Por Gabriela Pérez
Todos los seres vivos, desde los más diminutos unicelulares, hasta las más gigantes y longevas tortugas Laud, cuentan con un reloj interno. Los denominados ritmos circadianos estás sincronizados con los cambios periódicos de nuestro entorno, como el día – noche, o las estaciones del año.
En nuestro caso, estos ritmos no siempre corresponden con lo que marca la cultura y la sociedad.
Jean-Jacques Dortous de Mairan, diseñó en 1729, un experimento para demostrar la existencia de los ciclos circadianos en las plantas. Lo hizo analizando el comportamiento de la mimosa, lo hizo con persistencia para comprobar como esa bella planta podía, internamente calcular, los tiempos de luz y sombra. Quien dicta los tiempos de la mimosa no es el Sol, sino la propia planta.

La mimosa fue el primer organismo en el que de Mairan logró demostrar que la planta podía crear su propio día sin datos de luz u oscuridad. En el experimento la puso en un lugar oscuro para ver si cerraba las hojas de noche y volvía a abrirlas de día, y comprobó que hay algo en la planta que puede determinar si es de día o de noche sin ninguna información del exterior. Lo expresó con frases que marcaron el principio del estudio de la cronobiología, es decir, de los relojes internos.
“…la Sensitiva es heliotropa, dícese que las ramas y las hojas las dirige hacia donde le venga la mayor luz, operoha observado que no es un punto necesario para el fenómeno. Esta situación es equivalente a la de los pacientes que aun sin saber la hora del día mantienen un patrón de sueño relativamente regular. Se debe probar en otras plantas, con ramas o flores que se abran durante el día y se cierren durante la noche, si tienen de las mismas propiedades que la sensitiva en un lugar cerrado”.
“…La marcha de la física verdadera, que es experimental, no puede ser de otra manera que lenta”.
La mimosa no tiene cerebro, solo tiene hojas, tallos y raíces, y consta de muchísimas células que la han formado. Su reloj está ahí, en esas células que ni siquiera tienen que comunicarse demasiado entre sí, porque cada una de ellas detecta el día y la noche. Sin embargo, en los organismos más complejos, el reloj necesita que haya algo que pueda mitrar al exterior y pueda comprobar si es de día o de noche, además de transmitir dicha información al resto del cuerpo. En los mamíferos, en los humanos, por ejemplo, se trata de un pequeño núcleo, un grupo de neuronas justo encima del quiasma óptico. El quiasma óptico está unos 2 o 3 centímetros detrás de la nariz, y ahí es donde los dos nervios procedentes de los ojos se cruzan formando un quiasma en forma de x. EL NSQ “Núcleo supra quiasmático” está encima del cruce de los nervios de los ojos, y este núcleo transmite toda la información de los ojos, porque la información recibe toda la información de los ojos, porque los datos sobre la luz y la oscuridad deben pasar por los ojos, no hay otra manera; deben atravesar la retina de los ojos que envían la información al NSQ, que a su vez registra el día de 24 horas, se sincroniza con él y luego envía dicha información al resto de células del cuerpo. Pero ahí no acaba la historia. Resulta que todas las células tienen su propio reloj interno. De modo que lo que le sucede a cada célula de un órgano, es que recibe del NSQ la información y la sincroniza con todas sus células.

La diferencia entre quienes se despiertan tarde o temprano, la marcan además de sus propios hábitos, más de veinte genes. El ser búho o alondra, no es algo que podamos elegir. La mayoría de los humanos tenemos genes tipo búho, y sin embargo nos levantamos temprano y vamos al trabajo. El ajuste interno y el tiempo social, es lo que llamamos Jet lag social, porque la discrepancia entre los relojes internos y los relojes sociales, nos condenan a vivir prácticamente en varios husos horarios. En la época moderna, el único momento de oscuridad que conoce el reloj interno es cuando dormimos. Y el momento en que dormimos viene determinado por el reloj interno, lo cual genera un círculo vicioso que puede llevarnos a vivir en un tiempo aparte, completamente desvinculado del tiempo solar y el tiempo social.
En las ciudades, los ritmos sociales se llevan a cabo sin relación un 40 % de la población sufre de Jet lag social, es como vivir en un crepúsculo constante. Nuestro cuerpo no nota la diferencia entre el día y la noche y se desorienta, nos cuesta más dormir y nos volvemos cada vez más búhos, mientras nuestros horarios nos implican ser alondras. El estrés que esto nos provoca puede tratarse de múltiples maneras. La cultura incide de muchas formas, por supuesto, incide en el reloj social, cada cultura crea su horario social, cada horario social, y el horario interno debe adaptarse al horario social. Una eficiente y a la vez útil mediadora entre ambos relojes es el arte.
“La Tierra es perversa”, dice Justine con desgano. “No es necesario hacer duelo por ella. Nadie la va a extrañar.” Su hermana Claire, ella sí, sumida en el pánico, la mira sin entender. Ambas esperan el fin del mundo, que ocurrirá en unas cuantas horas cuando el planeta Melancolía haga colisión con el nuestro. No queda más que esperar. Se le ve cada vez más, el espectáculo es majestuoso.
Melancolía, de Lars von Trier, es una película extraordinaria en todos sentidos. Por un lado, subvierte las convenciones delineadas por el cine tradicional, por otro, con un despliegue de efectos especiales despierta la paranoia constante del espectador, el sentido de culpa por desgastar el planeta, y su hambre de escenas de caos. Con una fotografía que evoca el romanticismo y un desprecio al cientificismo de las teorías del fin del mundo, sobre todo por sugerir que para algunos el fin del mundo no sería una pérdida, Melancolía propone su propia versión del desastre. El retrato psicológico de las hermanas –la frágil y ultra sensible Justine y la neurótica, pero funcional Claire– y el atisbo de una familia donde la madre maldice a todos, el padre se alcoholiza y huye y el hijo político le echa en cara a todos que “abusan” de su dinero), cada personaje puede verse como un resumen caricaturesco de las fracciones de nuestra sociedad. Eso basta para entender por qué ante los ojos de Claire la aniquilación del mundo no suena mal.
El director deja ver compasión por sus personajes y nostalgia por el planeta que está a punto de desaparecer. Aun en los últimos días, cuando la proximidad de Melancolía enrarece la atmósfera, los paisajes terrestres son imponentes y bellos.

Soy cinéfila, pero no directora de nada, mi mayor acercamiento al arte se llama Ciencia, sin embargo, mis espacios, ritmos y mundos litigan permanentemente por tiempo. Por suerte, como interlocutora en este litigio biológico-social-cultural, tendré la voz del sol negro de Melancolía que acariciará al Museo Nacional de Arte a partir de este martes 4 de abril. Mi Virgilio en este viaje se llama Abraham Villavicencio. Es además el generoso curador de la exposición, quien me cuenta que si bien, Melancolía, genio y locura en el arte, en Berlín, fue la muestra que abrió el camino, hay dos exposiciones previas que sirvieron también como antecedente a Melancolía de próximo nacimiento en el Munal, y son: Mélancolie. Génie et folie en Occident, en Grand Palais y Tiempos de Melancolía en Valencia, España. La exposición de Grand Palais hace una extensa revisión histórica, desde Grecia hasta el arte contemporáneo, en donde atendió la representación clásica de la melancolía e hizo exploraciones a partir de los escritos médicos y filosóficos sobre el cuerpo, la salud y sobre los humores para abordar en la Edad Media, en el Renacimiento y en la modernidad, como es que pueden encontrarse distintas caras sobre la melancolía. La exposición de Valencia se concretó al siglo de oro en España.
La exposición del Museo Nacional de Arte surge sí de un interés en la historia del arte y la cultura, pero el referente teórico fundamental está Duelo y melancolía de Sigmund Freud –escrito en 1914 y publicado en 1915- que es un texto en donde se pregunta sobre los cuadros clínicos, melancólicos que reconoce en varios de los pacientes que acuden con él a su consultorio. De hecho, el título original de la exposición iba a ser Duelo y melancolía, la primera apuesta fue plantear como el psicoanálisis reinventa el término porque una constante es que no podemos dar una sola definición de melancolía. Nosotros entonces, a diferencias de otras exposiciones que partieron de Aristóteles, del problema XXX, 1, o de los escritos o de los problemas médicos del siglo de oro, esta exposición nació con un particular interés en abordar los estados anímicos que Freud identifica que están entorno a la melancolía, ¿cómo es que puede existir una tristeza muy silente al interior de la vida anímica de los seres humanos? ¿qué semejanzas hay con el duelo?

Naturalmente hay límites, que se aprovecharon para marcar otra diferencia con el resto de las exposiciones. Melancolía se planeó sólo con obras de artistas mexicanos. No hay entonces obras clásicas de a melancolía, como pueden ser las obras griegas, Melancolía I de Durero; sin embargo, esta condición obligó a una lectura, novedosa, divertida, propositiva y juguetona de la producción plástica hecha en México, también permite hacer una lectura transversal con Nueva España al siglo XXI. No se presenta la historia de la melancolía, sino que se plantean núcleos temáticos que sirvan como pretexto para recrear los estados anímicos alrededor de la melancolía.
- La pérdida del paraíso
- La noche el alma
- La sombra de la muerte
- Los hijos de Saturno
Una de las emociones que está ligada a la melancolía es la tristeza que no tiene fin, al dolor que no tiene origen o a un sufrimiento que no puede acabar; sin embargo, en la antigüedad era un gran dilema, porque para Aristóteles, la melancolía –que en griego significa bilis negra- se comportaba a semejanza del vino: si el cuerpo era frío, producía tristeza; pero si el cuerpo era cálido, producía euforia y una excitación sexual desbordada. En ambos casos ello podía llevar a la reflexión artística o filosófica o al desenfreno y la locura.
La exposición muestra el mapeo por distintos rostros de la melancolía. El desamor y la pérdida son pequeños detonantes para la melancolía. Acedia, alucinaciones, irrupción de los demonios, transformaciones y renacimientos en donde los melancólicos tienen la virtud de acceder a la mente cósmica y al genio creativo, la posibilidad de entender y transformar la naturaleza haciendo las veces del demiurgo creando el mundo material en donde habita el hombre. Después de atravesar por la muerte, uno renace. El Tamayo en Melancolía permite apreciar una doctrina plotiniana. Cronos como señor del tiempo domina las mentes de los melancólicos, y en la Edad Media, esta figura se une al dios Saturno, siendo identificado con el planeta Saturno. Se dice entonces que los melancólicos están regidos por la sombra de Saturno y que quienes naces en sus signos zodiacales, serán melancólicos de por vida. En la tesis escrita por Marsilio Ficino sobre la melancolía, se sostiene que siendo Saturno el mismo que Cronos, padre de los dioses, y donde prefigura la sabiduría divina de la que nació el Universo; entonces, quienes eran sus hijos tenían acceso a los saberes ocultos de la Naturaleza. Lo que implica que Saturno, fuera de ser una sombra malediciente para la vida humana, se convertía en una puerta a las luces más brillantes de la sabiduría cósmica, tal como lo planteaba Plotino. Los iluminados melancólicos responden a la más alta sabiduría que corresponde sólo a dios.

El iluminado, de Rufino Tamayo, es la última obra de la muestra. Permite ver esta unión de la mente en comunión con los astros, es la mejor pieza para cerrar la exposición porque permite redondear como la melancolía tenía visos que rayaban en la mística y en un saber muy privilegiado de lo que ocurre en el mundo, en la naturaleza.
¿Hay alguna persona que no se sienta de repente afín a alguno de los conceptos envueltos en la melancolía? Es un concepto que nos dice muchas cosas de nuestro sentir como seres humanos, como entes pasionales y dados al amor. La exposición nos da un camino para bordear estos abismos insondeables del sentir humano. Mucho por decir aún y mucho tiempo por delante en cualquiera de los ritmos. Ahora, les recomiendo que vayamos todos a Melancolía, ahí podremos hacer una nueva lectura, tanto del arte como del concepto melancólico y del sentir humano, accederemos a una valoración no cronológica ni aleccionadora de la historia del arte, sino una que permite desbordar emociones. Un trayecto afectivo en la materia del arte en el que podemos reconocernos en cada una de las obras expuestas. Para colmo, en la travesía viajan también ciclos de cine, conferencias y cursos de escultura o pintura. Todo está puesto para un magnífico descenso, antesala a nuestro particular alumbramiento.
Melancolía
04 DE APR 2017 – 09 DE JUL 2017
«La presente exposición propone una revisión de las distintas maneras en que la melancolía fue representada en las artes, principalmente en la plástica producida en México, entre finales del siglo XVI y principios del siglo XXI. Se trata de una exhibición propositiva que permite reflexionar en torno a la manera en que afectos y pasiones humanas han quedado simbolizados en el arte virreinal, moderno y actual.
Dividida en cuatro núcleos, esta exposición brindará distintas perspectivas teóricas para poder apreciar transversalmente obras de los distintos periodos artísticos y valorar las cargas afectivas que sugieren tanto los temas representados en ellas, así como los recursos plásticos con que éstos fueron plasmados. De esta manera, se ofrecerá un conjunto de más de 130 obras artísticas que reconstruyan las maneras distintas en que la melancolía, como un motivo clásico de la historia del arte, fue representada en el arte mexicano, y que posibiliten aproximaciones afectivas al malestar y al ingenio melancólico.»
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