Vivir sin dioses es difícil: Beatriz Rivas


Por Mónica Maristain (Foto de portada: AP)

Habla de sus muertos, pero también de banalidades. Lo que no he dicho es una expiación a la velocidad del miedo y también la voluntad de escribir mientras estamos vivos.

La escritora Beatriz Rivas ha vuelto a sorprender. Una especie de radiografía del alma muestra en Lo que no he dicho (Alfaguara), ya sin su editor y también sin muchos amigos que la obligan a pensar en la muerte como una verdadera atea.

“¡Está temblando! Un romance a escondidas. Un departamento en la colonia Roma. Los objetos se desploman, las paredes se agrietan. ¿Moriremos?” La escala de Richter es alta y la fatalidad, también. Gritos. El pavor crece y se quiebra; de las fisuras manan los recuerdos de ella que, aterrorizada, espera la caída. Como destellos de vida, se dispara el recuento final de una historia hecha de tantas otras”, escribe en las primeras páginas, tratando de revelar los sentimientos que van desde el terremoto hasta esta pandemia que nos obliga a estar confinados y sin saber lo que vendrá en el futuro.

Habla de sus muertos, pero también de banalidades. Lo que no he dicho es una expiación a la velocidad del miedo y también la voluntad de escribir mientras estamos vivos.

El libro tiene lo suficiente para captar a los lectores y reflexionar, más allá de si es una novela o no.

“Hay algo de coincidencia de cómo empezó la novela con esta pandemia. Esta novela nace efectivamente de un terremoto, el del 2017, fue una réplica y todos bajaron corriendo. Yo me quedé en la ventana, viendo como si fuera una película. ¿Qué lleva a una persona a no salvarse y a no quererse salvar?”, dice Beatriz.

Cuando estamos en una situación límite vemos la vida de manera diferente. “Nos vemos en el espejo y nos enfrentamos con cosas que no vemos a diario”, dice.

Beatriz pensaba hacer una novela con sus dos abuelas, la vida de ellas y la vida de Irene Némirowsky y decidió bautizar a su persona con el nombre de Irene.

–¿Tu libro otorga cierto consuelo?

–Siento que sí. Leyendo el libro uno termina reconciliado con uno mismo y otro tema es el duelo. Aparece Armando Vega Gil, que se suicidó hace unos meses y este libro que me ayudó a reconciliarme. Es terrible que nos empecemos a acostumbrar a las pérdidas. De pronto nos enteramos que el tío de no sé quién, el primo de no sé quién, pero creo que finalmente la novela da esperanza y es una especie de apapacho.

–No hay nada más falaz que la autobiografía, dices.

–Efectivamente. Cuando uno escribe desde el yo y crees que eres tú, seguramente no eres tú. Más si estás escribiendo recuerdos propios. La autobiografía jamás termina siendo autobiografía. En el libro hablo de la memoria y en la primera parte hay un estudio muy a la ligera y me di cuenta de que la memoria nos engaña. Yo soy muy necia y siempre digo, que por qué me recuerdan algo que no hice, que era rojo el coche y era un miércoles, yo lo veo tan real que tengo la razón. Ahora me doy cuenta de que me tengo que quedar callada y la memoria tiene los recuerdos de otros hechos y nos lo meten en otro. La autoficción no es autoficción. Hay muchos capítulos que se llaman Imaginerías y la protagonista imagina esos hechos. La magia de la ficción y de la literatura nos hace ver que no importa si es novela o no.

–Soñar con tus muertos te reconforta

–Me acerca mucho a ellos. Muchos años soñé con mi amiga, que ya no está viva, pero yo la veía y podía tocarla. Cuando Armando murió, soñé con él. Él me abrazaba y son esos abrazos que no pude darles cuando estaban vivos.

–Ser atea no es fácil. Estas muertes son desapariciones.

–Lo decía Paul Ricoeur en un ensayo maravilloso, que los muertos viven a través de la memoria y de los recuerdos. Para mí los muertos ya no existen. Hace falta a veces creer, hay personas que creen que las personas pasaron a mejor vida. Aunque fuera cierto, eso no me reconforta, porque el muerto me hace falta aquí y ahora. Cuando mi padre tuvo un infarto iba diciendo ¡Por favor, Dios!, que no pase nada. Vivir sin dioses es difícil. Es un proceso solitario, es algo muy íntimo, aunque tengas amigos. Uno se siente un poco desamparado.

–¿Cómo te sentiste escribiendo este libro? ¿Cómo una escritora valiente?

–Me sentí muy bien porque era algo que tenía que decir, sin que yo supiera. De repente dijo ya se me metió esta mujer y yo sentía que no podía parar. Al final vomité todo lo que tenía que vomitar y veré después si lo publicaba o no. Mi hija es mi mayor crítica. No juzgó nada. Lo único que me dijo es después ¿por qué no puedes escribir como Guillermo Arriaga?

Lo que no he dicho se llama la novela, ¿dijiste todo lo que tenías que decir?

–No. Había cosas que tenía que haber dicho más. Omití algunos nombres, pero afortunadamente hay muchas cosas que tengo para decir todavía. En este momento me siento muy insegura, incluso no tengo la novela en mis manos. No hay ejemplares para periodistas, es un horror. Esto de la vida virtual es un horror. Me pierdo el contacto humano. No tengo contactos con mis lectores, siento un poco todo en el aire, aunque la gente está leyendo mucho más y espero que la lean.

Beatriz Rivas nació el 9 de mayo de 1965 en ciudad de México. Estudió derecho en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Acatlán, al mismo tiempo estudiaba Ciencias y Técnicas de la Información en la Universidad Nuevo Mundo, y realizó una maestría en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana así como una diplomatura por la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco (UAM-X), en Literatura Mexicana del Siglo XIX. Ha trabajado en diversos medios de comunicación como Imevisión, Radio Red, Canal 40 y la revista Milenio.

Ha colaborado en las antologías de cuentos Las mujeres de la torre (1996), Veneno que fascina (1997), Sucedió en un barrio (2000), Las revoltosas (2010), Los revoltosos y algunas metiches (2010), Los revoltosos (2011), Los revueltos y algunos estrellados (2011). Ha publicado las novelas La hora sin DiosasViento Amargo y Todas mis vidas posiblesDistanciaDios se fue de viaje y Fecha de caducidad. Con Federico Traeger: Amores adúlteros, Amores adúlteros… el final y Lo que no mata enamora.

Publicado originalmente en Maremoto Maristain:

https://monicamaristain.com/vivir-sin-dioses-es-dificil-uno-se-siente-un-poco-desamparado-beatriz-rivas/

Mónica Maristain. Nació en Argentina. Desde el 2000 reside en México. Estudió en la Universidad de Filosofía y Letras. En Argentina dirigió las revistas Cuerpo & Mente en Deportes y La Contumancia. Aquí dirigió la revista Playboy, para todo Latinoamérica. Fue editora del Universal y editora de Puntos y Comas. Ha publicado muchos libros, entre ellos los de poesía: Drinking Thelonious y Antes. Los dedicados a Roberto Bolaño, entre ellos El hijo de Mister Playa. Prepara su libro sobre Daniel Sada: el hombre que sabía bailar.

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