Por Mónica Maristain
Entrevistado por el periodista y escritor colombiano Mario Jursich, Benjamín Moser fue muy amable y muy claro, a la hora también de revelar algunos secretos de sus libros. La charla era sobre todo por Susan Sontag, pero los lectores también querían saber cosas de Clarice Lispector.
Aunque el estadounidense Benjamín Moser dice que ya no escribirá ninguna biografía más, lo cierto es que siendo tan joven se ha metido con dos escritoras fundamentales del siglo XX: Clarice Lispector y Susan Sontag.
Fue muy buena su participación en el Hay Festival de Medellín, en el sentido de que es alguien tan cercano a nuestra cultura, a nuestras costumbres, con un español hablado casi perfectamente, que lo queremos más allá de su gran condición como biógrafo.
Porque hay que decirlo: hacía tiempo que dos biografías no se escribían con tanta investigación, con tanta rigurosidad, en perfiles que nos hacen a veces querer mucho a las biografiadas y otras, por qué no, odiarlas hasta la desesperación.
Porque eso es el perfil de alguien tan estudiado por alguien no tan ligado a su cultura (aunque en la de Sontag está como más jugado, teniendo en cuenta que Susan es como Patti Smith, un gran atractivo para las generaciones análogas y futuras), por alguien atraído por las damas fuertes e independientes y al mismo tiempo como alguien que en cierto modo les teme.

Entrevistado por el periodista y escritor colombiano Mario Jursich, Benjamín Moser fue muy amable y muy claro, a la hora también de revelar algunos secretos de sus libros. La charla era sobre todo por Susan Sontag, pero los lectores también querían saber cosas de Clarice Lispector.
“Era la primera vez que un autor de lengua inglesa hacía una biografía de una escritora brasileña. En la facultad había hecho un curso de portugués sólo porque me interesaba y ahí descubrí a esa autora genial. Entonces me propuse hacer algo para ser conocida, hay como 80 personas que hablan portugués en los Estados Unidos, empecé con eso con una ignorancia total. No sabía cómo hacer una biografía. Por suerte, la biografía tuvo mucho éxito, no sólo en mi país, sino también en Brasil”, dijo Benjamin Moser.
Uno ve una fotografía de Clarice Lispector o de Susan Sontag y uno queda hechizado, dijo Mario Jursich. ¿Tú percibes que hay lazos de unión entre ellas dos?
“Claro. No me quedaba claro en el inicio, pues la manera de escribir es muy diferente, lo que me llamó la atención es la parte mitológica de ambas. Todos conocían a Clarice en Brasil, una persona alta y bella y Susan siempre llamó la atención a mucha gente, desde los 12 años. Las dos tuvieron algo que podría ser carisma, algo que el común de los mortales no tiene”, afirmó.

Las dimensiones del archivo en ambos casos, tanto en el de Clarice como en el de Susan, ¿Qué implicó en términos de volumen escribir ambos libros?
“Clarice pertenece a la última generación que todo su archivo está en papel. De repente, en la vida de Susan, en los ’90 empieza la novedad, el internet, el correo electrónico. Una biografía tiene una narrativa, que nosotros los biógrafos le imponemos. Demasiada información puede dañar al biógrafo. Te puede marear”, afirma.
“La otra cosa muy interesante de la parte digital, es un nivel ético que descubrí. Yo no sé si alguien desconocido quisiera que se metiera en mis correos. Es de una intimidad bastante fuerte, aunque no tenga nada escandaloso. Estás entregando mucho poder al biógrafo, al investigador, es como si yo tuviera la vida de alguien entre mis manos. Cuando haces una biografía que quiera ser definitiva, tienes mucho poder, puedes presentar a alguien como una santa o como una persona horrible”, agrega.
¿Tiene sentido una grabadora para el biógrafo?
“Chavela Vargas es uno de los amores de mi vida. Yo la conocí por una amiga japonesa, cuando tenía 18 años; es una voz que una vez que la oyes jamás la volverás a olvidar. Me obsesioné con ella. Me parece que estoy obsesionado por las grandes damas. La encontré en Costa Rica, un país que odiaba, su hermana estaba enferma. Estaba en un pueblito y la hallé. Chavela hablaba conmigo con una voz de una latinoamericana sin ninguna pretensión, le puse la grabadora y la voz popular se mudó en la voz de una diva. Era una transformación, cómo cambia la grabación y la cámara a la gente. Es una de las ideas principales en la obra de Susan Sontag: Cuál es la diferencia de una persona normal en la calle y una persona que está ofreciéndose en una fotografía”, afirma Moser.
“En Brasil, cuando empecé a entrevistar a las personas de Clarice, yo sabía que no estaban cómodas con una grabadora. Se iban a poner nerviosas, son latinoamericanos que han vivido las dictaduras, son refugiados de Europa, esa gente no se va a abrir contigo. Tienes que crear una relación con esas personas”, cuenta.
“Con Susan Sontag, con personas de Nueva York, a esas personas le encantan ser entrevistadas, a esa gente la grabé”, agrega.
Con respecto a la fotógrafa Annie Leibovitz, que tuvo una relación muy con Susan Sontag, tenía muchos problemas con el hijo y dijo que no iba a hablar más. ¿Cómo la convenciste tú?, preguntó Mario.
“Es una gran suerte. Cuando se murió Susan, había un tipo de divorcio entre su hijo David y su pareja Annie. La razón principal son las fotos de Susan agonizando. El derecho de exponer el cuerpo desnudo, agonizando, el cuerpo muerto, es una pregunta emocional. Yo había hecho la biografía de Clarice Lispector y fue cuando su hijo me pidió que hiciera la de Susan Sontag. Annie pensó que yo era “el chico de David” y un mediodía le escribí un correo, diciéndole que si no me hablaba, iba a quedar la voz de David”, cuenta Benjamin.

“Un día yo estaba en París, sonó mi teléfono y me citó para el otro día en Nueva York. Fui casi directo al aeropuerto y tomé un avión, era una oportunidad que había esperado durante cinco años. Ella estaba muy reservada, pero después entendió que yo no quería hacer una maldad con Annie. Luego me contó todo y me contó el amor que tuvo por Susan Sontag”, expresa.
En otro tramo de la charla, Benjamin Moser habló de que “la vida del escritor es horrible. Esos ensayos que escribes sobre el arte francés del siglo pasado, que nadie me ha pedido, que me muero de hambre porque nadie me los pagas, crea mucha inseguridad en un escritor. Por eso es importante tener un apoyo. En el caso de Susan Sontag, fue su editor”, dijo.
“La vida de Sontag es muy compleja, muy dolorida, Susan sufrió mucho, a pesar de las fotografías y el glamour y siempre estaba él a su lado. Esa infraestructura emocional y práctica la aportaba Roger Straus”, agrega.
Aquí la charla:
Publicado originalmente en Maremoto Maristain:

Mónica Maristain. Nació en Argentina. Desde el 2000 reside en México. Estudió en la Universidad de Filosofía y Letras. En Argentina dirigió las revistas Cuerpo & Mente en Deportes y La Contumancia. Aquí dirigió la revista Playboy, para todo Latinoamérica. Fue editora del Universal y editora de Puntos y Comas. Ha publicado muchos libros, entre ellos los de poesía: Drinking Thelonious y Antes. Los dedicados a Roberto Bolaño, entre ellos El hijo de Mister Playa. Prepara su libro sobre Daniel Sada: el hombre que sabía bailar.
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