Contra el feminismo occidental


Por Irma Gallo

En su más reciente libro, La cárcel del feminismo. Hacia un pensamiento islámico decolonial (Akal, 2016), la musulmana nacida en Granada, España, Sirin Adlbi Sibai hace una crítica feroz a cómo esta corriente de pensamiento occidental y hegemónico ha encasillado a las mujeres musulmanas en el estereotipo de víctimas.

«Una de las ideas principales que sostengo en el libro es que debemos, de una vez, superar precisamente todos los discursos del oximorón. El oximorón quiere decir un concepto cuyos términos son contradictorios. Habitualmente todos los discursos sobre feminismo e Islam se han tratado siempre desde la compatibilidad o incompatibilidad de ambos conceptos y lo que yo propongo es la necesidad urgente de trascender estos discursos».

Estamos en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica. Sirin viene de un vuelo transcontinental y se le nota el jet lag. Sin embargo, cuando se trata de hablar de lo que le apasiona todo el cansancio desaparece.

 

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Confiesa que no se define como feminista, sino como «pensadora musulmana decolonial», y en el libro explica porqué: «por la necesidad de trascender toda una serie de discursos y de categorías que utilizamos para encasillar o encuadrar a las diferentes alteridades dentro de unas categorías que están vinculadas al pensamiento occidentalocéntrico y cristianocéntrico».

Y continúa con más énfasis: «Que hace referencia a un sistema global, internacional, intrínsecamente colonial, patriarcal, sexista, clasista, racista, que instituye e institucionaliza la sustracción y transferencia sistemáticas de dos terceras partes de los bienes culturales, materiales, espirituales y humanos de dos terceras partes de la humanidad hacia una tercera, minoritaria parte de la humanidad, para su beneficio».

Le pregunto qué opina de figuras clave para el feminismo occidental como Simone de Beauvoir, y su respuesta no deja lugar a dudas:

«Asumir que las luchas de liberación de las mujeres, en particular, asumir el hecho de que las luchas de las mujeres nacen en un lugar concreto, que es Occidente, y que solamente pueden nacer o inspirarse desde ahí, ya implica un grado de racismo cultural y epistemológico muy grande porque pretender que no hay más liberación o no hay más posibilidades de lucha por la liberación sino las marcadas por unas cartografías muy concretas y muy locales, eso es invisibilizar y callar todas las luchas de liberación, todas las resistencias que a lo largo de la historia han existido en todos los pueblos».

Su suave acento español parece acentuarse cuanto más se involucra en la conversación. Quiere dejar clara su postura: «Mi crítica es especialmente al feminismo hegemónico occidentalocéntrico, que nos va a colonizar a través de lo que yo llamo el no sujeto pasivo, de estudio, de intervención, de catalogación, que yo llamo “la mujer musulmana con hiyad”, como una irrealidad que sólo tiene existencia en las lógicas coloniales imperiales. Es decir, esa representación de “la mujer musulmana con hiyad” como la otra por antonomasia de esa otra por antonomasia».

«Esta “mujer musulmana con hiyad» de la que hablo fue la que se utilizó precisamente para que las potencias imperialistas en nombre de “la liberación” de esa mujer musulmana oprimida, la utilizaron como excusa para ir a invadir países como Irak, como Afganistán, o como Mali, por ejemplo, en nombre de una “mujer musulmana con hiyad”, invisibilizando que a lo que se iba era a explotar los recursos energéticos y los bienes de estos países. Y en nombre de esta liberación de las mujeres, a esas mujeres se las asesinó, se las violó, y se convirtió por ejemplo Afganistán en el primer narcoestado a nivel internacional».

Cuando Sirin iba a presentar su candidatura para el doctorado en una prestigiada universidad española, un colega preguntó que para qué querría hacer un doctorado una «mujer musulmana con hiyad». Así surgió el término que ella ha acuñado para referirse a una serie de prejuicios con el que se percibe a las mujeres árabes y musulmanas en el mundo occidental.

«De las “otras” mujeres del tercer mundo como un sujeto prototípico del subdesarrollo, de la pasividad, es decir, sexualmente reprimida, que a través de ella se quiere simplificar, homogeneizar y reducir las realidades extremadamente complejas y múltiples de más de mil 600 millones de musulmanas y musulmanes en el mundo pertenecientes a un sinnúmero de etnias, lenguas, culturas, países, y claro, todo esto tiene unos efectos coloniales muy destacados».

Para Sirin Adlbi Sibai nada ha sido fácil: «Además de mujer, musulmana, soy una mujer musulmana que ha nacido y crecido en una sociedad Occidental, en España. La construcción de nuestra alteridad, como alteridad es decir, la de los musulmanes, musulmanas, es algo que se vive desde muy jóvenes. Es algo en lo que te socializan desde muy pequeña en el colegio: siempre te observan como esa otra y es un racismo que se vive y se experimenta desde muy pequeña».

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Sirin Adlbi Sibai. Foto: Irma Gallo

La escritura de este trabajo duró 10 años, y con él, Sirin quiere dejar en claro que, aunque en esta sociedad moderna ya no se hable de civilizados y bárbaros, los conceptos de desarrollados y subdesarrollados son equivalentes:

«Estamos todos bajo el yugo de la globalización, de este sistema mundo moderno colonial donde desgraciadamente los sures nos conocemos a través de lo que desde el norte nos imponen como tenemos que conocernos entre nosotros. Entonces, tanto desde los países árabe musulmanes, a los otros sures, de Latinoamérica, los conocemos a través de lo que nos dice el norte que son, e igualmente, ustedes nos conocen a nosotros a través de lo que el norte dice que somos: a través de terrorismo, a través de radicalismo, a través de mujeres oprimidas, a través de la imagen más retrógrada y reaccionaria de lo que ellos representan, de lo que ellos dicen que es el Islam».

Sin embargo, afirma la Doctora en Estudios Internacionales Mediterráneos por la Universidad Autónoma de Madrid, hay una manera de rebelarse a esta imposición:

«Yo hablo de la conciencia como el camino hacia la ruptura de lo que llamo esta cárcel epistemológica existencial espacio temporal, y entonces hablo de una primera conciencia del no ser, es decir, la conciencia de nuestra construcción como inexistentes porque los otros somos inexistentes, el término es cognitivo de la razón colonial imperial occidental: no existimos. Los otros no existen en la concepción del ser occidental, y yo creo que todas las luchas de liberación y emancipación que podamos construir hoy en día solamente pueden partir de esta primera conciencia del no ser. Nosotros construimos esas identidades alternas como resistencia, no desde esa alteridad colonizada donde nos quieren situar».

 

 

 

 

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