Por César Mundaca
(Foto de portada: Irma Gallo)
Mónica Leguía siempre soñó casarse con un hombre a su medida, en una casona barranquina y ante los flashes de los paparazzi. Ese hombre debía tener un apellido rimbombante, ejercer algún cargo de dirección en una gran empresa textil, y por supuesto, ser agraciado físicamente. “Ay, muy exquisita la mona”, susurró Dulce María, una de sus tantas amigas convenidas.
En 2009, Mónica asistió a la fiesta de cumpleaños de su prima más pícara, Antonella. Allí conoció a quien sería la lotería de su vida, el joven exportador de fibra de alpaca Álvaro de Souza Prestinoni.
Casi de inmediato, la conversación entre ambos se tornó amena y fluida. El diálogo giró en torno a ¿el independentismo catalán?, ¿el Nobel a Kazuo Ishiguro? No, no te equivoques. Versó sobre asuntos “trascendentales”, como las marcas de autos, las excursiones al Caribe y las prendas de vestir.
Ella presumía de comprar su ropa en las boutiques más afamadas de Milán, Londres, París y Nueva York. ¡Puras mentiras! En realidad, era una asidua clienta de Mechita Style, modesta tienda del Centro Comercial Parque Cánepa, donde incluso obtenía descuentos de hasta el cincuenta por ciento en lencería colombiana.
Al poco tiempo, Mónica y Álvaro iniciaron un largo romance con momentos de recreo. Periodos en los cuales cada uno practicaba el arte de la infidelidad.
A inicios de 2016, Álvaro pidió la mano de su consentida en la mágica ciudad de Hallstatt, Austria. Suceso que apareció publicado en las primeras páginas de la revista Chic. La fecha programada para el matrimonio civil fue el 28 de diciembre.
Y llegó el día. Familiares, amigos y algunos recuerditos del ayer se dieron cita en la casona Rosell-Ríos. Los novios, derramando lágrimas y con el fondo musical de Love Is In the Air, dieron “el sí” ante el Alcalde de Barranco.
A la vuelta de la esquina les esperaba el viaje de luna de miel a Puerto Vallarta. Lo insoportable de ese viaje fueron las innumerables fotografías de la parejita en pose romanticona y las transmisiones en vivo que colgaban en Facebook e Instagram.
Pero tanta felicidad no duraría demasiado. Mientras los tortolitos hacían el amor bajo las palmeras, la Cuarta Fiscalía Especializada en Delitos de Lavado de Activos inició una investigación contra Álvaro por supuestos vínculos con el caso Ecoteva.
La noticia causó un enorme revuelo en los círculos empresariales limeños.
El caso fue judicializado y De Souza recibió una condena de dieciocho años de cárcel. También se ordenó el pago de medio millón de soles como reparación civil a favor del Estado.
Una semana después de leída la sentencia, un sospechoso incendio destruyó las instalaciones de la empresa del condenado y su casa de playa en Puntasal. Además, su cuenta bancaria fue saqueada por una mafia dedicada a la clonación de tarjetas de crédito y débito.
Frente a este escenario, Mónica, con el alma quebrada, empezó a buscar trabajo. Tocó, incesantemente, las puertas de sus contactos. Sin embargo, algunos prefirieron ignorarla, y otros, la insultaron utilizando esa arma de doble filo llamada redes sociales.
No tuvo otra alternativa que tocar la puerta de Mechita Style, donde tras multiples ruegos a la dueña, consiguió trabajo como vendedora de fajas reductoras y leggins.

César Mundaca
Nacido en Lima, Perú en 1988. Abogado. Egresado del Taller de Escritura Creativa de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Lector y escritor de cuentos y artículos sobre política nacional e internacional.
Blog: www.miscelaneamundial.wordpress.com
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