La dama en el castillo. Aproximación a Iris Murdoch


Por Irma Gallo

Hace unos días volví a ver la película Iris (Richard Eyre, 2001), en la que tanto Judi Dench como Kate Winslet interpretan a la filósofa y escritora irlandesa Iris Murdoch. Kate es la joven, vivaz y rebelde Iris, mientras que Judi encarna a la mujer mayor que empieza a ser víctima del Alzheimer.

Después de ver la cinta, que me gustó quizá más que la primera vez, me puse a pensar porqué no había leído nada de Iris Murdoch. No encontré una respuesta que me dejara satisfecha, así que fui a una librería y me hice de El unicornio, novela que escribió en 1963 y que publicó en castellano la editorial Impedimenta (una de mis favoritas) en 2014.

Portada de la edición de 2014 de Impedimenta

Empezar a leer El unicornio desconcierta. Para empezar, no se entiende bien la época en la que está situada. El castillo de Gaze, en una costa de Irlanda del Norte, en donde ocurre la historia, parece no tener luz eléctrica. Todo está sumido en las penumbras, y cuando se habla de encender una luz, siempre se trata de velas. Sin embargo, como pronto se puede descubrir, cerca hay un aeropuerto.

Pero esto no es lo más extraño. De hecho, conforme se va avanzando en la lectura, resulta que casi es lo de menos. El castillo, al que llega a trabajar la joven Marian Taylor, está situado en medio de un paisaje agreste, en el que convergen el mar, una ciénaga y grandes peñascos. O sea, que todo el escenario está gritando que aquí hay un misterio.

Marian cree que su trabajo será dar clases a los hijos de un matrimonio, pero lo primero que descubre es que su única alumna es una mujer misteriosa llamada Hannah alrededor de la cual todos los habitantes del castillo parece que orbitaran, como si esa cegadora luz que desprende fuera el centro de sus vidas.

Pero pronto Marian, al igual que el otro personaje venido de fuera, Effingham (y junto con ellos, nosotros, los lectores) se empezarán a preguntar si los sirvientes de Hannah Crean-Smith no son también, y sobre todo, sus carceleros, o si es al revés. Al fin y al cabo, no es nada fácil descifrar a la mujer, mucho menos al conjunto de símbolos que Iris Murdoch despliega en esta historia, entre novela gótica, fábula filosófica y, por supuesto, novela de amor.

Alrededor de Hannah, decía, se mueven una serie de personajes: Gerald Scottow, quien aparentemente es sólo un mayordomo; Violet, una vieja ama de llaves y su hermano Jamesie, una especie de peón. También está Denis, un hombre misterioso que también ejecuta las tareas manuales y básicas del lugar.

Y por si fuera poco, Marian descubre que los habitantes del castillo que se alcanza a ver a lo lejos, Riders (al cual ha llegado Effingham), están relacionados con los habitantes de Gaze de una manera íntima y tenebrosa: Hannah tuvo una aventura con Pip, hijo del viejo Max y hermano de Alice, y cuando Peter (marido de Hannah) los descubrió, casi le cuesta la vida al caer de un peñasco.

De lo que nadie quiere hablar es si la caída de Peter fue accidental o la provocó su esposa.

Y esta es quizá la razón por la cual Hannah permanece encerrada en el castillo de Gaze, rehusándose a probar la libertad, aún cuando Effingham, un viejo y necio enamorado, y la misma Marian, que también sucumbió a su encanto, le insisten varias veces y de muchas maneras.

Hannah puede despertar el odio más feroz o el deseo más urgente. Alice, quien ha estado enamorada de Effingham desde la juventud, siente unos celos incontrolables por su causa. Pero también la vieja Violet le guarda un rencor reseco, aunque no queda muy claro porqué.

Judi Dench como Iris Murdoch en la película Iris, de 2001

Hannah parece no sólo tener poder sobre quienes la rodean, sino también sobre las relaciones entre ellos. Marian, por ejemplo, cae presa del deseo por Denis, como hace algunos años ya lo hizo Alice. Pero ella, la dama encerrada en el castillo, se mantiene al mismo tiempo lejana, intocable, pura…

Hasta que un sorpresivo desenlace, muy a modo de Shakespeare, precipita a los personajes a tomar decisiones, al tiempo que las fuerzas de la naturaleza prácticamente destruyen el lugar: la tormenta salvaje provoca que ciénega se desborde, con sus aguas cafés, hacia el mar.

Y mejor aquí le dejo, para que lo lean. Atrévanse a descubrir la literatura cargada de símbolos de esta filósofa y escritora irlandesa, que publicó su primera novela a los 35 años de edad, y murió a los 79, cuando el Alzheimer le había borrado hasta su propio nombre.

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