Por Concha Moreno
Llego tarde a todas las fiestas, a todas. Soy una chavorruca, así que le tengo cierta reticencia a todo lo que me suene a reggaetón. ¿Por qué? Porque es un género que ya no entiendo, me rebasa, me pregunto cómo funciona y no siempre le encuentro sentido. Ah, muchas veces me parece discriminatorio y misógino, o simplemente estúpido. Pues sí: el reggaetón y yo no somos amigos.
Ahora mal (como dice Gil Gamés): me resulta muy interesante un fenómeno alterno. Cómo las mujeres más jóvenes han tomado la onda reggaetonera como #EstandartedeLibertad. Perrear es darle calor al cuerpo, reconocer la sexualidad como placer y el derecho, siempre, de compartir el cuerpo de con quien se deje. Es un grito feminista, créanlo o no. Es algo que seguramente ni Maluma o J Balvin calcularon originalmente.
Me desvío: pensaba en esto ayer que –como les digo, llego tarde a la fiesta– descubría a Rosalía leyendo una novela medieval. Qué discazo es El Mal Querer de Rosalía, disco de 2018 que yo apenas escucho. Es reggaetón mezclado con flamenco de una manera inteligente, pasional, compleja. Es todo lo que la música busca ser, un canto de lo profundo del alma.
Les digo, llego tarde a la fiesta. Con El Mal Querer Rosalía se convirtió en una de las pocas artistas latinas en ser reconocidas por el Grammy (el Grammy-Grammy, no esa cosa chafa que es el Grammy latino). Y la más joven.

Para quien haya llegado como yo a la provecta edad de casi-40, le explico: Rosalía es una de las estrellas del género urbano. Española, surgió de un reality show y después, ya por la libre, se hizo famosa con una canción muy buena llamada «Con altura» junto al colombiano J Balvin.
Pero la verdadera Magia de Rosalía («la Rosalía) salió de sus entrañas cuando hizo El Mal Querer, álbum que está basado en una novela del siglo XIII llamada Flamenca. Para todos aquellos que tienen prejuicios contra el reggaetón como yo («Son unas bestias analfabetas»), les digo que deben leer Flamenca y poner en repeat El Mal Querer. La experiencia es tan sublime como escuchar el Dark Side of the Moon al mismo tiempo que se ve El mago de Oz.
Flamenca es pura pasión. La leí en un suspiro y lloré. Es tan hermosa. La novela, una de las primeras de la historia que no es un cantar de gestas –piensen en El Cantar del Mío Cid– sino una novela completa aunque escrita por un anónimo, narra la aventura de una princesa que es casada por fuerza con el rey Archambaut (un Borbón) y decide escapar y ponerle los cuernos a la coronada cabeza.
Flamenca es también un canto a la libertad de amar. Es, como les decía sobre el reggaetón y el feminismo, el reclamo de un derecho: el de deshacerse la vida al modo que se decida. Bueno, Rosalía se encontró el libro (sería padre saber el cómo) e hizo su joya de disco.
El Mal Querer es tan hermoso como la novela que lo inspiró. No puedo usar otro término. Estoy muy impresionada. Déjense impresionar ustedes también y guárdense sus juicios apresurados para otra ocasión. #RosalíaRules
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