Por Mónica Maristain

Aurelio Major (México, 1963), poeta, traductor y editor mexicano-canadiense, vive en Barcelona desde el 2000. Ha sido editor de Vuelta y Tusquets. Es cofundador, junto a Valerie Miles, de la edición española de la revista Granta.
Hace unos días fue el cumpleaños de Daniel Sada (1953-2011), uno de mis escritores favoritos. El escritor, siempre digo, que será clásico de este país tan lleno de gente aficionada a las letras.
El mundo no fue fácil para él. Se fue muy joven, sin lograr todo el reconocimiento que merecía. Estoy preparando desde hace mucho un libro, y recuerdo el testimonio de Aurelio Major, uno de los dos editores –junto con Martín Solares de Porque parece mentira la verdad nunca se sabe. Este es mi recuerdo para Daniel Sada.
Aurelio Major (México, 1963), poeta, traductor y editor mexicano-canadiense, vive en Barcelona desde el 2000. Ha sido editor de Vuelta y Tusquets. Es cofundador, junto a Valerie Miles, de la edición española de la revista Granta.
“Acaso convenga precisarte algunos precedentes, pues conocí en persona a Daniel mucho antes, cuando dirigí la editorial Vuelta, adscrita a la revista, y presidida por Octavio Paz. Allí publicamos El límite, un libro de varia invención: de poemas, alguno en prosa, y de cuentos o fragmentos; misceláneo entonces, pero orgánico, y como su nombre indica, uno de los extremos del sendero estético que recorría Daniel.

Él ya estaba cerca de Vuelta por su amistad con Salvador Elizondo. Me parece recordar que con él y el malogrado escritor y editor José Manuel de Rivas presentamos un libro de Elizondo que acabábamos de publicar, Estanquillo quizás, en Tepoztlán. Creo que fue en esa oportunidad cuando Daniel propuso el manuscrito a Vuelta. Aunque El límite se publicó materialmente cuando yo ya residía (la primera vez, en los noventa) en Barcelona.
Octavio Paz, que siempre leyó con atención a los jóvenes, ya conocía la poesía de Daniel. Yo también la leía, y la comparaba en intención y afinidad a la que en ese entonces también escribía otro poeta también de gran mérito y casi de su generación, Víctor Hugo Piña Williams o en algunos puntos a la del excepcional Jorge Hernández Campos de la última época. Transverbales mexicanos, digamos para generalizar, o para decirlo con el Paz de “Las palabras”: “dales azúcar en la boca a las rejegas, / ínflalas, globos, pínchalas, / sórbeles sangre y tuétanos, / sécalas, / cápalas, / písalas, gallo galante, / tuérceles el gaznate, cocinero, / desplúmalas…” Daniel se inscribe en una tradición ya larga y me desviaría mucho si trazo aquí sus meandros y deltas.
Daniel Sada era un poeta narrativo y ha sido deriva natural que pasara a la novela y viceversa. Nunca dejó de escribir poesía, en el sentido convencional, basta leer Aquí, por ejemplo. La experiencia literaria, la insustituible de la poesía, también está en la novela de mérito artístico. Poetas narrativos como Álvaro Mutis, que nos ha legado, en ese tenor, La nieve del almirante, por caso, es un buen ejemplo de esa afinidad.
Respecto de la primera novela que publiqué en Tusquets, he de aclarar que Daniel acababa de publicar Una de dos en Alfaguara (inscrita en una campaña con otros escritores mexicanos amparados por Carlos Fuentes y cuyo fin era conquistar el renuente gusto del lector estadounidense de aquellos años, en español). El malhadado editor entonces de esa editorial en México se negó a publicar la siguiente, Ex Absurdo, título original de la novela a la que Daniel había dedicado toda su ambición y recursos durante tanto tiempo y que a la postre ha venido a convertirse en un revulsivo de la literatura no sólo mexicana: Porque parece mentira la verdad nunca se sabe.
Cerrada aquella puerta y otras posteriores supongo, Daniel se acercó a Tusquets por medio del novelista Martín Solares, restablecimos el contacto, pues yo había vuelto al país a dirigir la filial, y me entregó el manuscrito. Me decidí a publicarlo en cuanto concluí la lectura, convencido de que era la novela más importante escrita en México en varios lustros (aún puedo recordar los gestos entre sarcásticos e incrédulos de muchos ante lo que parecía una majadería de mi parte). Esa oportunidad también nos dio ocasión de recoger su obra anterior en la medida en que estuviese disponible.
Procuramos que la edición fuese accesible a los lectores de la inmensa minoría que garantizaba su permanencia. Por fortuna conté con el apoyo de los propietarios de la editorial, Beatriz de Moura y Antonio López Lamadrid en ese empeño, materializado también con la publicación de la novela en España. Se reimprimió dos veces en México. Y la recepción crítica en España fue igualmente positiva.
Su lectura es muy exigente, sí, pero sólo lo difícil es estimulante. Y una vez que el lector se entrega al ritmo de la prosa, el esfuerzo desaparece y esa culminación de la novela rural mexicana, trufada de referencias a Rulfo o Yáñez, depara momentos en verdad conmovedores, profundamente humanos como dijo Mutis, justamente. El final es perfecto. La novela, eso sí, es un monstruo, en el sentido barroco del prodigio.
Tiempo después decidí residir en Barcelona nuevamente, hace ya más de tres lustros, y Daniel dejó Tusquets al cabo de un tiempo (decisión suya que lamenté y le desaconsejé en su momento), aunque todavía alcancé a rescatar Albedrío, una de mis preferidas. También allí se publicó de nuevo Una de dos. Otras novelas (y cuentos) de Daniel, me parece que no lo mejor de su producción, cuya cima sigue siendo Porque parece mentira…, seguida de la ya muy distinta y más domeñada Casi nunca, vieron la luz en otras editoriales posteriormente y creo que habrá tenido ocasión de arrepentirse de su decisión. En todo caso el premio Herralde, por parte de la editorial que había manifestado interés en la obra de Daniel desde hacía mucho tiempo, no fue sino la consagración y la confirmación de lo que muchos de sus lectores ya sabíamos.
Admiré su nada impostada y orgánica cultura literaria, su tenacidad en asombrarse, la lealtad a sus orígenes y su avidez por Joyce, por el Cervantes del Persiles. Hace poco me topé con artículo suyo sobre el Ulises que me sorprendió por la ponderación de sus juicios. En persona siempre disfruté de su socarronería. Por ejemplo, hace unos quince años, en compañía de Daniel y Valerie Miles, en la frontera con Calexico a muy altas horas de la noche y sin medio de transporte, estábamos de pie con un Barry Gifford atemorizado bajo la iluminación mortecina, éste último desesperado por cruzar la frontera a Estados Unidos, a punto de llamar a la policía por la falta de taxis, en medio de la soledad del enorme estacionamiento repleto de camiones de carga. Daniel, artero, acuciaba aún más las angustias de Gifford recordando una retahíla de desgracias fronterizas, entre burlas y veras.”
Publicado originalmente en Maremoto Maristain:

Mónica Maristain. Nació en Argentina. Desde el 2000 reside en México. Estudió en la Universidad de Filosofía y Letras. En Argentina dirigió las revistas Cuerpo & Mente en Deportes y La Contumancia. Aquí dirigió la revista Playboy, para todo Latinoamérica. Fue editora del Universal y editora de Puntos y Comas. Ha publicado muchos libros, entre ellos los de poesía: Drinking Thelonious y Antes. Los dedicados a Roberto Bolaño, entre ellos El hijo de Mister Playa. Prepara su libro sobre Daniel Sada: el hombre que sabía bailar.
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