Por Irma Gallo
Veo la serie Indocumentados, en Netflix. Narra las historias de varias familias que, por razones muy diversas, se encuentran viviendo en Estados Unidos con un estatus migratorio irregular.
Aunque la mayoría de los casos son de personas que llegaron de Centroamérica, también hay una familia israelí y otra de Mauritania. Pero el común denominador es la desesperación por un futuro incierto.
Uno de los inmigrantes cuya historia se cuenta en este documental es Pablo, de 20 años de edad y que llegó a Estados Unidos, proveniente de Colombia, a los tres. En una frase (que parafraseo porque no recuerdo exactamente) él define de la mejor manera el sentimiento de aquellos que se ven obligados de salir de su lugar de origen y vivir en la clandestinidad en Estados Unidos:
Somos los sin país.
Alejandra, por otro lado, es mexicana de nacimiento pero vive en Estados Unidos desde 1998. Se casó con un militar y tienen dos hijas. Él votó por Trump, aunque ella le decía que no quería a los mexicanos, pero él insistió en que al empresario convertido en político sí le importaban los veteranos, los que pelearon por su país, y jamás deportaría a la esposa de uno de ellos… sin embargo, se equivocó: a pesar de ser la esposa de un ex militar, de la cobertura mediática que recibió por esta circunstancia, y de tener dos hijas nacidas en Estados Unidos, Alejandra es deportada a un México que ya no conoce, al que no pertenece, al que nada la une.
Leo, al mismo tiempo (aunque no simultáneamente) Desierto sonoro de Valeria Luiselli (Sexto Piso, 2019). La protagonista de la novela trabaja en un proyecto sobre los menores que llegan a Estados Unidos sin un adulto que los acompañe, y cómo su destino será, inevitablemente, un centro de detención.
Es similar a la historia, en el documental, de la sobrina de «María» y «Miguel» (las comillas se deben a que los entrevistados no quisieron dar sus nombres reales), detenida en un centro en Texas durante varias semanas, y su reunión final con sus tíos.
¿Casualidad? No lo creo. El tema de la migración, de la separación de familias, de las deportaciones, se ha vuelto cada vez más recurrente desde que Donald Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos, en 2016 y puso en marcha una política de cero tolerancia contra la migración indocumentada.
Y lejos de que haya una solución justa y humanitaria para todas esas personas que salieron de sus lugares de origen huyendo de la violencia, el hambre y la miseria, el panorama se pinta cada vez más de negro.
No importa si quien ocupa la oficina oval es Republicano o Demócrata.
Postdata: Cuando estoy terminando de escribir esta entrada, googleo Living Undocumented en busca de fotos para ilustrarla. Entonces me entero de que la productora es la cantante y actriz Selena Gómez, quien, según sus palabras:
Nací en 1992 en Texas, como ciudadana norteamericana, gracias a la valentía y el sacrificio de mi tía y mis abuelos.
Primero la tía, y luego los abuelos de Selena Gómez cruzaron la frontera de México con Estados Unidos «in the back of a truck» en 1970. Su padre (que tendrá mi edad, o menos, calculo), nació poco tiempo después, ya en ese país.
Aunque muchos otros casos, la mayoría, no tienen finales felices, no cabe duda que con la familia de Selena Gómez el sueño americano se hizo realidad.
Así que me parece loable que haya decidido producir este documental, para que se conozcan las historias de otras familias que no han tenido la suerte de la suya.
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