Por Irma Gallo
Nancy (Dharma Books, 2021), la novela de Bruno Lloret, es un poema de la desolación, de la miseria, de esos lugares —físicos, geográficos y no— en donde la violencia ha sentado sus reales.
«Nunca pensé en Nancy como en una persona de carne y hueso. Siempre la pensé como un vaso comunicante, una voz que me permitía ir y explorar todos estos espacios del capitalismo tardío: la destrucción de Chile como ejemplo de la destrucción del mundo».

Narrada en primera persona, el primer reto para el escritor chileno —y del cual sale bien librado— fue el de construir una voz narrativa femenina creíble, y más allá de ello, entrañable.
«Si bien, sobre todo hoy hay mucho espacio para la autoficción (hablar de uno mismo), también la ficción se puede tratar de escribir o de hablar de una experiencia humana ajena a nosotros», dice Lloret en entrevista desde Londres. «En ese sentido, el reto con Nancy no es que solamente es mujer, sino que es niña y luego adulta. Es una persona pobre; es decir, es un sujeto subalterno absoluto».
«Yo diría que el mayor riesgo es caer en la caricaturización o que se note que hay una intención de generar una verosimilitud».
«Entonces, para eso», continúa Bruno Lloret, «la situación básica de escritura en la novela era pensar que primero Nancy, como niña, pobre, cristiana, mujer, era tratada por el resto de los personajes que la rodeaban, de esta manera. Es decir, su condición de niña, mujer, pobre y cristiana era una condición dada por la sociedad y las estructuras que la rodeaban. Eso facilitaba mucho las cosas porque me hizo darme cuenta de que muchas veces no se trataba de intentar hacer una voz que expresara una esencia femenina, sino que tenía que ver con este personaje interactuando con otros personajes y en otras circunstancias donde era tratado como se trataría a una mujer menor de edad, pobre y cristiana».
El escritor menciona también, como pautas útiles para la construcción del personaje, sensaciones corporales más o menos universales; por ejemplo, el hambre, sentir una ola en el mar, colocar un pie sobre las baldosas frías. Pero también, imaginar y hacer investigación sobre situaciones por las que él mismo no ha tenido que pasar, como la ruptura del himen.

El autor se sirve también del estado de delirio en que se encuentra Nancy para contar su historia.
«Hay mucho de delirio en lo real», dice Bruno Lloret. «La protagonista está enferma. Recuerda, mientras está dopada —lo que le lleva probablemente a imaginar o exagerar muchas cosas—. Entonces, cuando estamos dentro de la mente de un personaje que recuerda y sufrió, la pregunta que menos importa es ¿qué tan verdad es lo que el personaje te está contando? Lo importante ahí es compartir una experiencia».
El hallazgo en el lenguaje
«Los dos grandes maestros que inspiraron la novela porque me interesa su búsqueda en el lenguaje, claramente son Vallejo y Juan Rulfo», responde Lloret cuando le digo que encontré más de Miguel Hernández (por aquellos versos de «quiero escarbar la tierra con los dientes») que de Vallejo, como afirma Alejandro Zambra en el texto de la contraportada.
«Creo que para mí, Pedro Páramo es una gran novela realista. Lo digo a propósito, un poco siendo provocador porque es una novela del lenguaje».

Pero aquí no terminan las voces que contribuyeron en la construcción del libro de Lloret. «Nancy está también claramente influenciada por una novela de Yuri Herrera. La novela se llama Señales que precederán al fin del mundo, con esta protagonista que se llama Máquina o Maquina, y en la que hay una reflexión sobre cómo la literatura se toca también con la realidad en la medida en que los personajes pueden ser también dispositivos discursivos. Hay una resistencia en el discurso. Yuri Herrera presenta a esta protagonista, que es increíblemente poderosa, la presenta también como un ejercicio discursivo, un dispositivo, un vaso comunicante. Y también es una exploración lingüística».

Por la importancia que le da al lenguaje, la mayor parte del trabajo que hizo Bruno Lloret con Nancy fue leer y corregir en voz alta.
«He tratado de huir siempre de una sobre adjetivación o de una exageración del lenguaje. A veces hay una belleza en un tipo de lenguaje que puede ser muy poético pero también muy oral»: Bruno Lloret
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Pero, ojo, el autor advierte que: «Esta vinculación con la oralidad no puede darse desde valorar, de una manera condescendiente, el habla popular».
Las cruces, insertas a lo largo de todo el texto, también tienen su razón de ser. Si quieres averiguar cuál es, aquí puedes ver la entrevista completa a Bruno Lloret:
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