Por Celia Gómez Ramos
Esta prisa que inunda ahora la vida, convirtiéndose la carrera un hábito.
Cada uno mira el mundo desde su lugar. Descubrir el de otros, requiere tomarse el tiempo.
Al transitar la calle, por las mañanas, la joven siempre saludaba a la mujer que barría su pedacito de patria. Repentinamente conversaban.
Un día quiso repetir su saludo, y por más que la nombró, desde la otra acera, aquella no volteó a mirarla nunca. Por un momento pensó que traería audífonos y estaría escuchando música, aunque no la vio bailar o llevar ritmo alguno…, quizá las noticias.
La siguiente ocasión, y ante la nula respuesta, luego del saludo agitado de la mano y la voz reiterada, se acercó a platicar con ella.
-¡Hola Paty! ¡Buenos días!, le dijo. Y por respuesta obtuvo una gesticulación bucal, sin sonido alguno, aunque los ojos de Paty daban cuenta de alegría, y eran muy expresivos.
-¿No puedes hablar?, le preguntó la muchacha. -¿Estás enferma?
-No, salió de la garganta su voz dulce. No traigo aparato para mi oído. Entonces, como no escucho, solo muevo la boca, porque no me oigo.
-Pero yo sí te oigo. Háblame, ¿sí? Patricia sonríe.
*****
Mi abuela se quedó ciega hace años, y en lugar de aguzar sus otros sentidos, adormeció poco a poco el del oído. Ella, al igual que Paty, han preferido hacer el viaje hacia dentro… ¿Querrá significar algo? Desde luego que sí.

Deja una respuesta