Por Irma Gallo
Nota:
Mónica Maristain publicó El hijo de Mr. Playa en 2012. Esta entrevista se escribió originalmente para SinEmbargo.mx
En la inmensidad del ciberespacio, ella, argentina en México; él, chileno en España, coincidieron. La pasión de ella, la que la guía en todo momento, tanto en el oficio como en la vida, la llevó a encontrarse con él, uno de los más deslumbrantes escritores de las últimas décadas en las letras de habla hispana: Roberto Bolaño.
En su casa de Peralvillo, acompañada de dos perrazos tan grandes como cariñosos, a los que adora, así cuenta Mónica Maristain esa obsesión que le llevó a encontrarse con Roberto Bolaño, y la amistad que los unió por el resto de la breve vida de él:
«Vine a México después de un divorcio muy doloroso, de muchos años de haber estado con mi marido. Las separaciones siempre son como una pequeña muerte; yo doy fe de eso. Martin Amis dice que las separaciones son algo que uno tiene que hacer pero no quiere hacer.
Y durante todo el tiempo de mi juventud, de mi amor por el hombre de mi vida, mi novela había sido Rayuela. Mi ex marido me decía Manu muchas veces, por el personaje de Rayuela. Entonces, sin quererlo, supongo que pensé cuál va a ser la novela de mi adultez. Y una amiga mía un día me dice: «Toma, lee esto. Creo que te va a gustar».
Y entonces empecé a leer la novela y me morí. Fue Los detectives salvajes. Que quienes leen a Bolaño casi todos coinciden en el cuaderno de bitácora empezar por Los detectives salvajes, como su gran novela.
Y cuando empecé a trabajar en Playboy tuve la suerte de que el primer editor fuera una persona muy culta, con la que coincidimos en muchas cosas, y me dijo: «Qué lindo sería tener un cuento de Bolaño». Yo era la subeditora en ese momento, y claro, cualquier cosa que me planteaban para mí era un desafío. Siempre es así en el periodismo para mí.
Entonces, fue a través de Santiago Gamboa…
Llamé a Santiago a Italia; le dije: «Quiero contactar con Roberto Bolaño». Y me dice, «bueno mira: lo voy a llamar, le voy a decir si tú lo puedes llamar y luego te digo». Efectivamente Roberto dijo: «que me llame».
Entonces lo llamé. Me acuerdo porque fue muy lindo: «Ah, Moni, de Playboy«. Él tenía una voz atiplada, muy dulce, y me dijo: «bueno, déjame ver», y esto y el otro.
Y a partir de ahí empezamos a hacer una correspondencia muy nutrida, muy graciosa. Supongo que cuando dos sudamericanos se encuentran así en el mundo hay muchos códigos de relación, maneras de hacer bromas, la ironía. Nosotros manejamos mucho la ironía. En México te tienes que cuidar mucho porque son todos muy sentiditos… Hicimos click en seguida».
De esa singular amistad da fe la propia Mónica en el libro El hijo de Míster Playa. Una semblanza de Roberto Bolaño (Almadía, 2012), con las cartas que el autor de 2666 le escribía desde Blanes, una pequeña ciudad de la provincia de Gerona, en Cataluña:
Pequeña Maristain:
Es muy tarde, ya no puedo escribir cartas, sólo cuentos, buenas noches, mañana te escribo, que duermas bien, que tengas hermosos sueños, pero que tampoco sean tan hermosos como para hacerte llorar, buenas noches.
Bolaño.
La última entrevista
Lo del cuento nunca se concretó. Bolaño se reía y le decía a Maristain que Playboy México nunca le iba a pagar su cuento. Pero, en cambio, le hizo otra propuesta:
«Nos contábamos un poco de la vida, que mi mamá estaba enferma… me terminó contando de su enfermedad; yo lo regañaba y así. Hasta que un día él me dice: «¿por qué no me haces una entrevista de esas frívolas y provocadoras que tú haces?»
Tal es así que cuando conocí a Vila-Matas, al poco tiempo de muerto Roberto, me mandó un correo diciéndome: «adoro tu entrevista porque además es una de las pocas entrevistas que Roberto se avino a contestar en serio». Y luego él me la pidió para que estuviera en La Tercera, de Chile.
Y la verdad es que fue una entrevista rara porque fueron 100 preguntas hechas casi en trance. Me acuerdo que estaba escuchando música y me aislé de la redacción y empecé a hacer las preguntas y algo… No soy mística, ni mágica, ni nada de eso, ni esotérica… Todo lo contrario, pero algo, no se, una voz interior me las dictaba porque eran preguntas absurdas; por ejemplo, si tenía una patineta.
Y a las dos horas llegaron todas las repuestas a todas las preguntas. Todas las preguntas que parecían absurdas tenían su respuesta».
Aunque Mónica Maristain llegó a dudar que algún día su entrevista se fuera a publicar, apareció en Playboy México ese mismo año.
«Total que el destino quiso se publicara en julio del 2003, en el mes que Roberto murió inesperadamente».
Con preguntas como: ¿Qué cosas lo hacen reír a mandíbula batiente?; ¿qué cosas le hacen llorar?; ¿por qué no tiene aire acondicionado en su estudio?; ¿qué es la patria para usted? O ¿el mundo tiene remedio?, esa entrevista se convirtió en la última que dio Bolaño, y por ello, en un referente sobre el escritor, que críticos, lectores, detractores, y hasta sus hijos, reconocen como tal.
Después de su publicación en la revista, se incluyó en el libro Entre paréntesis (Anagrama), Roberto Bolaño: The last interview And other conversations (Melville House), Bolaño por sí mismo: entrevistas escogidas (Ed. Universidad Diego Portales), y La última entrevista a Roberto Bolaño y otras charlas con grandes escritores (Axial, 2010).
«La última entrevista», dice Maristain, «precisamente por Bolaño, no por mí, se ha convertido en referencia porque él ha hablado de todo. Entonces, incluso su gente más querida, como su propio hijo, en la única entrevista que otorgó su hijo adolescente decía: «bueno, mi padre ya lo dijo en la última entrevista: que su patria éramos sus hijos».
-¿Qué es la patria para usted?
-Lamento darte una respuesta más bien cursi. Mi única patria son mis dos hijos, Lautaro y Alexandra.
Mónica Maristain, La última entrevista a Roberto Bolaño y otras charlas con grandes escritores. Axial, 2010.
La última entrevista, así como el documental La batalla futura, son definitivamente el germen de El hijo de Míster Playa.
Los que están y los que no en El hijo de Míster Playa
Mónica Maristain traza la ruta de los años de Roberto Bolaño en México (en donde vivió en los setenta, cuando era un joven rebelde, inquieto y con el germen del enorme talento que desarrollaría después, y a donde nunca más regresó), a través de quienes lo conocieron en esa época:
-¿Qué tan difícil fue seleccionar entre todas estas voces? Sobre todo por esta animadversión que existe de pronto entre algunos escritores contemporáneos a Bolaño.
«Yo, la verdad que también, en este punto de mi carrera, no hago mucho esfuerzo. Es más, yo quisiera llegar, si llego a vieja, a hacer las cosas cada vez que me pesen menos, digamos. No se porqué los seres humanos siempre nos ponemos esa carga de que todo sea muy pesado, muy complicado.
La verdad es que una vez le escribí a Juan (Villoro); le dije: «Juan, tenemos que hacer una nota, no se qué»… «uy», dice, «pero estoy cansado de hablar de Bolaño». Y nunca más le escribí. Y tengo una muy buena relación con él, lo veo seguido y todo… A Sergio González también le escribí; me dijo: «no, lo que pasa es que yo de Bolaño no hablo». Nunca forcé absolutamente nada.
Y las opiniones en torno a cierta animadversión que tú planteas, más o menos las vertí en el libro. Dije, bueno, acá está Skármeta, que siempre se mostró (y se muestra) muy hostil con Bolaño. Cuando él decía «hay que leer a Junot Díaz, en lugar de a Bolaño»; la suerte quiso que yo me encontrara con Junot y le planteara eso, entonces todas esas cosas están en el libro.
No siento que haya alguna persona que haya tenido que estar. Si algo lamento es que no haya estado Carolina López, su viuda. Por eso el libro siento que le falta una pata porque es una mujer que lo acompañó durante muchísimos años; la madre de sus hijos, la heredera de su obra; creo que tiene muchas cosas para decir.
Supongo que esa pata se va a compensar con cierto rumor que hay en torno a que ella estaría escribiendo un libro. Así que supongo que esa parte la tendremos a través de la voz de Carolina».
La última mujer
Sin embargo, Maristain sí incluye la entrevista que le hizo a Carmen Pérez de Vega, a quien Bolaño presentaba a los amigos como su novia; la última mujer. Incluso, así se llama un capítulo del libro.
-¿Es por eso que Carolina (López, la viuda) no quiso darte una entrevista?
«Sí. Es por eso. Al punto tal que yo no se qué va a pasar con el libro, digamos, en ese aspecto porque Almadía obviamente está haciendo todas las gestiones para que salga en España, para que salga en inglés, para que salga en Estados Unidos, para que salga en Inglaterra, para que salga en Francia. Por el interés que despierta Roberto, tenemos posibilidades y queremos además que salga en Brasil».
«Hay un capítulo que se llama precisamente La última mujer, y ella (Carolina) ha estado mandando cartas intimidatorias, no de demanda, a La Tercera de Chile, a algunos periodistas que han hablado de Carmen, diciendo exactamente que ella es la última mujer, que no hay otra última mujer. Entonces yo tengo la leve intuición de que algo se enteró de ese capítulo. Yo le escribí a Carolina, a ella nunca la conocí pero ella me citaba con mucha cordialidad y mucha amistad en las entrevistas. Decía «cuando Mónica Maristain le hizo la última entrevista»…
Esas primeras muestras de simpatía hicieron pensar a Mónica Maristain que la viuda de Bolaño le daría una entrevista.
«Pero cuando viajé a España y se inauguró la calle Roberto Bolaño y no vino Carolina porque iba Carmen, entendí más o menos la situación. Lo hablé con Ignacio Echevarría, fui todo lo prudente como para que todas las entrevistas, sobre todo las de Carmen, las de Ignacio, fueran transcritas, incluso quitándole un poco de lucimiento al libro, dejé pregunta-respuesta para que fueran exactas, para no interpretarlas, para no cargar las tintas.
Siento que Carolina ha ido virando conforme pasaron los años. Ella ha ido virando un poco a este papel que cumple María Kodama en la obra de Borges. Por ejemplo, en la carta intimidatoria que mandó a Ricardo House (director de el documental La batalla futura), habla de que ella es la encargada de cuidar la imagen de Roberto. El que sabe algo de Bolaño y de su obra, sabe que jamás hubiera estado preocupado por algo como la imagen.
Por otro lado, creo que murió muy poco consciente de todo lo que iba a generar su obra, y en realidad sólo estaba preocupado porque a sus hijos no les faltara qué comer cuando él muriera, y así fue. No compartía la vida con ella desde hace seis, siete años, como para estar pensando: «no, mi imagen, cuídala». Para nada.
Pero yo trato de ponerme en los zapatos de ella, porque cuando tú pierdes al padre de tus hijos, te quedas sola, y de pronto se te viene una obra de las características de Bolaño, con el interés que despierta y va creciendo, bueno no se qué le pasa a la gente. Ella es dueña de la obra del escritor más importante en lengua española de los últimos tiempos, lejos.
Y no siento que la figura de Bolaño se haya quedado en lo que se quedó; seguirá creciendo, y va a ser muy difícil, no lo veremos nosotros, que aparezca una persona de la misma talla que lo reemplace.
Probablemente si hubiera seguido vivo sería nuestro candidato al Nobel, nuestro candidato a muchos premios importantes; hubiera ganado el Cervantes, hubiera ganado el Príncipe de Asturias.
Pero siendo la gran figura literaria que es, en manos de una persona que no conoce de literatura, que no conoce el ambiente, que todo le merecerá sospechas, pensará que todos querrán hacerse ricos con su marido, no se… Es que es muy difícil ponerse en la cabeza, en el corazón de alguien».
-En el libro también hay una entrevista con Jorge Herralde, que fue editor de Bolaño en Anagrama, en la que te dice: «no se qué pasó con Carolina»; tú le preguntas si le duele, y él responde que sí.
«Sí. Creo que una de las características de Bolaño, al contrario de otros escritores, es que era un tipo muy querido por la gente que lo conoció. Y ojalá el libro trasmita eso.
Hace pocas semanas me encontré con (Jaume) Vallcorba (editor de Acantilado) y se le llenaban los ojos de lágrimas. Me dijo: «lo he querido mucho».
Y en general creo que en honor a ese cariño, a esa amistad, Fresán, Ignacio, la misma Carmen… Carmen es una persona muy discreta y está muy enojada conmigo porque he sacado su entrevista. En realidad ella tenía la esperanza de que yo le mostrara lo escrito. Lo que pasa es que yo, al ver el grado de importancia que tiene el testimonio, para mí es uno de los puntos más importantes del libro, no renuncié a lo que soy, a una periodista…»
-No estuviste dispuesta a negociar…
«No. De ninguna manera. Creo que cuando alguien se sienta conmigo, con grabadora de por medio, sabe a lo que se aviene. Probablemente yo en algún momento le habré dicho: «sí, te mando lo escrito», pero no es algo que los periodistas hagamos, salvo que nos lo hagan firmar por sangre. De todos modos, es una persona que yo vi tres o cuatro veces, a la que estimo, pero no es mi amiga íntima, no siento que haya traicionado absolutamente nada, pero por supuesto tiene todo el derecho a enojarse. Me mandó un correo diciendo que el libro carecía de calidad. Está muy enojada porque ella cuenta cuando él empieza a vomitar sangre, cree que eso es feo. Pero bueno, es mi libro. No es el libro de ella. Para mí es un testimonio de vida importantísimo que no estoy dispuesta a negociar.
Hoy, por ejemplo, me llamó César Silva (escritor nacido en Ciudad Juárez en 1974, radicado en Xalapa) para decirme que yo le digo «la ciudad» de Sonora, y es el estado de Sonora. Supongo que en una revisión eso lo vamos a corregir, porque estoy dispuesta a corregir las imprecisiones. Pero no estoy dispuesta a cambiar una sola coma del libro. Es decir, censurarme no, para nada».
Lucha de gigantes
La parte del libro que provocó el enojo de Carmen Pérez de Vega es en donde ésta, la novia, la última mujer de Bolaño, cuenta como fueron sus últimas horas: él, escuchando música; luego, vomitando sangre; ella, manejando a toda velocidad hacia el hospital.
-Este capítulo de la muerte, en que Carmen narra que la última canción que escuchó Bolaño fue Lucha de gigantes, de Nacha Pop, es muy entrañable…
«Sí. Es un testimonio impresionante de alguien que funciona un poco como médium para contar ese último día feroz.
Él no pensaba morirse, nadie pensaba que se iba a morir… Yo frecuentemente le contaba del caso de Raphael, de Camilo Sesto, gente que ha vivido, y que tiene una sobre vida muy importante; de hecho, todavía sigue dando conciertos Raphael y hace seis años ya que tiene un trasplante de hígado. Y encima con un trasplante de hígado producto de su alcoholismo y de no cuidarse, y no se; en Bolaño el problema era congénito, entonces era más candidato a un trasplante y todo, pero bueno, no pudo ser».
-Tuvo que ver con el único vicio que tenía, y que nunca se quitó, que fue el del cigarro
«Sí, eso lo hizo retrasar en la lista de trasplantados, pero digamos que lo cuenta un poco el médico (Víctor García Blasco, hepatólogo) en una entrevista… A mí me hubiera gustado mucho encontrar al médico pero no pude. En estas circunstancias en las que uno hace una investigación, el tema del dinero y el tema del tiempo es muy importante. Entonces uno no tiene todo el dinero como para decir: «bueno, a ver, me voy a Barcelona, me quedo en la puerta hasta que encuentre al médico, lo convenzo». Después, también hay muchos personajes que están como amenazados por Carolina que no pueden hablar…
Ahora lo que está haciendo Carolina con algunas publicaciones como Granta en español o una revista suiza que me entrevistaron y la entrevista no salió publicada, es que a cambio de esa censura, digamos, entrega manuscritos de Roberto».
Los infrarrealistas, y una gran amistad: Mario Santiago Papasquiaro
En una entrevista que María Teresa Cárdenas y Erwin Díaz le hicieron a Bolaño para El Mercurio, de Chile (citada por Mónica Maristain en El hijo de Mister Playa), el escritor cuenta cómo fue que Mario Santiago y él fundaron el Infrarrealismo:
«Éramos por entonces bastante irresponsables y nuestra línea teórica bastante incoherente».
Le pregunto, entonces, a Mónica: ¿Qué quedó del Bolaño de los infrarrealistas en el último Bolaño?
«Yo creo que nada. Absolutamente nada. Aunque bueno, supongo que por eso también pereceré en la hoguera, pero lo siento.
Creo que los infrarrealistas viven un poco el fenómeno de Edna Lieberman en Cartas a mi fantasma: se quedan fijados a un hecho de la juventud y creen que eso va a dar para el resto de la vida.
Claro, hay personas como Ignacio Echevarría, que es un gran crítico, una persona con la que yo suelo coincidir y escucha, y él dice que sí, que hay una herencia de los infrarrealistas en Bolaño. Pero yo no siento que eso sea así, porque si tú llevas la situación a tu propia adolescencia, a tu propia juventud, cuántas personas, cuántas cosas que te pasaron pensabas que iban a ser para siempre.
De hecho, Bolaño cuando escribe Los detectives salvajes, pone al infrarrealismo en un lugar, pero yo creo que todo su territorio, incluido Edna Lieberman, incluida Lisa Thompson, la mujer de su vida, digamos, es un territorio fantástico del ensueño.
Y Bolaño pudo escribir todo ese sentimiento. Trae un poco toda esa reconciliación de una existencia con todo el tiempo que tiene, es decir, es un tipo que desde mi punto de vista vivió para contarlo».
Un personaje sin duda central en la vida de Bolaño fue Mario Santiago Papasquiaro. Sin embargo, sus hijos casi no lo recuerdan, según mencionas en el libro…
«Sí, estuve con sus hijos ahora en Oaxaca. Son unos seres adorables que han tenido la desgracia enorme de perder a su madre a los 44 años por una neumonía extraña, que va al médico, no le encuentran qué, y se muere, jovencísima, a la edad, de hecho, que murió también Mario Santiago. Entonces ahora ellos están como muy dispuestos a rescatar su obra, y están siendo sometidos a muchísimas presiones por parte de los infrarrealistas, que se creen dueños de esta experiencia de Mario Santiago.
Hay un libro que, desde mi punto de vista es genial, de Luis Felipe Fabre, que se llama Arte basura (Almadía, 2012).
Y es curioso porque el interés del libro de Mario Santiago, publicado por Almadía a instancias de Juan Villoro, era necesario que fuera hecho por alguien ajeno al infrarrealismo. Precisamente porque hay mucha basura en la obra de Mario, que era un grafómano, es decir, era un tipo que escribía, escribía, escribía, en las servilletas, en el florero, en la pared.
Al no entrar México en la modernidad, como dice Fabre, toda la poesía estaba muy bien construida, muy bien escrita, y faltó esa poesía de la sangre, poesía de la basura, esa poesía del odio, del aullido, como Allen Ginsberg. Y en ese sentido Mario Santiago es como nuestro beatnik. Es el tipo que caminó las calles como una verdadera rata de ciudad, y se metió a las alcantarillas, y ahí hizo poesía.
Y la figura de Mario, en el imaginario de Roberto… creo que todos tuvimos un amigo así, que se animó a saltar un poquito más al precipicio, y eso nos pasa mucho. Conocemos a personas que nos plantean desafíos: yo voy hasta ahí, y que el otro sigue, aún a riesgo de su vida».
Una dulce condena
-¿Todavía hay textos de Bolaño en poder de Carolina que no conocemos?
«No puedo hablar de esto porque en realidad los que más conocen son Herralde e Ignacio. Obviamente Carolina se quedó con manuscritos que conforme va creciendo la figura de Roberto tienen el valor del fetichismo. Y si sabemos que a las grandes figuras les corresponde una gran cuota de fetichistas que querrán desde su calcetín hasta su último cepillo de dientes. Entonces, en ese contexto, supongo que tienen ese valor.
En términos de obra, yo sólo puedo hacerme eco de lo que dice Ignacio Echevarría, lo que dice Herralde, que no hay.
Ahora, es cierto que salió la novela Los sinsabores del verdadero policía y es una gran obra. Tiene la frescura de Roberto y se deja leer muy bien, pero también es cierto que no transforma el corpus, su corpus literario, que es vasto, que es grande. Yo no estaría ansiosa por leer otra novela de Bolaño. No necesito otro libro de Bolaño. Ya tengo muchos libros de él, me parece, como lectora».
-¿Dentro de 20, 15, 30 años se seguirá hablando de Roberto Bolaño?
«Sí. Estoy segura de eso. Ojalá pueda verlo yo, estar viva todavía, pero sí, creo que sí. Creo que la obra de Roberto es inconmensurable, que ha sido un genio literario como pocos; haber podido compartir algo de su luz es un privilegio. Aunque a veces me doy vuelta y pienso: «me pasó a mí». Y yo no soy tampoco muy fetichista, sigo a lo que voy: bueno ahora es Bolaño y ahora estoy en otra cosa… Pero me gusta pensar que he sido contemporánea de Bolaño, de los Red Hot Chilli Peppers, de Andrés Calamaro, de Luis Alberto Spinetta. De toda esa gente que me formó, que formó a tanta gente de mi generación, y seguirá formando.
La otra vez vi una nota que me hicieron en Oaxaca y dice, como al pasar, que estaba condenado a ser un clásico, y así titularon la nota… Bueno, eso hacemos los periodistas, pero cuando le toca a uno no le gusta.
Pero no se si es una condena… En todo caso, por citar a Calamaro, que es mi cantautor favorito de cabecera, él tiene una canción que se llama Dulce condena. Y pues entonces será una dulce condena en todo caso».