Por Concha Moreno
Hay formas y Formas. Hay quien sabe la diferencia. Una de esas personas es Leila Guerriero (Argentina, 1967). La forma es el tipo de construcción (como esta, digamos) que los escritores comunes usamos para ganar tiempo en lo que nos viene a la cabeza qué escribir. Leila parece que nació sabiendo qué decir. En la brevedad encuentra su mejor expresión. De Leila Guerriero son la Formas.
A ver, antes de enredarme, explico: Leila Guerriero es una de las grandes periodistas de nuestros días. Uno de los consejos que siempre le dan a los noveles escritores es que encuentren su aliento; si se es un velocista de corto aliento, escribir cuentos. Si se es en cambio un corredor de fondo, un maratonista de la palabra, nada: a las novelas y los ensayos. A eso me refiero con las Formas con mayúscula: qué escribir y cómo. Leila ha explorado ambos territorios. Sus perfiles donde descubre lo mismo rostros privados de gente muy pública que secretos de la «gente normal» son extensos e imprescindibles. Como novelas que suceden en 15 páginas.
Pero desde hace algunos años Guerriero se desempeña como columnista en el diario español El País y ha cultivado la Forma breve. De eso va Teoría de la gravedad, su nuevo libro, en el que se recoge las mejores de estas columnas, sobre todo aquellas que lidian con un asunto apasionante: ella misma. Leila es un personajazo. Hacer periodismo sobre uno mismo es un riesgo puesto que no todo lo que le pasa a uno es interesante y porque uno puede pecar narcisista. De hecho: se peca de narcisista. Y hay que despojarse de ese tabú. Fuera ropa. Sí, me la paso pensando en mí misma y pienso que soy un encantador de perros.

Tuve la gran fortuna de tomar un curso con ella hace unos años y aunque no nos llevamos bien, todo los que nos dijo me pareció fascinante. De cada perfil de 15, 20 páginas Leila escribe cientos de cuartillas y poco a poco va hilando fino, como quien trabaja el telar. Discutimos una vez y creo que ya no terminé el curso. No mentiré, quizá ese enfrentamiento fue el pináculo de mi carrera periodística.
Y miren que en realidad Leila en persona es tímida, quizá huraña. Una mezcla rara: cuando nos hablaba de periodismo era frontalmente, con el ariete y la porra. Pero en el momento de convivir con nosotros era reservada.
Así que fabulo que escribir las columnas que conforman Teoría de la gravedad fueron un ejercicio rudo, de alto impacto, una desnudez doble; la de la mujer y la de la periodista que se aparta de los temas coyunturales (así le decimos los periodistas a eso que la gente normal llama «estar en el ajo») y decide hacer reportaje de sus entrañas. Leila en su laberinto, que es ella misma.

Es posible que nadie encarne el renacimiento del periodismo latinoamericano a principios de este siglo mejor que Leila Guerriero. Desde que la crónica Los suicidas del fin del mundo fue publicada hace 15 años hasta Teoría de la gravedad, Leila ha escrito sin descanso y también sin dudas. Ha creado un estilo, cosa tan difícil en el periodismo puesto que se escribe al calor de los hechos y la consigna es que texto a tiempo mata texto bien escrito. Como los grandes, Guerriero hace las dos cosas: sus trabajos son oportunos y bellos.
En Teoría de la gravedad los textos breves y precisos se leen con la inmediatez de una nota roja. Leila examinando el cadáver de sí. No he acabado de leerlo puesto que lo bajé a mi Kindle hace un par de horas (escribo esto en domingo, a unos días de mi cumpleaños, y por eso la frivolidad de comprar un libro en estos días tan difíciles). No les revelaré nada de lo que he descubierto y no es que Leila sea pornográfica, pero ay. No no no. Qué gran manera de quitarse la máscara.
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