómo tocar con dolor, con la carne hinchada, grumosa, con ganas de explotar o en explosión permanente? Primero fue el deseo, eso nadie lo duda. Pero, ¿después?
…Ante todo lo que veía, lo que la rebasaba, su cuerpo se iba deformando. Era una expulsión de los demonios o crear un espacio para continuar con vida y seguir mirando. Incapacitado (el cuerpo, ese que nos sujeta a la existencia) para hacer algo, para movilizarse; se iba en desprecio y en castigo, carcomiendo.
Recordó aquella ocasión que observó muy fijamente, cómo primero se hinchaba la piel de una muerta en el horno crematorio, salían sus flujos…, para después, comenzar a comprimirse, retorcerse…, y crujir.
