En su libro La mujer que escribió Frankenstein, la escritora argentina Esther Cross narra que Mary Shelley conservó el corazón de su marido, Percy B. Shelley, desde 1822, cuando él falleció ahogado en el mar, hasta 1851, cuando ella dio su último suspiro, se cree que por un tumor cerebral.
El corazón de Percy está enterrado con el cuerpo de Mary, al que acompañan también rizos de sus tres de sus hijos muertos de bebés.
Parece que la fascinación por la muerte le vino a Mary Wollstonecraft Godwin de pequeña: su madre, la célebre (aunque mucho después de su muerte) autora de La vindicación de los derechos de la mujer, falleció apenas 10 días después de que nació la pequeña Mary, y ella quedó al cuidado de su padre, William Godwin, filósofo y político que algunos años después le presentaría al poeta Romántico Percy B. Shelley.
Mary vivió en la época en que los médicos y sus estudiantes tenían que “hacerse” de cuerpos para estudiar anatomía a como diera lugar, y muchas veces esto sucedía por medio de la profanación de tumbas y el robo de cadáveres. Si la joven presenció alguno de estos actos o se lo contaron no se sabe, lo que importa es que se convirtieron en la materia prima para la novela que la consagró para siempre, Frankenstein, el moderno Prometeo, publicado por primera vez en 1818 cuando Mary tenía 20 años.
Tuvo un aborto y tres de sus hijos murieron de bebés -sólo uno, Percy Florence Shelley, sobrevivió hasta la edad adulta-; ella y Percy se mudaban constantemente para evitar a sus acreedores y finalmente en 1822, el poeta, que amaba viajar, se ahogó en el mar en Italia.
El maratón de lectura que organiza la Feria Internacional del Libro de Guadalajara para celebrar el Día Internacional del Libro, este 23 de abril, estará dedicado a la obra por la que el mundo entero recuerda a Mary, Frankenstein o el moderno Prometeo.