Por Celia Gómez Ramos
Asustada. Paralizada, sobre un registro de agua. Había sentido una descarga eléctrica de pies a cabeza que se había concentrado en mi centro, haciendo tronar y desgajar mi extremidad superior de la inferior.
II.
Minutos antes, había salido del restaurante en el que había almorzado. Las medias se me caían por no haberme puesto liguero. Sí, ya sé que los ligueros se usan poco actualmente, pero son tan bonitos, y yo de necia, pensé que esta ocasión no los llevaría, por imprácticos.
No cabe duda, si una se siente sexy, así lo transmite al mundo. Y aunque las pantimedias son cómodas, nada que hacer junto a las medias; menos si llevan liguero, pero…
Mi paso -elevada en los tacones-, era cada vez con mayores dificultades, pues aunque mi falda bajaba de la rodilla, las medias se empecinaban en descender. Yo, volteando a un lado y otro, para intentar jalarlas a su posición. Pellizcando la falda para elevar la media, cada dos o tres pasos. Pegando un muslo al otro, lo más posible, sin impedirme el avance: bailarina sin gracia.
Por la mañana, al vestirme, pensé que la liga interna de las medias, casi un plástico que se adhiere a la piel, y a veces la deja rosada, evitaría como otras ocasiones, que se movieran de su lugar, por mis piernas gordas. Sin embargo, no era la primera ocasión que usaba esas medias, así que de cada puesta y lavada, la liga fue cediendo; hasta que hoy, las medias resbalaban.
¿Sería eso lo que me había provocado tan solo una contractura? ¿Una contractura me podía hacer sentir el desprendimiento de mi centro? ¿Acaso era un castigo por ser pretenciosa? Siempre me había reusado a pensar lo segundo, pero en este momento ya no estaba segura de nada; solo de sentir, la cintura desenganchada.
En este momento, lo que menos quiero es encontrar a alguien conocido. Tampoco incrustarlos en una situación tan ajena, tan extraña. Menos, eso nunca, que me vean desvalida.
Aquí sigo parada, suspendida. Hoy, mi cuerpo me hace sentir perdida.

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