Por Gabriela Pérez
(Foto de portada: De izquierda a derecha y delante: Grigori Kozintsev, Dmitri Shostakovich y Leonid Trauberg. Detrás, el operador de cámara Andrei Moskvin)
La música es el arte de los sonidos. En las artes visuales la esencia musical se precisa como una experiencia abstracta que media sensaciones de forma libre, que pretende representar los mismos sonidos. Diferentes artistas a lo largo de la historia se han interesado en relacionar la música con lo visual, algunos por medio de la técnica pictórica llegando incluso a crear instalaciones basadas en estudios relativos a la música y el color. El lenguaje musical se basa en términos de frecuencias, duraciones e intensidades; son cualidades sonoras que se transforman de una estructura musical a un lenguaje visual.
La interacción entre la vista y el oído es conocida como una experiencia sinestésica que ha evolucionado en el siglo XX en los términos de notación gráfica y grafismos. Esta forma de expresarse le sigue dando la importancia respectiva a la partitura como medio expresivo para la interpretación musical pero pasa a un segundo plano al dejar solo las notas musicales traducidas en puntos, líneas y figuras.
La traducción de partituras, la interpretación en otros símbolos como puntos, líneas, y figuras geométricas libres, con variaciones en tamaño, forma y color, obviando el pentagrama de origen, origina formas que en su conjunto llegan a convertirse en una imagen visualmente atractiva.

Wassily Kandinsky aplicaba y exploraba el subconsciente y la espontaneidad en su actividad creativa, exponía su interés en la relación entre los diferentes sentidos, en particular entre la visión y la audición. Kandinsky estudió y desarrolló la sinestesia en sus obras aplicando la disonancia, y a nivel del color trabajando con los complementarios para evocar percepciones auditivas a través de colores opuestos, es decir, aplica en sus obras la armonía general de varios elementos que convergen entre sí que va creciendo hasta un máximo antagonismo. “Si bien estos antagonismos pueden tener un carácter disarmónico, su aplicación no deberá ser de carácter negativo, sino que podría operar positivamente en cuanto a la creación de una armonía general”.
Comenta: “Si el tamaño y las formas de la línea y el punto varían por ende también varía el valor o sonido relativo del punto abstracto”. Kandinsky experimentaba esto conscientemente con la intención de crear formas coloreadas que debían ser dispuestas sobre el plano tan claramente como las notas de una partitura.
Ese es el concepto de “composición” empleado por él, basado en un carácter interior, y formado en la razón, la conciencia y la intención. Quiero usarlo como guía para mi sobrevivencia a Dmitri, pues además de la visión y el oído, el olfato es también un hechicero poderoso. Nada más memorable que un olor. Es extremadamente complicado describir a alguien un aroma desconocido para esa persona. Cuando vemos algo y queremos relatarlo, usamos analogías de imágenes, mezclamos texturas.
¿Cómo describimos un olor? Yo podría decirles que las violetas huelen a terrones de azúcar morena quemados, llevados casi al tono del carbón, empapados de jugos cítricos y con tersura de terciopelo azul. ¿lo perciben? De no hacerlo cambien de cítrico o dejen incluso de lado el terciopelo azul.
Frotemos las manos, conjuguemos el sonido, el color, el olfato y las emociones.
La palabra sinestesia viene del griego syn (junto, simultáneo) y aisthesis (percepción sensorial), relativo a la asociación que se produce cuando un signo dirigido a un cierto canal sensorial produce significados y sensaciones de diferente naturaleza en la mente del intérprete; por ejemplo, cuando un signo auditivo da origen a una imagen visual en ausencia de toda estimulación visual. No obstante, las menciones a este fenómeno pueden remontarse a Aristóteles, quien examina las analogías color/sabor y olfato/gusto en De los sentidos y lo sensible.
La sinestesia involucra, analogía, mímesis, asociación con imágenes pasadas, memoria y reconocimiento, donde la obra visual contiene elementos que permiten recrear la experiencia humana de la música. En las obras sinestésicas la expresión musical se da a través de la armonía del color, el ritmo de las líneas y las formas, la representación del objeto y la expresión del sonido interior a través de una composición creada para expresarlo.
¿Tenía Shostakovich un secreto?». El “secreto” de Shostakovich, decía el neurólogo chino, Dajue Wang, era la presencia de una esquirla metálica, un fragmento de bomba móvil, en su cerebro, en el cuerno temporal del ventrículo izquierdo.
Al parecer Shostakovich se mostraba muy reacio a que le extrajesen aquella esquirla. Desde que tenía alojado allí el fragmento, cada vez que inclinaba la cabeza hacia un lado podía oír música. Tenía la cabeza llena de melodías, siempre distintas, de las que se servía luego para componer.
Al parecer los rayos X indicaron que el fragmento se movía cuando Shostakovich movía la cabeza, y que presionaba en el lóbulo temporal musical cuando se inclinaba, y producía así una infinidad de melodías. Yo no soy Shostakovich. Yo no tengo fragmentos de bombas en el cerebro, tengo coils de titanio y no sé nada de música. Pero soy experta en sentir placer.
Quizás para Shostakovich fuesen un don las alucinaciones musicales, pero las que yo he tenido han sido, por razones diversas, bastante problemáticas. Mi último encuentro con Dmitri Dmítrievich Shostakovich fue como todos los anteriores. Intenso, enigmático, incomprensible e invaluable.

No desespero, no me siento culpable por no haber dicho lo que me provocó. No me desconciertan todos los paisajes orientales que vi mientras estaba con él. No me preocupa haber perdido poco a poco e in crescendo la visión. Estoy sentada sobre él y apretando sus brazos mientras rodean mi cintura. Bebo el último sorbo al agua de mango con zapote negro y sólo olfateo.
Once inhalaciones por ti Shostakovich. Muchas gracias.
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