Bitácora de una lectora obsesiva: Bloqueo


Por Magdalena Carreño

Hace meses dejé de escribir y leer. Mientras redacto esta frase me doy
cuenta que son palabras que me pesan pero estaba muy cansada,
necesitaba un tiempo para replantear ¿por qué dos de las actividades
que más amo se habían convertido en un acto obligatorio?

De repente, la mayoría de las lecturas que tenía pendientes eran justo
eso, deberes, nada que yo eligiera por gusto sino compromisos que,
aunque me emocionaban, no estaban aportándome más que el estrés de
cumplir con fechas.

Estos meses también he pesando en Virginia Wolf, necesito una
habitación propia en donde pueda refugiarme para no estar pendiente
del teléfono celular ni el ruido de la ciudad. Una habitación que me
conecte con otros ecos, incluso algunos que parezcan mundanos.

En cuanto a la escritura, en particular la que vuelco en las
colaboraciones de La libreta de Irma, me sentía apenada de no tener un
tema con el “suficiente peso” para tratarlo. Cuando estudié periodismo
una de las primeras consignas que me dieron fue pensar en el lector,
pensar en la relevancia de lo que decimos para ellos. ¿Qué puedo
aportarles si me siento demasiado cansada para hacer algo más que no
sean las tareas obligadas y rutinarias?

Digamos que, de cierta manera, había resumido la riqueza de mi mundo a
un punto de cumplir y dejé de ver la sorpresa en ese acto. Ante esa
rutina, muchas veces pasamos de largo el asombro que puede existir en
una pequeña acción u objeto que damos por sentado que está ahí.

Y aunque, volviendo la mirada atrás, me doy cuenta que he hecho muchas
cosas de las cuales hubiera tenido material para escribir no las
sentía cercanas. Me parecían algo forzado, hice un par de viajes donde
encontré paisajes maravillosos y personas que compiten con Sherezada y
sus historias, sin embargo no hallaba la manera de relatar nada de
ello.

Escribir requiere de disciplina, me repetía todos los días pero no
hallaba un espacio en mi cansancio para esa disciplina. Escribir
requiere de ingenio y creatividad, pero igualmente sentía que me
encontraba encerrada en una caja de cristal, veía todo pero sin
tocarlo, ¿quería describir unicamente superficie?

Me tomé estos meses para “botar” un poco los pendientes, que aún
siguen ahí y cumpliré porque es un compromiso conmigo, sin embargo
necesitaba ir a la librería y decidirme a tener una verdadera elección
mía. Así fue que, haciendo un balance de mi estado de ánimo y
presupuesto, hallé un libro que una amiga mía me había recomendado ya
hace tiempo Las cruzadas vistas por los árabes (Alianza editorial)
de Amin Maalouf.

Del mismo autor, hace unos años había devorado León el Africano
(Alianza editorial), la perspectiva de adentrarme en esas geografías
remotas y hacer un viaje a través del tiempo, sé que suena a cliché
pero así pasa con los libros de carácter histórico, me distanciaban
los suficiente de lo que tenía pendiente por leer. En menos de dos
semanas lo había terminado.

¿Era lo que esperaba? Sí y no. A diferencia de León el Africano o
Los jardines de luz (Alianza editorial), cuyas tramas tienen un
personaje principal a partir del cual se va novelando, en Las cruzadas
vistas por los árabes una región es el actor de diversos hechos que
repercuten hasta hoy en las relaciones de varios países.

Fue así que conocí a Saladino, del cual sólo había escuchado su nombre
muy lejanamente, así como otros héroes árabes que buscaban proteger
sus ciudades de los invasores francos.

A veces lo que conoces de un pueblo es por medio de una sola visión,
estamos entrenados para decir blanco o negro, bueno o malo, invasor e
invadido. La complejidad de la realidad queda al descubierto cuando le
das un rostro a cada individuo y te cuenta su versión de los hechos.

Cuando nos mencionan Las Cruzadas, ¿en qué pensamos? Tal vez
imaginamos que los árabes llegaron a España y la ocuparon, por eso
muchas de las palabras de nuestra lengua, como almohada u ojalá, se
quedaron como memoria de este choque cultural.

Sin embargo, los árabes y el mundo musulmán no se deben entender sólo
a través de un fanatismo religioso e intransigente, como lo pintan en
muchas ocasiones los libros de historia e incluso, los medios de
comunicación actuales. Es verdad que existe ese tipo de comportamiento
pero toda una región no se puede resumir en ello, ya que incluye
varias naciones, miles de formas de percibir el mundo, costumbres
diversas e incluso diferentes lenguas.

Los árabes fueron pueblos muy adelantados en ciertos periodos de la
historia. Baste el ejemplo que da el libro sobre la diferencia de
tratar una infección en la pierna de un herido, en la cual el doctor
árabe recomendaba cuidados, ahora conocidos por el mundo occidental,
como limpiar la zona infectada y cambiar la dieta; en tanto, el doctor
occidental hablaba de humores, el diablo y que lo mejor era amputar el
miembro completo, en un tiempo donde no existía más anestesia que el
alcohol. Podemos imaginar fácilmente el resultado de este último
método.

Dos siglos duró la ocupación franca en la zona árabe y a pesar de
ello, las consecuencias siguen repercutiendo en la región. Después de
terminar estos relatos, recordé que tenía pendiente una novela,
¿cuántas veces no compramos libros compulsivamente y los dejamos
pendientes en el librero?

El libro de mi destino, de Parinoush Saniee, narra la historia de
una mujer iraní desde los años previos a la revolución de 1979 hasta
el presente. ¡Era perfecto par continuar con una visión de esos
territorios!

Mientras redacto esto, mis manos están sudando porque estoy en las
últimas páginas, sé que cuando les dejé estas palabras me abocaré
completamente a terminarlo. Justamente esto era lo que extrañaba, esa
ansiedad de terminar no porque deba cumplir un plazo para contarles
sobre cómo Masumeh se ve forzada a renunciar a su amor de adolescencia
y casarse para cumplir con convenciones que restringen su voluntad.
Extrañaba este sudor en las manos producto de la ansiedad por
empatizar con las luchas del personaje principal, con su deseo a
continuar sus estudios pese a la situación que vive. Esta ansiedad
propia del lector que quiere saber qué sucede en la última página pero
tendrá que despedirse de los personajes.

De forma casi mágica, tan sólo dándome espacio para decidir lo que yo
quiero leer el bloqueo por contarles algo desapareció.

@nuitaile

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