Por Gabriela Pérez
Realmente pensé que debía escribirte. Decidí no seleccionar a lo que considero interesante de lo que me aburre y me asquea … Aquí estoy entonces, sin mascara, sin vergüenza de mi actitud infantil.
Vamos a un solo ritmo, y desde luego no sabes, no imaginas, pero por decir la verdad te diría simplemente que no hay punto de apoyo, no hay una explicación para mi estado, pero es. Me despierto muchas veces con la imagen de nosotros en un cálido abrazo, cálido como el mensaje que te envié, ¿lo recuerdas?
No te das cuenta, pero tus manos me conocen bien, me hacen disfrutar incluso en la distancia y la ausencia. Los nuevos sabores están viajando hasta mí, los deposito en mi cuerpo, son una de las partes profundas que siempre te acerca y me haces ser tan fuerte como me siento ahora.
Creo que la fuerza se parece a un pequeño animal, tratando de ir a dos lugares diferentes, uno blanco y otro negro, inundado en ansias de difundir el tiempo. No son lugares geográficos son lugares emocionales, que quieren un espacio para extenderse, para crecer, para pensar, para conocer otras personas, otros sueños y deseos. Es un animal similar a la miel, sin embargo, es también feliz.
Me pregunto si yaces ahora con tu gata lamiéndote la cara, o simplemente vagas por las calles con el bolsillo lleno de analgésicos y un maxilar inflamado. Camino junto al cementerio que todas las noches luce como un estacionamiento cerrado. Tengo que cruzar la calle esquivando conos, letreros, máquinas y el ojo lascivo de los trabajadores; hace un tiempo que la ciudad completa parece estar en reconstrucción. El escenario es tan surrealista como la idea de que alguien que sobrevivió a su infancia en una escuela de legionarios, pudiera morir por un raquetazo de squash.
Luego de siete calles llego por fin al auto, Stuck in the middle with you suena en el radio que enciendo después de abrocharme el cinturón. La imagen ficticia del púrpura cubriéndote la boca es sustituida entonces por la de Mr. Blonde bailando… Recuerdo entonces la navaja en tu baño y pienso que es hora de disculparme por mi juego rudo.
Sonrío cuando me doy cuenta de mis ganas de bailar.
Deja una respuesta