Por Celia Gómez Ramos
A saber cómo fue que comenzó ese juego macabro.
Los gritos lo despertaban los fines de semana, ya avanzada la madrugada. La mayoría era ininteligible. Unos animando a otros, y de repente, el corredero en tropel en el barullo.
¡Agitación!
Él abría los ojos, asustado, tembloroso siempre, dejando atrás su sueño y esperando, en ofrenda, comprender qué sucedía.
Bajo el rumor de la noche, acostado aunque en tensión, comenzó a hurgar, destripar e identificar sonidos; se creía bueno en ello. Detectó que el escándalo y el correr, venía cuando se escuchaba un automóvil o motocicleta avanzar a gran velocidad. Así cada vez.
De repente se oían los gritos de algún joven, con un ¡No! de retroceso, pretendiendo renunciar a semejante hazaña.
Un grupo de muchachos corría para lograr pasar del otro lado de la gran avenida antes de que el vehículo pudiera hacer chuza con alguno… Carambola, si fuese billar. Carne molida.
¿Qué los llevaría a querer liberar adrenalina de esa manera?
*****
¿De quién sería el juego más macabro?
Él nunca se levantó a observar lo que realmente pasaba, solo traducía a hechos, y ponía historia al sonido.

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