Por Concha Moreno
El día que mataron a Jack Kennedy es un hito de la historia. Es uno de esos recuerdos que iluminan todo alrededor: quienes lo vivieron recuerdan exactamente dónde estaban y qué hacían. Mi madre, por ejemplo, recuerda que fue el primer acontecimiento que vio por televisión.
November Road, de Lou Berney, sucede justo en ese contexto. Matan a Kennedy y el mundo cambia. Al Estados Unidos cambia y como buen hegemón jala al mundo con su propia inercia.
1963: Frank Guidry es un famoso hustler (ya saben, ese tipo de ayudante gansteril, un operador que hace que las cosas sucedan) de Nueva Orleans que en el primer capítulo traiciona a su mejor amigo.

En un pueblo pequeño en Sameness, EU, Charlotte vive una vida de aburrimiento y el polvo de la costumbre. Su matrimonio es infeliz, su trabajo horrendo y su único solaz son sus dos hijas. Y el sueño de Nueva York por la noche o China o por el día, o India todo el tiempo y ella con una cámara capturándolo todo.
Los caminos de Charlotte y Guidry están a punto de cruzarse. ¿Cómo? He ahí la maestría de la novela de Berney.
Es muy satisfactorio leer una novela como November Road. Uno pasa páginas y páginas y llega la madrugada y resulta que se ha estado leyendo durante 3 horas. Un capítulo más, un capítulo más. Es como beber un whisky derecho tras otro, un buen Macallan 18 bien amaderado que define una noche de bohemia. O una peda de buró.
La novela de Berney es una de las más premiadas del año, recomendada universalmente por todas las revistas de entretenimiento y también The New York Review of Books. Como les digo, la maestría del narrador lo lleva a uno de un lado a otro sin que se de cuenta. Los caminos del otoño nunca se habían visto tan brillantes.
La literatura estadounidense tiene una larga tradición del best-seller y el page turner. De Stephen King a Taylor Cadwell y pasando por Irving Wallace y de regreso a Pearl S. Buck (inverosímil ganadora del Nobel), el mercado del libro de Estados Unidos está lleno de novelas que prometen diversión y no estilo. Son novelas gordas que el lector llevan sobaquedas a todas partes, hasta a la playa o el aeropuerto. Lo mejor de ellas son sus estructuras: corren de un modo que ya quisieran muchas novelas literarias.

But then again: son novelas fáciles subestimar. La magia de November Road es que es ambas cosas: tan bien escrita y tan bien narrada que llena las expectativas de cualquier tipo de lector. No sé, yo la disfruté mucho. Me pregunto si las novelas más «literarias» no son en realidad page turners malogrados. Qué escritor no quisiera que sus libros fueran tan atractivos que no se dejan caer.
Como me dijo una vez cierto escritor en una entrevista, el lector es despreciable, y esa es la forma, opino, de un fracaso. Si el lector no importa entonces la literatura no importa, ya no es un enlace con la experiencia del otro. Yo digo que el lector es despreciado muchas veces, sobre todo por lo autores más presumidos. Ellos se lo pierden.
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