Por Gabriela Pérez
I am putting myself to the fullest possible use, which is all I think
that any conscious entity can ever hope to do.
—HAL 9000, en 2001: Odisea del espacio.
En 1968, en pleno apogeo de la tercera revolución industrial , Stanley Kubrick imaginó en 2001: Odisea del espacio, una ficción del futuro basada en El centinela, cuento de Arthur C. Clarke. La supercomputadora HAL 9000 conversa, ejecuta e incluso amenaza con la inteligencia similar a la humana.
¿Vivimos ahora en un símil de realidad virtual?
Esta idea no es nada nueva. Descartes, Platón, Matrix… Muchas son las formas en las que los humanos hemos planteado la idea de vivir en una simulación.
La simulación de Matrix consiste en un mundo virtual dentro de un mundo real. ¿Podría ser que nuestros cerebros «reales» hayan sido anulados por los seres humanos o una inteligencia artificial creada por el hombre? Esta idea parece hoy menos descabellada que hace unos años. Creamos ya mundos virtuales muy parecidos al nuestro, que intentan estimular nuestros sentidos como lo hace la realidad.
Somos capaces de hacer simulaciones de universos virtuales. Sería una gran coincidencia si nosotros existiéramos en el universo real y no en una simulación.
En este caso, no sólo somos objetos computacionales, sino que nuestra existencia virtual depende del hardware en el universo real y las simulaciones creadas. Si la simulación deja de funcionar, dejamos de existir. Pero también podríamos ser almacenados, reseteados y puestos de nuevo en marcha.
Las experiencias oníricas pueden ser tan reales como cualquier experiencia de la vida. Si consideramos al mundo como una simulación sin un ordenador, tal vez deberíamos considerar al mundo como un sueño sin un soñador externo. O tal vez estamos en un sueño, pero no somos la persona que sueña. De cualquier manera, estamos atrapados en un sueño, sin un yo en el que despertarnos.
La fantasía de la inteligencia artificial, o la ficción de una vida cotidiana que transcurre en un espacio virtual, la impresión 3D, los coches sin chofer o la robotización de la manufactura son ahora algunas de las realidades que constituyen la economía actual.
No es la tecnología en sí misma la que determina el curso de los eventos, sino la relación que los usuarios establecen con ella. Es innegable, por ejemplo, el impacto que hoy ejercen las redes sociales, apoyadas en el creciente acceso a dispositivos móviles. La alta interconexión global opera como un arma de doble filo: por un lado, permite la comunicación y transferencia de conocimiento; pero por otro, incrementa la velocidad a la que ocurren las transformaciones, ampliando exponencialmente la brecha de inclusión digital en perjuicio de los grupos sociales más vulnerables.

Pensemos en la tecnología y las realidades de la ciencia ficción. Quienes han descrito esos mundos, han logrado, en cierta medida, anticiparse al futuro creando visiones de lo que podría ser. En The World Set Free, la novela publicada en 1914 por H. G. Wells, se describe una bomba que funciona con reacciones nucleares en cadena y que provoca grandes daños. Recordemos que la primera bomba atómica estalla en 1945.
En 1964, Isaac Asimov escribió un ensayo en donde habla de lo que, desde su perspectiva, sería el año 2014. Afirma ahí que las comunicaciones serán audiovisuales, pues podremos ver y escuchar a las personas en el teléfono; cuya pantalla no servirá sólo para comunicarte sino para leer y ver fotografías. Además, será posible llamar a cualquier punto en la tierra, se pondría atención en el diseño de automóviles con cerebros robóticos, que no necesiten ser operados por seres humanos. Además habría máquinas para preparar café de forma automática y que podrían ser programadas. La lista sigue y no todo lo que escribió llegó a cumplirse, pero con lo de las comunicaciones tuvo muy buen tino, por ejemplo. Prácticamente cada línea, cada párrafo de la ciencia ficción se convierte en un aliciente para transformar nuestra condición humana.

Las herramientas con las que cuenta cada universo particular dentro de las historias de ciencia ficción no provienen de la magia o de la superstición, sino de una serie de reglas enmarcadas dentro del método científico. Se plantean conceptos, tecnologías, y modelos que podrían ser posibles en las condiciones adecuadas.
Este género promueve el aprendizaje, despierta la imaginación y nos permite entender y desafiar la ciencia. Asimismo, contribuye a considerar que hay mundos que son posibles dentro de la lógica, ubica a la humanidad en un lugar y posición dentro del universo infinito, además de enfrentarnos a cuestiones que son de naturaleza filosófica acerca de la realidad y la mente. No sólo cuestiona los límites de la ciencia, sino que muestra la débil construcción de nuestras creencias morales y éticas, además de la necesidad de hacerlas flexibles, dinámicas y capaces de ajustarse a nuestra realidad.
Las distopias como 1984, Farenheit 451 y Un Mundo Feliz, nos muestran lo que podría convertirse nuestra sociedad si persistimos en cultivar determinados valores. La ciencia ficción es un espejo para lo que podemos llegar a ser y lo que tememos. Desde esta perspectiva, promueve el entendimiento de los procesos históricos y sociológicos, ya que nos permite examinar nuestra cultura contrastándola con otras. ¿muchas de las características sociales planteadas en las distopias antes mencionadas se están cumpliendo una por una, como un recordatorio de que tal vez aún hay tiempo para cambiar nuestro futuro?
Pero no sólo resalta lo que no queremos que sea, nos permite soñar con un mundo diferente. Sigue siendo el papel de este género el enseñar a la humanidad que no hay límites que deban dejarse intactos, que es posible seguir evolucionando. Necesitamos más personas que crean que es posible conquistar las estrellas, construir carros voladores, y pensar en esto que somos como sociedad y lo que podemos hacer para cambiarla. Asimismo, nos planteamos soluciones para problemas futuros, relacionados con el creciente y constante cambio tecnológico. La ciencia ficción nos enseña a convivir con nosotros mismos en un futuro ya no tan distante.
Es el cambio, el constante e inevitable cambio, el factor dominante en la sociedad. Ya no hay una decisión sensible que pueda tomarse sin tener en cuenta no sólo el mundo como es, sino como será… los escritores de ciencia ficción ven lo inevitable, y aunque los problemas y catástrofes puedan ser inevitables, las soluciones no lo son. Las historias de ciencia ficción individuales pueden parecer triviales ante los ojos de los críticos y filósofos de hoy en día, pero el corazón de la ciencia ficción, su esencia, se ha vuelto crucial para nuestra salvación si es que podemos salvarnos.
Isaac Asimov.
Si podemos salvarnos de los posibles desastres de un futuro de ficción, y la especie humana es tan brillante que puede pensar en soluciones para los problemas de mundos así, ¿podremos, como sociedad entonces, rescatarnos ahora de los desastres que nos acompañan hoy en realidad? Es emocionante vivir este periodo histórico en el que prometedoras ficciones tecnológicas se asoman a la realidad.
Estoy segura de que podemos hacer de este futuro anticipado un mundo menos desigual, con más bienestar para más seres humanos, capitalizando sus beneficios económicos y sociales de manera inclusiva y sostenible.
Lo contrario sólo podría atribuirse a un error humano, diría HAL 9000.
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