Por Magdalena Carreño
Llueve estos días y la humedad impregna hasta los pensamientos. Con este clima me da por revolver mis obsesiones y me encuentro con algunas estampas cotidianas. Postales hechas con palabras. Siento que esas fuerzas naturales nos hacen recordar lo que significa detenernos en lo que pasa la tormenta y simplemente volver a observar.
Pacífico
Los zopilotes levantan su vuelo en un cielo azul profundo, aún en la tarde un velo de la Luna se posa de fondo mientras ellos buscan la carroña desperdigada en algún punto de la montaña. Del otro lado, el profundo mar, las velas de una regata y la inmensidad de la vida, de los deseos humanos. Tres zopilotes vuelan, arbustos de flores con espinas y un grupo de hormigas que exploran en el blanco concreto.
Tótem
Conocí un tótem. Parado en una esquina del vagón del metro. En vez de madera, su cara está tallada en carne y los múltiples rostros que lo conforman despiertan al vaivén del instante.
Finger
La ventana mostraba una gran huella digital hecha con jabón. El hombre deslizó el limpiador sobre ésta llevándose las líneas que identificaban el pulgar de Dios.
Vestido negro
Una anciana se acercó a la ventana y me pidió no vestir de negro porque esta ausencia de color me volvía vieja. Musitó algo así como: –Son tan bonitas para andar de luto. Yo que cargo con tantos entierros puedo hacerlo.
Domador
El domador dejó que el león se lo comiera. Al mirarlo en sus ojos reconoció la sabana africana, su melena agitada al viento, el poder de su rugido y le dio lástima. Lo dejó volver a ser el rey.
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