Por Gabriela Pérez
Foto de portada: Leonor (detalle) por Amy Cutler (Facebook)
Muchas veces, me duele la cabeza después de mirarme un tiempo en un espejo cóncavo.
Quizá eso me pase porque los espejos me ayudan a darme cuenta de que toda grandeza es igual a sí misma. Sabemos todos, que lo cóncavo y los convexo son funciones que dependen del punto de vista del que se observa una gráfica. La referencia siempre importa. El hombre, por ejemplo, puede calcular el peso del sol, el de los planetas; se esfuerza en otro sentido y descubre partículas cada vez más pequeñas.
Tiene la capacidad de construir pirámides que no se caen con el paso de los años, ideas y actos que aún cuando muera la especie, serán eternas. Pero enmudece de asombro ante una colmena de abejas, ante una de las extrañas criaturas que viven en las profundidades del mar, la magnífica construcción de una telaraña, o una concha de caracol. Independientemente de todo lo que alcanza, se deja abrazar por el tiempo, las sombras, las dunas, el viento, se agazapa ante la nada.
Para quien entiende mal la libertad humana, una hipótesis errónea es a veces preferible a otra cierta y exacta. Para ellos es siempre más cómodo decir que el mundo no los entiende, que están en su proceso y que no tienen fuerzas para estar con los que ama. Porque trabaja, porque suda. Lo hace, sí, pero ignora que toda relación conlleva acciones y responsabilidad. Obvia que toda acción, y toda quietud implica consecuencias.

Hay tantas formas de no ser. Esos seres siguen, pero no perduran. El mundo transcurre y ellos no. Es así, son sutiles, nunca terminan. Los que son exageradamente sutiles, raramente son grandes hombres. Sus inquietudes y trabajos son casi siempre tan inútiles como refinados. Su acrecentada sutileza los aleja de la vida práctica.
Es cierto que yo tampoco habito siempre en la vida práctica, en mi mundo imaginario, él está en su lecho de muerte. Allí observa fotografías de quienes han poblado su vida. Retoza en ese viaje a través de la memoria, los seres reales llegan a confundirse con los personajes de sus historias; las escritas, las habladas y las ignotas. Poco a poco, la ficción se impone a la realidad. La razón no sólo se arruina, también la misma vida si uno osa a no creer a los sentidos.
¿Hay que reproducir lo que exponen y repiten los modelos impuestos, o, por el contrario, hay que insistir en las fórmulas audaces, que anulan el discurso convenido?
Si no lo haces, terminarás por llegar al callejón sin salida de un rebuscado materialismo. Aún tenemos mucho que aprender acerca de la materia, te equivocas si crees que hemos agotado las posibilidades de aprender. Ya no se queman brujas, pero siempre es posible quemar –o comerse, con una copa de vino- una carta que diga alguna verdad incómoda.

Él precisa tener algo con qué jugar; un día se permite tener pájaros, otro, grita, baila o canta. llega el día en que toca el turno a las amantes. Buena muestra porque las hay de todo tipo, algunas tienen una cara gorda, pueden darse el lujo de reír bajo su grasa, sin que el más avezado fisonomista sea capaz de percibirlo. También yo preciso divertirme, y me congratulo de estar en su lista. En su catálogo entonces, habemos otras miserables criaturas, descarnadas, con el alma inmediatamente debajo de la epidermis. Las que nos expresamos, en un idioma en el que es imposible mentir.
No sólo no mentimos. No obviamos nunca, las verdades. Creemos en quienes escuchan, creemos en lo que duele, en lo que lucha. Creemos en todo lo que llega.
¡Ah! que cosa singular es el orgullo humano. Parece imposible contenerlo. Sus teorías todavía no se oponen a la realidad, pero llegará el día en que la realidad se opondrá a ellas. Nos pasa a todos, estoy segura, cuando nuestros conocimientos reales son insuficientes, nos volvemos sofistas, terminamos perdidos en los discursos y la afectación. Para nada sorprende que a los individuos insignificantes les guste tanto contemplarse en los espejos. Se ven en el espejo en toda su magnitud. Si un sabio poseyera un espejo en el que, como ellos, pudiera verse en toda su dimensión, quizá no lo abandonaría nunca, para él sería un impulso más potente que carecer en absoluto de opinión.
Las imágenes con las que yo me alimento en cambio, dotan a mi mente del hábito de la duda; y a mi corazón, lo cubren con el ojo de la tolerancia. Un libro es una especie de espejo; cuando un mono se mira en él, no contempla la imagen de un felino. Selecciono muy bien qué leo, porque sé que quiero ser.

La naturaleza ha proporcionado a los hombres, un mal recurso contra el miedo a la muerte, Nos hizo creer en la inmortalidad. Los más afortunados perduran, los demás, no honran la vida.
Mientras la memoria conserva su vigor varios seres conviven en uno. En mi caso, vive una semilla intelectual; ella alberga mi intelecto, mi filosofía y lógica. Es también la soñadora, la que anhela ver la belleza destrás de la verdad, es una artista que divaga y ve sólo el momento. Discute con la Pasión, lo erótico. Ella es la anarquía del deseo, es la romántica, la amante. También es la guerrera, la pasión es la constante que nunca oscila. Por suerte está también el tercer tercio, aquello que une a todo. Armonía, Sabiduría, Equilibrio.
Pero cuando la memoria se debilita, empezamos a quedarnos solos.
Convertirse en buey no es suicidarse.
Puedo mantenerme inmóvil, como un espléndido candelabro, bello aunque que no ilumina desde hace treinta años.
Como soy afortunada, está el otro. Él es capaz, como un prisma, de descomponer un pensamiento qu en otros siete, cada uno de ellos más bello que el otro. A continuación, puede componer en un haz, una infinidad de pensamientos. hace surgir la luz más blanca donde otros no habían visto otra cosa que una mareante mezcla de colores.
Es imposible alumbrar con la antorcha de la verdad sin chamuscar por aquí, o por allá. Existen personas que cuentan, más que con auténtico genio, con cierto talento para captar al vuelo los deseos de un siglo, o de un decenio, antes de que nadie los haya manifestado. De esos es Jack.
Sin duda, uno de mis hábito buenos el de anotar lo que pienso en distintos cuadernos destinados a ese fin. Verificar paso a paso en el tiempo, la evolución de mis actos. A veces es útil para conservar y dirigir las energías y me surgen razones para proseguir.
Muchos sustentan su falta de fe en una cosa, con la fe ciega que tienen en otra. Mi fe ciega está en varias cosas.
Creo que sufro de arrogancia, porque sostengo que aunque ellos presumen de su gran inteligencia, su razón es todavía virgen. Lo leo, lo reconozco en su rostro.
La facultad de hablar en sueños se podría utilizar con mucha eficacia para escribir en parte cualquier de una novela. Vivimos y experimentamos sensaciones tanto cuando soñamos como despiertos: sueño y vigilia son partes igualmente importantes de nuestra existencia. Es un gran privilegio poder soñar y ser consciente de ello. Personas que admiro dirían que casi no sabemos aplicar a la facultad de soñar un uso conveniente. Los sueños son una porción de vida, pero se pierden poco a poco mientras estamos despiertos, y nadie puede decir dónde empiezan , dónde se interrumpen.

Imaginas que yo persigo lo extraño por ignorancia de lo bello, pero no es así. Ocurre que porque tú ignoras lo bello, yo busco lo extraño. Pasé horas y horas tratando de tener una idea acerca de la muralla que de la nada y sin aviso me levantaste. La proezame resultó imposible. Imposible, física, moral, emocional y metafísicamente.
SI un individuo se prestara a relatar sus sueños sin tapujos, estos sueños revelarían su carácter mucho más fidedignamente que su cara. Puede ser que el sueño sea el merecido descanso de los órganos del pensamiento.René me clava agujas, me pone balines, me presiona puntos, me abraza, me escucha gemir, reír, gritar y llorar. Sigo pensando, pero otra vez sueño, ya no tengo migrañas, y otra vez tengo ganas de bailar.

Virgilio quiso que su Eneida fuera quemada, pero Augusto no lo permitió. Seguismundo Guindano de Cremona quiso que se incinerara su Austriada. ¿A qué nos parecemos sino a un águila sin alas, de cuatro patas?
Declaro a mi casa manicomio. Para entrar es preciso que hablen un poco shakespeariano.
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