Lo cotidiano, lo que nunca termina: Obra negra, de Gilma Luque


Foto de portada y texto: Irma Gallo

La presencia de una madre que se muere lentamente de una enfermedad que, durante un tiempo, no saben ni nombrar. Una casa que se construye y se construye, pero nunca se termina en la Unidad Santa Fe. La infancia, enmarcada por las tardes de telenovelas tomando Nescafé con la abuela, las visitas a los familiares en pueblos aledanos a la Ciudad de Mexico; el terremoto del 85. Gilma Luque entreteje los recuerdos con la ficcion para construir una historia entranable, viva, en constante transformacion, en su novela mas reciente Obra negra (Almadía, 2017).

«Esta novela la empecé hace como cuatro años», dice, en entrevista en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica, «y empezó siendo no una novela; empezó siendo una especie de confesión».

La madre de la protagonista de Obra negra (que no tiene nombre) comienza a perder control de sus piernas; luego, se orina encima porque no logra llegar al baño. Siempre se siente cansada y su vida, y por lo tanto la de su hija, transcurre entre consultorios y hospitales.

«Empecé a escribir sobre un recuerdo, que es la enfermedad de mi madre, entonces escribí una primera parte sobre eso, que es la primera parte de la novela, y era muchísimo mas larga y sin una intención literaria». La también autora de Mar de la memoria (Ediciones B, 2014) dice que esta especie de diario creció de tal manera que decidió convertirlo en una novela, para lo cual echó mano de la ficción.

Además, las constantes referencias a espacios específicos de la Ciudad de México no son sólo un set inanimado en Obra negra.

«Yo quería que la ciudad fuera otro de los personajes. O sea, que no fuera una novela que estuviera tan adentro -aunque se que pasan muchas cosas dentro del personaje-, pero que también fuera una espectadora o un testigo».

A veces escribir duele. Para Gilma Luque significó recordar una etapa dura de su vida.

«Yo tenía la infancia muy alejada. No me gustaba mucho la idea de regresar a la memoria de la infancia porque fue difícil. Mi madre estaba enferma. Pero una vez que regresé, una vez que pasó esta primera escritura que ya no existe, que de ahi partió pero se volvió otra cosa, disfrutaba mucho recordar y pensar».

Una vez desatorado el mecanismo de resistencia la escritura fluyó, y Gilma se concentró en esos mínimos detalles de la cotidianidad que hacen que la novela se sienta real, con personajes de carne y hueso.

«Se desataron los recuerdos, entonces ya empezaba a pensar ¿qué era significativo para mí?, la lonchera. Recuerdo una lonchera que tenía ahí y era para mí lo máximo; el olor del termo».

Portada Obra negra Magallanes
Foto: Twitter de Alejandro Magallanes

 

Fue el trabajo de regresar a ese tiempo, y cuando no puedes tenerlo por completo, rellenarlo con otros recuerdos.

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