La palabra de Gabriela: Las aguas llevan su nombre


Por Gabriela Pérez

 

Llega un momento en el que todos los padres, seguro, hacen lo mismo.

El que moldea lo que pienso ahora, un día se dijo a sí mismo:

Ahora, hijo, tienes la oportunidad de mostrar tu talento. Aquél posee las tierras y posee el mar, ni la tierra ni el mar están abiertos a nuestro vuelo. Pero el cielo permanece. Intentaremos ir a él.

¿Sienten como yo, ternura de que a este padre no le importa emular a quien tuvo la indulgencia del alto Júpiter?

Hemos amado todos. Si por cuidar ese amor y a mi amado, debiera pasar por el Estigia, me sumergiría sin pensarlo, me hundiría en el Estigia. No importa que no nade, ni flote. Saldría airosa porque en hay circunstancias en las que uno se ve obligado a cambiar las leyes de su naturaleza.

A menudo, los males despiertan el ingenio: ¿quién creería que un hombre puede caminar por las calles del cielo?

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¿Puede uno en la desesperación instruir cómo se regla las plumas en orden, tal como las alas los pájaros?

El primer paso es entrelazar los hilos de lino, sellarlos luego con cera licuada en fuego. Tras muchas horas, se tiene por fin el trabajo de la nueva ciencia. Firme, fuerte, terminado.

El niño manipulaba la cera y las plumas, sin saber que estaban preparados para sus hombros.

Con esto -le dijo su padre- tenemos que volver a casa, por estos medios debemos escapar del tirano. Todo lo demás lo cerró, pero el aire no. Puedes hacerlo con mi invención. No tendrás que mirar a las constelaciones que pasé yo, porque los tiempos cambian. Tu Osa no será la misma, ni siquiera a Orión verás de la misma forma. Sígueme con las alas que te doy. He ido antes, asegúrate de seguirme y con mi guía estarás seguro. Si cruzas el aire demasiado cerca del sol, la cera no resistirá el calor; si en cambio te mueves hacia abajo, cerca del mar, las alas se mojarán. Vuela en medio de uno y otro. Ten cuidado también con los vientos. Se llame como se llame y sea quien fuera, el aire te lleva a dónde quiere si sabe cómo funcionan las alas.

Y mientras habla -éste en quien pienso-, acomoda el trabajo, adapta las alas hechas para él a la espalda del niño. Le enseña a moverse. Luego, con temor, golpea su cuerpo con la mirada en el nuevo camino: listo para volar, decreta. Besa a su hijo, y las mejillas paternas no dejan espacio para lágrimas en este momento. Lo mira con orgullo, emoción y respeto. Había una colina, más baja que una montaña, más alta que la llanura. Más allá, los dos cuerpos se entregaron al vuelo.

Estoy cerca del padre. Puedo incluso sentir cómo mueve sus alas, puedo ver también cómo mira las de su hijo mientras continúa su viaje. Al joven le gusta el nuevo camino. depuesto el inicial miedo, quiere volar más fuerte, audazmente.

 

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Me angustio a veces en mis sueños. Me torno un pescador tratando de atrapar con la caña el pez. Dejo el trabajo a la mitad, pues el pez es demasiado grande y mi caña está ya rota. Quedan muy lejos, otros parajes, han dejado atrás lugares pletóricos bosques. Mis dos viajeros están rodeados de aguas y peces que saltan.

El niño, demasiado atrevido debido a su edad, claramente imprudente, se empujó más alto y dejó a su padre. Los ligamentos se derriten, la cera cerca del sol se licúa y las alas no mantienen el ritmo y los juegos de los vientos.

Frunciendo el ceño, la joven promesa miró el mar desde el cielo; vino en sus ojos la oscuridad nacida del miedo. Sacude sus brazos desnudos, tiembla sin tener dónde sostenerse. Cae.

Cayendo dice: «Padre, precipítate, o apresuras el paso, o te rebasan los hechos”.

Mientras hablaba, las aguas verdes le cerraban la boca. Y el infeliz padre, que ya no es padre, sin respuesta preguntaba: ¿dónde estás, de qué forma vuelas?

Llamó a su hijo, buscó, buscó, buscó y vio las alas en el agua. La tierra cubre los huesos, el mar guarda su nombre. Las mejillas del padre se han tragado las lágrimas. Ossa tegit tellus: aequora nomen habent.

 

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2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. gabdelda dice:

    ¡Muchísimas gracias! Seguimos en comunicación.

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  2. Estimada gabdelda

    La sensibilidad a flor de piel con que escribes es preciosa.Bien dicen que las plumas no las dan a cualquiera. Tienes un privilegio único y es comunicar tus emociones. Aplaudo tus pensamientos, celebro tu blog y estamos en comunicación.

    Te invito a seguirme. Saludos desde Mazatlán, Sinaloa, México

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