Por Irma Gallo
Siempre llego tarde a todo. Bueno, no exageremos: sólo a lo que tiene que ver con el showbizz. Al contrario de mi amiga, la periodista y escritora Mónica Maristain, que sabe, sin falla, quién acaba de sacar nuevo disco o película, o qué serie HAY que ver.
No es disculpa, pero me la paso toda la semana con la cabeza metida en la computadora revisando tablas de Excell y documentos de Word de la chamba que me da de comer. Y el tiempo que tengo libre lo dedico a hacer entrevistas y escribir colaboraciones, a leer (que es lo que más disfruto) y a escribir mis proyectos personales ¡Vaya, ni siquiera escucho tantos podcasts como quisiera porque no puedo ponerles atención y leer y/o escribir al mismo tiempo!
Pero este fin de semana me di chance de ver una serie que ya me había llamado la atención: Transparent, idea original de Joey Soloway, cuya premisa me parecía interesante (y muy pertinente): a sus sesenta y tantos años de edad, cuando sus hijos ya son adultos —y por lo menos deberían serlo— maduros, independientes, y demás, Mort Pfefferman, un padre de familia divorciado, decide que ya es tiempo de dejar de vivir de mentiras y comienza a vestirse como lo que es: una mujer, y a exigir que todes la traten de ella. Se muda de casa, se integra a la comunidad LGBTTTIQ de la ciudad en la que vive y se hace llamar Maura.

Poner a un personaje trans en el centro de la historia prometía mucho, y la interpretación, sutil y profundamente conmovedora de Maura, a cargo de Jeffrey Tambor, también.
Pero… los demás personajes, sobre todo los de los tres hijos, Sarah (Amy Landecker), Josh (Jay Duplass) y Ali (Gaby Hoffmann), son artificiales, poco creíbles, huecos. Están mal hechos. Todos sus conflictos tienen que ver con su inmadurez e insatisfacción sexual, y apenas y se les mueve una pestaña cuando ven a su padre con peluca, falda, lipstick y sombras, por primera vez. Creo que por muy cool que sean eso es, por lo menos, inverosímil.
Por ejemplo: yo, que me considero una mujer abierta y respetuosa de la identidad de género de todo el mundo, no sé cómo reaccionaría si un día don Miguel Ángel Gallo Tirado llegara a tocar la puerta de mi departamento con vestido y tacones. Por lo menos me daría curiosidad saber desde cuándo se ha sentido una mujer, cómo ha aguantado vivir una vida de mentiras, qué tanto le ha costado, cuánto le ha dolido.

Pero a los tres hijos de Maura, como dije, apenas y se les mueve un pelo.
Sarah, la mayor, está tan preocupada porque ha vuelto a ver a Tammy (Melora Hardin) una mujer con la que salió hace algunos años, y que le atrae poderosamente —lo que pone en peligro su ya desgastado matrimonio— que si bien medio se conflictúa la primera vez que ve a su padre como Maura, y sostiene una charla algo emotiva con ella, muy pronto el asunto pasa a segundo (o tercer plano) en su escala de preocupaciones. Sarah es una ama de casa, esposa y madre de dos niños (una niña y un niño), pero tampoco parece muy apasionada por ellos.
Josh, el hijo de en medio, es quizá el personaje más odioso: pagado de sí mismo, totalmente inseguro, se siente galán y aprovecha su trabajo como descubridor de talentos musicales para acostarse con cuanta mujer se le pone enfrente hasta (según él) encontrar al amor de su vida. Y el cliché total es cuando, sí, adivinaron: ¡lo encuentra! Se trata nada menos de la mujer rabina de su comunidad, Raquel, interpretada por Kathryn Hahn. Y entonces, mágicamente, la oveja negra vuelve el redil y decide jugar a la casita con su nueva esposa, un hijo adolescente que no que sabía que tenía —como buen Casanova— y que aparece en el momento preciso, y el bebé que está esperando con Raquel.
Bueno, pero Ali, la menor, no se queda atrás en la escala de personajes insoportables y mal hechos: como buena «benjamín», es una inútil que no sabe qué hacer con su vida (y por lo visto ni siquiera le importa), que se la pasa pidiéndole a su padre —y por supuesto que sigue haciéndolo cuando ya es Maura—, préstamos que nunca le devuelve; que no está satisfecha con su identidad de mujer cisgénero heterosexual, pero tampoco se convence de ninguna otra; es grosera, soberbia y petulante. Y lo peor es que le juega a la despreocupada simpática.
Las escenas en que los tres hermanos están juntos también son extrañas, artificiales; en ningún momento resulta creíble que esas tres personas nacieron en la misma casa, crecieron, se pelearon, pasaron navidades, Halloweens y Thanksgivings juntas, y mucho menos que ahora, adultas, tienen los conflictos que se supone se plantean en cada capítulo.
Sé que probablemente algunes de ustedes piensan que «las comparaciones nunca fueron buenas», pero ¡válgame la gran, gran diferencia con los tres hermanos de This is Us, Randall (Sterling K. Brown), Kate (Chrissy Metz) y Kevin (Justin Hartley), The Big Three! No sólo funcionan individualmente, a nivel de personaje, sino que las relaciones entre los tres fluyen de manera natural: con profundo amor y también envidias, rencores y conflictos, como son las relaciones entre hermanos. Las escenas entre ellos son orgánicas.

Jeffrey Tambor, al contrario de los actores que encarnan a los hijos, consigue una interpretación profunda, conmovedora pero sobria —a pesar de lo fácil que es caer en clichés cuando un actor hetero interpreta a un personaje gay, travesti o trans—. Maura no sólo nos convence: nos aliamos con ella, la queremos. Quisiéramos que fuera su amiga.
Shelly, ex esposa de Maura y madre de sus tres hijos, también es un personaje dramáticamente bien construido y muy bien actuado por Judith Light.
Tal vez por eso resultan más antipáticos los personajes de los hijos, porque ni siquiera son creíbles en su egoísmo —Davina, una amiga trans de Maura, le dice en un momento que deje de preocuparse por esos egoístas y empiece a disfrutar la vida—; más bien parece que en la edición se quitaron algunas escenas y ya no entendimos nada.

Total, que me soplé toda la primera temporada completa y como dos o tres capítulos de la segunda, sólo para comprobar que no había sido mi falta de voluntad, que en verdad la serie no funciona. (Está en Amazon Prime, igual que This is Us).
Y para acabarla de amolar, cuando empecé a documentarme para escribir esta reseña me enteré que la serie se canceló en 2018 cuando Jeffrey Tambor fue acusado por su ex asistente, la actriz Van Barnes, y por su compañera de reparto Trace Lysette, de acoso sexual.
Aunque el actor negó las acusaciones, el creador y director de la serie, Joey (antes Jill) Soloway —un hombre trans que escribió la historia de Maura a partir de su experiencia con su padre— y la empresa decidieron creerle a las actrices y despidieron a Tambor. Por supuesto, sin su protagonista, la serie no tenía razón de ser, así que la solución fue, según las notas que consulté, producir una película musical de 100 minutos de duración en la que, por supuesto, ya no apareció Tambor, y en donde los hijos y esposa de Maura se dedicaron a homenajearla. Pasó al aire el 27 de septiembre de 2019.
Leo también que Transparent se estrenó en 2014 y sus cinco temporadas fueron todo un éxito. No lo dudo: insisto que poner el tema de las identidades de género no hegemónicas en el centro es, de entrada un gran acierto.
Lo malo es que a nivel de resolución dramática, actoral, lo que se vio en pantalla, pues, para mí Transparent se quedó a medias.
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