Por Gabriela Pérez
Stanley Kubrick nació en un barrio del Bronx de Nueva York, pero fue casi inglés por adopción. El joven Stanley recibiría dos regalos que definirían su futuro: a los doce años su padre, médico de origen judío, le enseñó a jugar ajedrez, y al año siguiente le regalaría en su cumpleaños una cámara Graflex. A estas aficiones, Kubrick añadió la música, especialmente el jazz. Estos pasatiempos dejarían huella en su futura carrera como director.
Después de presentarse en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey y tras el gran éxito que consiguió, la exposición Stanley Kubrick llegó a la Cineteca Nacional de la Ciudad de México.
La tomo como pretexto para recordar que fue en el Manhattan Chess Club donde Stanley Kubrick conociera a Alton Cook, crítico de cine que escribía para el New York Telegraph y quien le proporcionaría los contactos necesarios para iniciarse en ese mundo.
La exposición en la Cineteca marca una diferencia con las otras 15 sedes de la muestra de este acervo. Los curadores usaron su conocimiento del cine de Kubrick y del lenguaje cinematográfico para contar una historia con el inventario de la exposición. Esta muestra nos permite dar un vistazo a cada uno de los filmes que realizó el cineasta nacido en Nueva York. Cada cinta cuenta con un espacio propiamente ambientado. Una de las razones por las que a los dueños alemanes de la exposición y a la familia de Kubrick les gustó tanto la exposición es porque, además de la curaduría básica que vino de Alemania, en la que hicieron José Antonio Valdés y Juan Arturo Brennan, se contó además con la asesoría de Ezra Buenrostro, un escenógrafo que le dio a la exhibición factores no museísticos, sino que permiten dar a cada sala su personalidad escenográfica.
En mi última visita a Stanley Kubrick, la exposición, tuve la suerte de estar en el grupo de personas que contó con la docta, y siempre agradable compañía, de Juan Arturo Brennan. Gracias esto, recorrí con mayor admiración el trabajo fotográfico de Stanley Kubrick en la revista Looke, comprendí cómo en él, germinó la semilla que plantó su padre al regalarle -en su cumpleaños 13- una cámara fotográfica. Crece desde ahí la calidad, siempre planeada, de las imágenes del cine de Kubrick. En los tres primeros documentales con los que Kubrick comienza su carrera cinematográfica: El día de la pelea -Day of the Fight-, El padre volador -Flying Padre-y Los marineros -The Seafares– se vislumbra el ojo fotográfico del director. En 1953 se mudó a Hollywood y filmó con recursos familiares Miedo y deseo -Fear and Desire-, su primer largometraje, en el que la puesta en cámara, la composición, el encuadre, la composición, profundidad de campo, y la mezcla perfecta de tonos y colores vistos por el ojo Kubrick, hacen su presentación.
La organización piramidal de la vida cinéfila de Kubrick mostrada en la Cineteca, nos presenta en la planta baja el trabajo fotográfico y los tres primeros documentales, para seguir después, en orden cronológico, con el resto de sus películas.
En la pausa nos acompañan las escaleras, pues hay que subir al último piso de la exposición en donde recordaremos a Espartaco, la única ficción que Kubrick no hizo por gusto sino por encargo. El orden cronológico va ahora de arriba hacia abajo.

Luego de El beso del asesino -Killers Kiss-, Kubrick filma en 1956 The Killing (Atraco perfecto o Casta de malditos), basada en una novela de Lionel White. Es la primera cinta donde aparece el ajedrez, cuando Johnny Clay, apenas liberado de la prisión de Alcatraz va a buscar a Maurice Oboukhoff al Flea House, un club de ajedrez.
Su pasión era tan grande que se atrevió a introducir en Lolita una escena de ajedrez -que Nabokov no había escrito en la novela-, en la que James Mason juega una partida con la madre del objeto de su deseo, y toma su reina.
En la sala dedicada a El resplandor, protagonizada por Jack Nicholson y basada en la novela homónima del escritor Stephen King, podemos admirar la máquina de escribir que Jack Torrance usó para escribir su ‘novela’, la maqueta del laberinto de setos y los vestidos de las niñas asesinadas, incluso, la alfombra es similar a la usada en el hotel donde transcurre la historia.
En 1968 vendría el primer gran éxito, 2001: odisea del espacio. La cinta está basada en el cuento El centinela -The Sentinel-, de Arthur C. Clarke, con quien Kubrick trabajó en el guión. Además de sus logros técnicos, la película también destaca por la banda sonora. En el proyecto inicial se había considerado la música que Alex North había compuesto especialmente. Pero al final, Kubrick se decidió por partituras de Richard Strauss, Aram Jachaturian y por la obra de un músico vanguardista apenas conocido, el rumano György Ligeti.
Cuando el crítico Michel Climent le preguntó sobre el papel del ajedrez en su obra, Kubrick respondió:
“Entre otras grandes cosas que te enseña el ajedrez es a controlar la excitación inicial que sientes cuando ves algo que luce bien. El ajedrez te enseña a pensar antes de decidir y a pensar objetivamente cuando estás en problemas. Con respecto al cine, el ajedrez es más útil para evitar que cometas errores que para brindarte ideas. Las ideas vienen espontáneamente y la disciplina requerida para evaluarlas y ponerlas en práctica constituye el verdadero trabajo”
En 2001 Kubrick se solaza en el ajedrez. El científico soviético que visita la estación espacial estadunidense se apellida Smyslov, en una clara referencia al séptimo campeón mundial de ajedrez. Frank Poole, jefe de la misión estadunidense, juega una partida en un tablero electrónico con HAL. Según cuenta Hugo Vargas en su libro Fianchetto: el ajedrez como una de las bellas artes, Kubrick quería en la película una partida real que fuera «rápida y hermosa».

El director se basa en el final de la partida entre Roesch y Willi Schlage. Roesch – Willi Schlage (Hamburg, 1910), misma que modifica en su película.
(Animación de la partida usada por Kubrick)
Aquí el ajedrez es sólo un símbolo. HAL es ya una amenaza y de cierta forma toma el control del ser humano. ¿Quería Kubrick quería que debatiéramos incluso lo que no se podía debatir?
No importa si eres o no, fan de Stanley Kubrick, en esta retrospectiva conocerás más sobre el ícono que inspiró a directores como Martin Scorsese, Steven Spielberg o James Cameron. Esta exhibición reúne piezas entre fotografías, modelos, posters, guiones, cámaras, maquetas, documentos personales, vestuario y accesorios, que repasan de manera cronológica la carrera del cineasta estadounidense. Además, podemos descubrir guiones, borradores, documentos de investigación de preproducción, así como escritos inéditos que ilustran sus métodos de trabajo. La mayor parte de las piezas son originales, con objetos que forman parte de la colección privada de la familia Kubrick y coleccionistas privados, hay algunas réplicas, lo que se indica claramente en las cédulas expuestas. De las 823 piezas de la muestra, 240 (entre ellas el monolito y el traje Moon-Watcher) se encuentran en la sala de 2001 Odisea en el espacio.
Entre las piezas memorables que conforman la exposición, están también el traje de Alex DeLarge usado por Malcolm McDowell en Naranja Mecánica; la colección de vehículos físicos que Kubrick usó para traducir a su cine la realidad, es decir, sus lentes favoritos; las velas de 4 pabilos de Barry Lyndon, su tablero personal de ajedrez, así como referencias puntuales a los tres filmes de los que se tienen registro, que Kubrick no terminó: el magnánimo archivero de Napoleón Bonaparte, Papeles arios, e Inteligencia artificial que haría finalmente Steven Spielberg.
La exposición termina con una cámara de inmersión a las imágenes y sonidos del Mundo Kubrickiano. Al final hay un muro con un compacto resumen de su filmografía completa y una crono-biografía combinada con lo que pasó con sus películas en México.
La exposición se acomoda tanto a los jóvenes que hayan visto únicamente Naranja Mecánica y descubren ahí otras caras del planeta de Stanley; como a los que al acercarnos a 2001 Odisea en el espacio no dejamos de admirarnos de la congruencia científica que hay en cada detalle de ella.
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