Por Concha Moreno

Estaba en la fila del súper y supe que los rumores eran ciertos: la gente está enloqueciendo por el papel baño. Carritos llenos de papel ultra pachón y hasta perfumado. Había persona que no llevaban comida, pero sí rollos y rollos perfectos para crear el infinito de Moebius.

«The ultimate American terror», dijo una vez Lionel Shriver acerca de la crisis de papel higiénico en su novela Los Mandible. De pronto la realidad nos ha alcanzado. Y todos nos reímos hasta que el chiste ya no nos haga gracia y nos deslicemos por el pavimento para alcanzar el último cuadrito del último rollo de Pétalo.

Los Mandible es una novela satírica que bien vale la pena leer en estos días de estrés. Cuenta la vida la familia Mandible, unos millonarios que para 2029 han venido totalmente a menos. Y con ellos, Estados Unidos. Hay un muro en la frontera con México, pero no es para evitar que nosotros nos colemos a Estados Unidos sino exactamente para lo contrario: para que los gringos empobrecidos no se brinquen de nuestro lado. ¿Mencioné que el presidente gringo nació en Oaxaca?

La novela de Shriver– famosa ya por Tenemos que hablar de Kevin; Los Mandible es mejor novela– cuenta todo lo que el mundo teme estos días: que se acabe el agua, que el dólar se deprecie a muerte, y que tengamos que usarlos para, sigh, limpiarnos el trasero.

«In God me trusted» es el subtítulo de Los Mandible y la mala leche se nota. Para todo aquel que tiene la economía como profesión, o diversión, Los Mandible le resultará divertidísima. Todas las promesas del liberalismo económico las ha regresado como una debacle ineludible. Los self-made-man han perdido toda capacidad para sobrevivir por sí mismos. La falta de seguridad social tiene a gente muriendo en las banquetas. Mientras tanto, Florence Mandible trata de hacer guisados para toda la familia usando una col.

Los Mandible abarca un buen lapso. Comienza en 2029 y termina en 2047. Toda una saga familiar.

En estos días de encierro sanitario Los Mandible será una gran compañía. No dejarán de reír al ver que la vida imita al arte y que Lionel Shriver vio el futuro en el cartoncito de un rollo de papel.