Por Mónica Maristain
Foto de portada: Sam McGhee para Unsplash
Las entrevistas son esa flor que llevas escondida, tiene que ver con la empatía, con una mirada, con un gesto y haces precisamente de orquestador en una pieza de teatro improvisada, sola, donde nadie te ayuda: sólo tú mismo.
La entrevista es la estrella del periodismo. Si no te va bien en una entrevista, poco harás carrera en este oficio.
Alguna vez, es cierto, voy a tener tiempo y mostrar todas las parodias que en el cine les hacen a los periodistas para determinar también el grado de aversión que tiene la gente en general contra los que trabajan en el periódico, en la televisión, en la radio.
Nuestros jefes nos decían cuando recién empezábamos: nadie te va a querer en la profesión, no importa eso. Claro, muchas veces he sentido esa desconfianza (tal vez un poco de celos) de cómo hay figuras que se mueren por ese entrevistador que jamás los deja en un rincón, que jamás los regaña, que jamás los hace tratar de buscar otra maniobra para la defensa.
Mi amigo Alonso Arreola, otro escorpiano como yo, siempre dice: no te preocupes, vamos a decir habitualmente lo que el otro no quiere escuchar. A mí de todos modos, decir que escribiste mal una novela, que tu poesía es de terror, siempre me parece una provocación. A ver, defiéndete.

En fin, lo que sí es cierto, que me he cansado viendo y escuchando programas en que otras personas (estrellas, conocidas, carismáticas, porque tienen un jefe amigo) se lanzan a las preguntas a personas famosas. Y aquí, la verdad, me entran unos celos tremendos.
Por ejemplo, ese programa que hizo David Spade para Netflix, fue en fin de año y él tenía que presentar y entrevistar a figuras como Anya Taylor-Joy, la protagonista de Gambito de Dama, la estrella en ese momento para la empresa. Rodeados por dos comediantes que no se entendían (es cierto, tal vez en los Estados Unidos sí), Spade hizo un papelón como entrevistador, aludiendo siempre a su carrera cinematográfica, al grado de popularidad que él tenía con respecto al entrevistado y provocando un aburrimiento feroz.
¿Entrevistar a una persona es fácil? Yo creo que no. Hayas visto la película, seas muy fan de su serie o tu libro te haya volado la cabeza, no importa nada a la hora de enfrentarte a esa figura. Eso lo demuestra Marcelo Moura, el integrante de Virus, en el programa Cada noche, donde tiene unos músicos invitados que ya quisiéramos tener más de uno. Me encanta Marcelo, me encanta escucharlo hablar, pero cuando entrevista, ¡Mi Dios! A veces como es tan bueno el invitado, por ejemplo, con Cachorro López, que es difícil verlo sentado por un espacio de tiempo dispuesto a responder todo, lo veo, pero es tan difícil que Moura no salga de sí, haga empatía con esos otros de los que es muy empático en la vida real, que otra vez, todo es aburrido.
En la radio, Roberto Navarro tiene una cadena llamada El destape, allí, los sábados me despierta un programa de entrevistas con Tati Almeida, una madre de Plaza de Mayo que estimo y sigo, pero ¿darle un programa de entrevistas? Tiene una voz horrible para la radio y cada vez que entrevista, como hoy con Carlos Ulanovsky, tiene piropos y piropos para los entrevistados, total: aburrimiento.
¿Qué hacer con David Letterman? Antes tenía esa sal y pimienta propia de los entrevistados, hacía correr su narcisismo por vetas donde el que era preguntado no se esperaba. Eran verdaderos duelos maravillosos: ¡A ver quién tenía más ego! Hoy, el ego de Letterman ha quedado, pero toda su chispa se ha ido. Además que en cada programa tendremos que lamentar que lo hayan echado de su show, de que tiene un hijo adolescente, de que una barba suya ejemplifica el grado de libertad que ahora tiene sin sus antiguos jefes, las entrevistas son aburridas, tontas y muchas veces ni siquiera las entendemos. Como pasó con Robert Downey Jr (cualquiera de nosotros mataríamos por tener 15 minutos con ese actorazo y ese hombre por el que ha pasado todo, incluida la cárcel) que es absolutamente inútil como para verla.
¿Gastón Pauls como entrevistador? Con Maradona, con Fito Páez, con todos los que quisieran para hablar de adicción. No se imaginan lo malo que es entrevistando. Y yo entiendo que hay gustos para todo, que a veces no salen bien las entrevistas (alguna vez haré un libro con todas esas cosas que salieron mal), pero ¿perder tiempo viendo a alguien que no está hecho para ese trabajo en un programa llamado Dos Solos?
Miro todos los días a Andreu Buenafuente, miro todos los días su entrevista. Una vez por semana a Graham Norton, ese astuto británico que me hace feliz con su performance, recuerdo a Jon Stewart, ese gran presentador y comediante que daba miedo con sus entrevistas. Las entrevistas son esa flor que llevas escondida, tiene que ver con la empatía, con una mirada, con un gesto y haces precisamente de orquestador en una pieza de teatro improvisada, sola, donde nadie te ayuda: sólo tú mismo.
Publicado originalmente en Maremoto Maristain:
https://bit.ly/37zWOF2

Mónica Maristain. Nació en Argentina. Desde el 2000 reside en México. Estudió en la Universidad de Filosofía y Letras. En Argentina dirigió las revistas Cuerpo & Mente en Deportes y La Contumancia. Aquí dirigió la revista Playboy, para todo Latinoamérica. Fue editora del Universal y editora de Puntos y Comas. Ha publicado muchos libros, entre ellos los de poesía: Drinking Thelonious y Antes. Los dedicados a Roberto Bolaño, entre ellos El hijo de Mister Playa. Prepara su libro sobre Daniel Sada: el hombre que sabía bailar.