Por César Navarrete
La grandilocuencia humana
Un humano amenazaba a un ortóptero mientras gritaba
para hacerse notar: —¡Te aplastaré como a una cucaracha!
—Si te fijas bien, en realidad soy una cucaracha; por tanto,
si me aplastas, tendrás que hacerlo como a una.
El escarabajo es-terco-lero, lero…
siempre trabajo calladito, sin tratar de lucirme más
que por mis esfuerzos en llevar a cabo mi ruda tarea de estercolero
Godofredo Daireaux, Fábulas argentinas, El escarabajo y el picaflor.
Un escarabajo rueda la gran bola de estiércol con que agasajará
y conquistará a su hembra: la es-cara-baja.
Escribo esto para quien me entiende: las mujeres casadas y las que no lo son.
El sapo literario
Un anuro voraz, que tragaba luciérnagas luminosas, realizaba
«actividades literarias» (e. d. borracheras), durante las cuales
sus contertulios alababan animosamente el resplandor de su barriga.
Si les apetece, bufónidos insaciables del submundo escritural, pueden engullir esta fabulita para que sus prominentísimos abdómenes brillen lo que no sus cabezas —preferente-mente— calvas.

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