La palabra de Gabriela: Soñé que aborté dos veces y lloré una por no estar embarazada


 

Por Gabriela Pérez

Comenzaré por el camino más simple y habitual. También yo pongo al tiempo de mis sueños, a bailar al ritmo de las manecillas. No de cualquier reloj, del mío evidentemente.

Sabrán que en el momento en el que una persona está a punto de dormirse o de despertarse, es decir, es cuando se pueden experimentar las alucinaciones hipnagógicas. Para todos son visiones y distorsiones sonoras que afectan a la percepción de la realidad. Para mí es una realidad distinta.

Mi primer sueño de aborto fue cuando vivía con mi primer pareja. Vivíamos en casa de sus padres, pues yo a mis 18 años no podía aún pagarme una renta porque no tenía entonces el trabajo con el sueldo que me lo permitiese. Alejandro era empleado de confianza de la UNAM, pero también era un miembro de confianza en su familia, y tuve la suerte de ser acogida con la misma generosidad. Por supuesto nos cuidábamos, pero un día terminé embarazada. Amé a mi ginecóloga, de verme a mí en los inicios de mi licenciatura y de verlo a él que con 9 años más que yo era incapaz de hacerse responsable de él mismo; pues Marina decidió que era mejor para ese niño no nacer, y, para esta inconsciente, madurar. El tipo de trastorno mental que ocurre durante el estado de conciencia se conoce como «Hipnagogia», es decir, el estado que va de la vigilia al sueño y en el que lo que se percibe puede estar alterado por nuestra mente.

Psiquiatría de la UNAM se declaró incompetente para tratar mis “desmayos espontáneos” y me transfirieron al instituto de Psiquiatría. Ahí fue donde me atendió mi primer neurólogo, y donde comenzó mi fortuna al ser atendida por los mejores médicos. No eran desmayos, eran crisis distónicas, mis crisis no convulsivas de epilepsia.

La siguiente vez fue un poco más dramática. Seguía viviendo con Alejandro, pero con tal de que no me dejara, acepté su condición de tener una relación abierta. Me enamoré de mi consuelo, profesor de la Facultad, guapo y sensible, 25 años mayor que yo. Casado con una guapa editora con la que también tenía una relación abierta –parece que era moda en la época-, y él, como esposo solidario, la acompañó a ella a abortar el hijo del amante de la oficina. No quería tener un hijo fuera del matrimonio. Por muchos años, Segis fue el mejor amante que yo había tenido. Y otra vez, pese a los cuidados, un mes el periodo no llegó. Recurrí otra vez a Marina, acompañada esta vez de mi nuevo amante. La sorpresa llegó cuando nos revelaron, a través de estudios, que no era un hijo, sino un mioma, lo que afectaba mi fisonomía. Extirpación y llanto, pues esta vez, tanto él como yo, queríamos un hijo fuera de matrimonio. La pesadilla de no embarazo terminó y luego de un re acomodo comenzó otra: le diagnosticaron un tumor cerebral. Operación exitosa, amor intenso, pero la convivencia en la enfermedad es complicada, así que cuando estaba ya repuesto del todo, trabajando y amándome mucho, se dio cuenta un día de que en realidad no era así. Terminamos esa noche, y reconozco que fue un buen detalle de él pretender que desde la mañana siguiente fuésemos amigos.

Muchos años e historias después, me enamoré perdidamente de un italiano. Como mis buenos partidos, éste tenía también defectos. El más perturbador era el que aún a un par de años de haber terminado con su novia, seguía enamorado de ella. El defecto no era ése, en el amor no se manda. La inmadurez se manifestó con su incapacidad para decirle a sus padres que ya no tenía novia. Marco es 12 años mayor que yo, y por supuesto sé que yo no soy muy madura, pero el estar a los cuarenta y tantos atemorizado porque tus padres se sientan intranquilos porque cambiaste de novia, me rebasa. Cuando terminé embarazada entonces, fue más complicado. Marco seguía enamorado de su ex, y la trataba a ella con mucho más respeto que a mí. Dejé pasar semanas en exceso, y necesité entonces de una operación en quirófano y todo. Desde entonces ya pagaba yo todo, y aunque Marco por supuesto me acompañó, le pedí a una de mis hermanas que estuviera conmigo. Estresante, triste y confuso este sueño, pero como todo en el reino onírico, se transformó en dulce leyenda segundos después.

Como ocurrió con el escarabajo volador que se estrelló contra la ventana, o cuando la parvada de pájaros se posó sobre el tejado. Las sincronicidades aparecen sobre todo en los momentos de cambio y transformación: nacimientos, muertes o accidentes como el mío.

La energía psíquica que emite la parición de los arquetipos tan conocidos por todos es tan poderosa que puede quebrar las barreras espacio-temporales y fundir distintas realidades.

Tengan ustedes muy buenos sueños esta noche, mañana me contarán.

Gaby
Gabriela Pérez
ELDA GABRIELA PÉREZ AGUIRRE NACIÓ EN LA CIUDAD DE MÉXICO, EL 6 DE MARZO DE 1976. ESTUDIÓ QUÍMICA EN LA UNAM; POR PASIÓN, ES PROFESORA DE CIENCIAS, EN EL INSTITUTO ESCUELA Y AUTORA DE DISTINTOS LIBROS DE TEXTO, DE QUÍMICA Y FÍSICA PARA SECUNDARIA Y BACHILLERADO. CONFORMÓ PARTE DEL EQUIPO DE CIENCIAS DEL INSTITUTO LATINOAMERICANO COMUNICACIÓN EDUCATIVA, COMO AUTORA DE LIBROS DE TEXTO Y DE GUIONES PARA TELESECUNDARIA, FUE EDITORA DE LA REVISTA CIENCIAS, DE LA UNAM. PARTICIPÓ EN LA ESCUELA DINÁMICA DE ESCRITORES DE MARIO BELLATIN Y HA CONDUCIDO EL PROGRAMA TRIPULACIÓN NOCTURNA DE RADIO EFÍMERA. LUEGO DE COLABORAR CON LA EDITORIAL TALLER DITORIA EN EL ÁREA DE DIFUSIÓN Y PROMOCIÓN, FUE FUNDADORA Y EDITORA DE AUIEO EDICIONES Y DE LOS LIBROS DEL SARGENTO.

 

 

 

 

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