Por Concha Moreno
La semana pasada les contaba de Walter Benjamin. El asunto es que no soy tan versada en filosofía, pero Benjamin me ha revelado grandes cosas. Entre otras, que la cultura lleva dentro de sí un corazón de barbarie.
En 1940 Benjamin trató de alcanzar la frontera entre Francia y España para huir del nazismo. Se suicidó de pura desesperación en una población llamada Portbou, en los Pirineos, ya en España. A Portbou fue Álex Chico a perseguir a un Benjamin Walter.
Cuando las autoridades españolas registraron la muerte del filósofo le cambiaron el nombre: de pila Benjamin, de apellido Walter. Chico va en pos de la historia para darle fin a su relación obsesiva con Walter Benjamin.
A caballo entre la crónica y el ensayo, Un final para Benjamin Walter examina los caminos por los que Chico se encontró al Benjamin, los que aprende visitando Portbou, los que reflexiona regresando a varios autores, de Sebald a Deleuze, que dialogan con Benjamin.

Decía que dentro de toda cultura habita el corazón de la barbarie. En Portbou, dice Chico, todo parece estar de paso. Antes un importante paso fronterizo, con la apertura de las fronteras en Europa dejó de tener relevancia. Dentro de sí hay un pedazo de barbarie, algo que habla no solo de políticas progresistas sino también de un momento en la historia en el que muchos huían de la locura totalitaria y eran rechazados y orillados a la muerte. Como le sucedió a Benjamin.
Hay sitios que parecen solo de paso. Benjamin escribió que lo importante de los descubrimientos no solo es narrarlos sino también describir de modo preciso el lugar en el que se hicieron. Esa topología del pensamiento suena extraña, casi alien: ¿qué importancia tiene si encontré una gran idea en la escuela o bañándome? Dice Chico: ahí donde se encuentra la historia también se encuentran sus repercusiones. Por eso Un final para Benjamin Walter es una investigación sobre un lugar, Portbou, al mismo tiempo que es una mirada sobre el Benjamin mortal, el mismo que perdipo la batalla contra sí mismo ese día de 1940.
Aunque Chico habla tanto de sí mismo que puede resultar irritante, el libro es una delicia. Una investigación sobre un ídolo (los pensadores también son rockstars) y sobre un sitio a punto de desaparecer.
Chico se detiene varias veces en Pasajes, el memorial de Walter Benjamin que el artista Dani Karavan construyó en Portbou. Un pasillo que da al mar. Se podría pensar que Benjamin se suicidó arrojándose por el risco que da al mar —Portbou está en una bahía—, pero no: el memorial lo que busca es capturar un instante de lo natural, lo que siempre ha existido frente a lo contingente, nosotros, nuestro pensamiento. Toda cultura lleva dentro de sí un corazón de barbarie.