Por Magdalena Carreño
El mundo se ha estremecido, particularmente México; los titulares de este 9 de noviembre anuncian desesperanza, miedo, incertidumbre: Donald Trump es el nuevo presidente de los Estados Unidos.
Para desgracia nuestra, tan sólo el 80% de las exportaciones de México se dirigen a Estados Unidos (según datos de Juan Carlos Moreno-Brid, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México, para una entrevista con The New York Times) y las propuestas de campaña del nuevo mandatario estadounidense anticipaban incautar remesas derivadas de sueldos ilegales, así como la deportación de millones de inmigrantes indocumentados.
Ante este panorama, sumado al que vivimos día a día en México, sería incapaz de dejar de pensar en nuestra propia descomposición del tejido social, me pregunto seriamente, ¿cuál es el verdadero poder de la educación, la cultura y el arte? ¿Por qué en tiempos de crisis social, económica y política resulta aún más importante fomentar el hábito de la lectura?
Si algo puede salvarnos de estas catástrofes es usar el conocimiento como fuente para generar cambios, apelar a la empatía, deponer la indiferencia que nos causan ciertos temas y volvernos participantes activos.
Y por eso siempre valdrá la pena voltear a la historia, a los libros que cambiaron el pensamiento y que abrieron nuevas formas de concebir el mundo. Están ahí desde los Diálogos, de Platón hasta El contrato social, de Jean-Jacques Rousseau; pasando por la Vindicación de los derechos de la mujer, de Mary Wollstonecraft, El manifiesto comunista, de Karl Marx y Friedrich Engels, El origen de las especies, de Charles Darwin… hay una lista interminable de pensadores cuyas ideas han sido cimiento de verdaderas mejoras.

Por otra parte, están esas grandes novelas que marcan ideales, las cuales nos envuelven en la piel de sus protagonistas y nos revelan en su “ficción” grandes respuestas o nos plantean esas preguntas que detonan una ruptura de los paradigmas que llevamos.
Viaje a la Luna, de Jules Verne, Historia de dos ciudades, de Charles Dickens, La rebelión en la granja, de George Orwell, ¿Por quién doblan las campanas?, de Ernest Hemingway, El ruido y la furia, de William Faulkner… otra lista interminable de obras que han influido de una u otra forma en diversos actores de cambio.

Aún falta mucho: tenemos que seguir leyendo pero sobre todo, aprehendiendo para disentir entre aquello que ha quedado obsoleto y lo que hay que tomar para construir mejores ciudadanos y por consiguiente mejores sociedades.

«¿Cómo sabes si la Tierra no es más que el infierno de otro planeta?», escribió Aldous Huxley, hoy desgraciadamente pareciera que tenemos la respuesta, pero insisto, es sólo un pareciera. Aún queda camino por recorrer.

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