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Un viaje a otra Patagonia


Por Irma Gallo

Crónica, cuento, prosa poética, Mi Patagonia, de Cristina Rascón (Nitro/Press, 2019) es un experimento con los géneros pero también con el lenguaje. Es un viaje en el que un personaje de ficción, Lucía –inspirado en la propia Cristina pero que, sin embargo, se desprende hábilmente de la experimentada viajera que es su creadora– emprende, por primera vez, un viaje fuera de su país. Su destino es Sudamérica, este territorio que nos conecta como un árbol primigenio, en el que la savia que corre por sus ramas es el español, una lengua que florece con colores y texturas distintas en cada país –excepto en Brasil, por supuesto, en donde el suave y musical portugués, sin embargo, se vuelve un fruto dulce de ese árbol cuyas hojas, millones de ellas, han desaparecido por la violencia, las migraciones, la corrupción, los desplazamientos forzados.

«Yo, Cristina, viajé con un ansia de conocer lenguajes, de maleabilizar mi propio español, y sí, de joven tuve la tentación de estudiar Ciencias del Lenguaje».

Cristina Rascón en Luasane, Suiza. Foto: Facebook

Lucía nunca llega al que planeó como destino final, la Patagonia. En cambio, regresa a México a alcanzar el punto más alto al norte de Sonora: Puerto Peñasco, un lugar que, gracias a la narración de Cristina Rascón, suena a paisaje lunar, a ciencia ficción, a Ray Bradbury o Alejo Carpentier. (Aunque la autora afirma que se resistió a caer en la fantasía):

«Después me di cuenta de que sí tiene influencia de Alejo Carpentier en Los pasos perdidos. Hay una palabra que dejé fuera y ahora me arrepiento: llego a ver las piedras del cráter El Elegante como piedras «infantóricas». Y después quité esa palabra y me arrepiento. Pero yo quería hacer un poco ese viaje hacia el origen pero sin caer en los elementos fantásticos, que es lo que hace Alejo Carpentier en Los pasos perdidos. Entonces, me di cuenta después, no lo hice conscientemente. Pero sí fui gran lectora de Alejo Carpentier, y sigo siendo. Ahora puedo notar esa influencia donde dice «La naturaleza me contagia su magia», pero estoy consciente que la piedra no me está hablando. Estoy consciente que eso es parte del lenguaje literario. No caigo en la fábula. Y la personaje que va recorriendo estos lugares trata de mantenerse ecuánime, racional, científica ante sus observaciones, pero está entre una persona que cree que los espíritus viajan en los remolinos, que es indígena pápago, y la otra persona es religiosa católica, entonces, las tres visiones se conjuntan».

«No quería caer en ninguno de los cuentos en constatar un evento sobrenatural, pero sí en la sensación de estar rodeada de lo sobrenatural, de lo inexplicable».

En el germen de este texto ya estaba la idea de experimentar con el lenguaje y el género. Cristina Rascón comenzó su escritura como notas de viaje, pensando en que al final fuera un libro, pero sin decidir todavía qué forma tendría.

«Este libro nace en Brasil en 2012 porque fui invitada a una residencia artística en Salvador de Bahía, y empieza como una bitácora de viaje, como un cuaderno de observaciones y experimentaciones, por supuesto del lenguaje».

«Iba con un proyecto donde planteaba trasladar el lenguaje musical, local, ritmos del tambor, al papel. Y al final se transformó en experimentación porque me di cuenta de que me atraía más trasladar el movimiento del cuerpo en la danza hacia el papel».

Una vez que terminó la residencia de dos meses en Brasil, Cristina Rascón (y su personaje Lucía, en el espacio de la ficción) viajaron a Uruguay y a Argentina, con la idea de llegar a la Patagonia. Al personaje se le acabó el dinero. La autora no especifica porqué, pero tampoco pudo lograrlo. Ambas se regresaron a Sonora, a Puerto Peñasco, en donde se escribió la crónica que da su nombre al libro.

«Sigue siendo un punto fuera de radar. Bien se dice que ahí se escondió Al Capone, y yo digo, bueno, «¿pues cuántos más?», en mi propia prosa lo menciono, cuántos más no estarán escondidos aquí que no sabemos. Y tiene este sentido como fuera de visibilidad».

«También era algo muy atractivo para mí explorar la unión de desierto y playa, y explorar tanto la playa como El Pinacate, y convivir con las culturas indígenas».

Interiores Mi Patagonia

Cada año, a partir de ese 2012, Rascón revisaba y reescribía sus notas de viaje. No estaba segura de como debían evolucionar para convertirse en un libro:

«No quería hacer cuento de ficción; no quería inventar personajes, no quería inventar tramas, sino que quería registrar el viaje, la inmediatez del descubrimiento de uno mismo cuando viaja y del descubrimiento de los paisajes».

«Entonces empecé a leer mucho crónica, cómo escribir crónica, qué es la crónica . Incluso escribí para National Geographic varias crónicas con otro lenguaje, con un lenguaje de divulgación, y dije: es bonito escribir estas crónicas pero yo quiero experimentar, crear, sentirme libre».

La libertad que tuvo Cristina al escribir encontró un refugio perfecto en Nitro/Press, cuyos editores, Mauricio Bares y Lilia Barajas, apostaron por un libro en el que los géneros, el lenguaje y hasta el diseño editorial se lanzaron a acompañar a la autora en su aventura.

Interiores Mi Patagonia

«Me dio la libertad de escribir crónica sin ningún cuestionamiento, limitación, enfoque comercial o enfoque de ningún tipo. El editor Mauricio Bares me dio toda la libertad y la confianza y Lilia Barajas también –ella se encarga de la edición, de la ilustración– me dio está libertad. Los dos manejan un grado de confianza y libertad con sus autores que me encanta, porque no hubo ninguna condición».

«Soñaron conmigo. No me reprimieron en ningún punto».

Puedes comprar Mi Patagonia, de Cristina Rascón, acá:

http://nitro-press.com

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