Por Irma Gallo (Foto de portada: eldesconcierto.cl)
Arelis Uribe (Santiago de Chile, 1987) tiene un libro de cuentos recién publicado en México (Quiltras, Paraíso Perdido, 2020) que, por la intensidad poética, honestidad y ternura cómo narra las historias de personajes marginales, específicamente mujeres, jóvenes y pobres, conmueve y descoloca, cuestiona. Pero ella se define más como periodista: «Soy periodista; no creo que pueda zafarme de eso. Me encanta el periodismo”, dice, con emoción latente en la voz.
La entrevista sucede por zoom, como casi cualquier intercambio entre personas, durante este año funesto. Arelis tiene la cámara apagada porque su conexión es inestable.

Comenzamos a hablar sobre Quiltras, y el proceso que le llevó a escribir esto que define como «mi trabajo secreto, en el que jugaba con el lenguaje, sin pensar en que lo iban a leer más personas».
«Quería escribir cuento y la intuición me decía que para poder hacerlo tenía que ver cómo lo habían hecho otras personas antes. Entonces hice un listado de la literatura chilena de ese momento, contemporánea, y leí a Claudia Aplabaza, leí a Diego Zúñiga, a Juan Pablo Roncone, a Romina Reyes, leí a Paulina Flores, y la impresión que me quedó es que lo hacían muy bien, pero que yo también podía hacerlo. Me di cuenta cómo se podía hacer, y ahí me puse a escribir».
En ese afán por escribir ficción, Arelis recordó a Borges, según el cual la literatura se ocupa solo de cuatro tópicos: el viaje, el amor, el laberinto y la muerte.
«Y de eso también es Quiltras«, dice su autora, «son chicas que están atrapadas a veces; está la muerte rondando de alguna forma, hay mucho amor, mucha amistad y viajes también. Entonces, quería escribir de lo que la literatura escribe siempre porque pareciera que a la experiencia no le pueden pasar más cosas que esas, que enamorarse, morirnos o movernos y lo hice, pero desde territorios que yo reconocía. Porque había otra cosa pasando por mi cabeza: que me parecía que había una literatura muy cuica, muy fresa, en Chile. Entonces, quería escribir un libro que mostrara los mundos en los que crecí, que no son fresas para nada, y quería mostrar ese tipo de experiencias. Y eso, más otras cosas, se fue convirtiendo en Quiltras«.

En el libro abundan los términos puramente chilenos –el mismo título del libro es una palabra que se usa para nombrar a las perras callejeras–; sin embargo, tanto los personajes como las historias que les suceden, trascienden etiqueta de folklórico o local.
«A medida que más te acercas a unos gestos y los observas, más detalle les puedes ver. De lejos es un panorama más general. Si nos alejamos y miramos un panorama general a nivel de continente podemos ver dos cosas que están presentes en Quiltras, que esto creo que lo permite hacer “universal” (entre comillas): que es que América Latina comparte la historia de haber sido un territorio donde habían otros imperios, eran imperios indígenas. Los incas, los muestra Cortázar en “La noche boca arriba” y hay otros ejemplos; lo sabemos por documentos históricos, pero sabemos que había otros imperios y que esos otros imperios eran más sangrientos. La muerte estaba presente. En la cultura mexicana actual también la muerte está presente porque es la historia de nuestros antepasados y antepasadas. Y compartimos esto como continente, y también compartimos el idioma, el español», dice la escritora.
«Ahora, ¿por qué en cada territorio hay detalles del habla, particulares?», se pregunta. «No lo sé. Pero yo escribo como hablo. Entonces, el slang que se me fue colando, las particularidades del habla chilena se me fueron colando cuando yo iba escribiendo, y “sin querer queriendo” terminó siendo como un libro muy local, muy chileno. Evidentemente hay palabras, localismos, que no se van a entender de buenas a primeras como pololo, como quiltra, pero en el contexto del libro se empiezan a comprender. Eso es bello; es como sentarte a conversar con una chilena por un par de horas y te vas a dar cuenta de cómo se vive en Chile, cómo se habla en Chile».

Los personajes de estos relatos, que como escribimos al principio, son mujeres, jóvenes y pobres, pero no están pidiendo perdón y mucho menos que las compadezcamos por ello. Son, también y sobre todo, profundamente humanas, con sus cualidades y sus defectos. Como latinoamericanas, no nos cuesta trabajo identificarnos con ellas. Arelis lo explica de esta manera:
«Esta es una lectura que hago con palabras europeas, pero tiene que ver con la lucha de clases; la idea de la explotación capitalista, con cierta construcción de una burguesía, de una clase trabajadora, y eso es algo que está presente en toda América Latina porque es un modelo europeo que se replicó acá, finalmente. Como el liberalismo, la república, las naciones, la idea de país, todo eso. Es algo que nace después de la conquista española y que todavía estamos viviendo, hablando español».
Esa otra cosa que compartimos, según Arelis: la construcción de la identidad de lo indígena y lo mestizo.
«Creo que en particular Chile y México tienen una idea muy similar porque la población indígena y mestiza es muy alta en estos dos países, entonces son identidades que aún están vivas, pululando ahí en la calle, y me interesa mostrarlas».
«Las pieles morenas, me interesa mostrarlas».
Arelis Uribe
Una chilena en Nueva York
Arelis Uribe vive ahora en Nueva York; estudia un Master en Escritura Creativa. Esta condición de migrante la ha puesto a hacerse preguntas sobre la identidad y el lenguaje:
«Acá hablo inglés, que es una experiencia que no había tenido en Chile; me movía solo en espacios hispanohablantes, y acá, enfrentarme al inglés –que ha sido toda una experiencia aprenderlo– me hizo cuestionarme mucho: ¿por qué, si soy mestiza, tengo ancestros indígenas –esa cultura no está viva, fue absorbida por esta idea de lo que es ser chileno, que no es indígena, es una mezcla– por qué hablo inglés, por qué hablo español, por qué hablo solo lenguas europeas? Eso me ha hecho mucha crisis», dice.
«Finalmente, la literatura es el ejercicio de poner por escrito la palabra, y esas palabras son las que salen de mi boca: escribo como hablo. Estoy teniendo un diálogo con el lenguaje y con nuevas palabras. Me he cuestionado mucho los anglicismos. Como ahora que estoy acá, sólo rodeada de inglés, cuando hablo con la gente de Chile me llama mucho la atención que use palabras en inglés. Pero al mismo tiempo digo “claro», porque ¿qué es lo chileno?, ¿qué es lo latinoamericano? ¿Es hablar con lenguas europeas mezcladas con qué? Es el viaje que me estoy pegando ahora y he estado pensando mucho en cómo el idioma es otra característica que forja la identidad de la persona».
Estas preguntas no son lo único a lo que se ha enfrentado la escritora en Estados Unidos:
«Hay otras tensiones que están siempre conmigo, como ser mujer viviendo acá. Igual sufro acoso callejero: vivo en un barrio negro y sufro acoso de hombres negros. Entonces digo ¡mierda!, Black Lives Matter, pero los hombres también pueden ser patriarcas independientemente de su color de piel o de su procedencia ancestral, por decirlo así. Ese tipo de cosas las estoy dialogando y me estoy preguntando siempre».

Concluimos la entrevista preguntando a Arelis qué está escribiendo ahora; responde que está trabajando no ficción:
«Crónica, como el estilo de crónica que hacía (Pedro) Lemebel. Historias de mi vida pero contadas con la estructura de la narrativa. (Truman) Capote también lo hizo: escribió crónica e hizo una novela maravillosa, A sangre fría, y otros periodistas que también reconozco en esta tradición».
«También hay mucha poesía de no ficción, que podría ser llamada como una crónica poética. Me parece interesante eso».
«Estoy muy conectada con la no ficción, que no es nada más que el pacto con la persona que te lee, el pacto con el lector de decirle: esto que tú vas a leer, me pasó; esto que tú vas a leer, yo creo que es verdad».
El año pasado, Arelis Uribe viajó a México para la Feria Internacional del Libro de Oaxaca y para la FIL de Guadalajara; en esta ocasión se presentará en la FILO (obviamente, de forma virtual) en la Mesa Diálogos literarios: trabajo, género y sociedad, con Sara Uribe y Yolanda Segura, el sábado 24 de octubre a las 19:00 h.
Y esto, dice, la hace feliz:
«Me he sentido muy afortunada de poder viajar con mi libro porque escribí un libro, con lo que hablábamos recién, con estos reflejos universales pero también con esta perspectivas muy particulares por ser quien soy: chilena, mujer, morena, y eso se transmite en mi obra, porque mi obra soy yo, de alguna forma».
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