Por Irma Gallo
El año de 2014 se antoja muy lejano. Todavía, como desde 2001 cuando entré a trabajar a Canal 22, no me perdía una sola edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. A partir de 2017 dejé de ir, pero esa es otra historia.
Ese 2014, la novela Nadie me verá llorar, de Cristina Rivera Garza cumplía 15 años de haber sido publicada por primera vez. No me atrevería a decir que Cristina es mi amiga, pero sí he tenido la fortuna de seguir de cerca su carrera como escritora y no he dejado de entrevistarla cada vez que publica algo nuevo. La primera vez fue, por supuesto, con Nadie me verá llorar, cuando Planeta todavía no compraba TusQuets, la editorial en México estaba dirigida por Verónica Flores Aguilar y tenía su sede en la Condesa. Todavía recuerdo a Cristina con el cabello largo, negro, lacio. Siempre amable, sonriente, pero también siempre con un discurso muy estructurado. Con Cristina se puede hablar de literatura, por supuesto, pero también de violencia, de cuerpos violentados, de represión, de necropolíticas.
Hace unos días me invitaron a charlar sobre Nadie me verá llorar con un hermoso club de lectura, lidereado por una gran mujer, Dejanira Álvarez, que tiene su sede en Nueva York; se llama Grana Cochinilla y pertenece al Mexican Cultural Institute. Gracias a la virtualidad (de las únicas cosas positivas que ha traído la pandemia) podré compartir la lectura de este, el primer libro que leí de Cristina Rivera Garza, desde la Ciudad de México.
Esto sucederá el 19 de mayo, y por supuesto implicará la relectura de la novela, porque siempre he creído que un libro no es el mismo cada vez que lo lees; algo ha pasado en ti que la lectura no puede ser igual, te toca de distintos modos
Así que, mientras llega esa fecha, quiero recordar cómo fue esa entrevista, hace ya casi siete años, en la que Cristina habló también de La Castañeda. Narrativas dolientes desde el Manicomio General, México, 1910-1930, esa investigación histórica en la que basó la novela, y de una ley para criminalizar la protesta social, que ya anticipaba el «tono» que adoptaría el gobierno de Enrique Peña Nieto durante el resto del sexenio en esos temas.

Esta entrevista se realizó como parte de la cobertura especial de la FIL de Guadalajara de Noticias 22 y se transmitió en formato de video en 2014
Cristina Rivera Garza está en la FIL de Guadalajara. Nadie me verá llorar, la novela que la dio a conocer como la narradora experimental y arriesgada que es, cumple 15 años de haber sido publicada por primera vez.
Con un vestido floreado, el cabello corto sin teñir, lentes de aros rojos y una pequeña bolsa de mano negra, marca Ferragamo, la narradora tamaulipeca luce radiante, feliz.
«Lo que me llena más de gusto es que este es un libro que me ha puesto muy en contacto con un público muy amplio, y que las nuevas generaciones, que generaciones jóvenes siguen leyendo este libro, para mí es fuente de absoluta satisfacción».
Si Nadie me verá llorar es una ficción que tiene como eje el supuesto desequilibrio mental de su protagonista, su libro «espejo», La Castañeda, es un ensayo histórico sobre este lugar, en donde eran enviados los marginados por una sociedad indiferente, no muy distinta de la actual.
«Hay una investigación, como sabes, una excavación, incluso, en estas voces y experiencias de los más débiles entre los débiles a inicios del siglo XX. Cuando celebramos el bicentenario de México finalmente me decidí a publicar el hermano gemelo de esta novela que es la investigación histórica. Y lo hice precisamente por lo que estás diciendo, porque me parecía que en cualquier celebración nacional tenía que incorporarse la experiencia, las interpretaciones, las voces de estos, los más débiles entre los débiles».

En medio del ruido literario que despierta cada año la FIL, en el que por momentos parece que no tienen cabida otro tipo de noticias, la aprobación de una ley para criminalizar la protesta social se escucha cada vez más fuerte. Rivera Garza, nunca ajena a los acontecimientos que marcan el rumbo del país, no se guarda su opinión al respecto:
«Me parece muy grave, por cierto, y creo que uno de los elementos fundamentales de la escritura es su capacidad de invitarnos a imaginar mundos distintos, de imaginarnos estos mundos distintos de una manera crítica. Me parece que este tipo de práctica, y este tipo de discurso pertenecen a la plaza pública, en esa plaza pública que es la conversación. Me parece que ése es un derecho que debe ser resguardado, protegido y nunca violentado».
La autora Dolerse. Textos desde un país herido (SurPlus, 2011), un compendio de historias sobre las consecuencias de la guerra del narco en México, privilegia la discusión como arma de resistencia.
«Eso es lo que hace una conversación relevante, y creo que la incorporación, la invitación a que tantos puntos de vista como sean necesarios tener como sea posible para realmente poder capturar la complejidad de nuestra existencia, la complejidad de nuestras interacciones como miembros de comunidades distintas, de una sociedad con unas tradiciones tan largas de resistencia como es la sociedad mexicana».
Acá puedes ver la entrevista a Cristina Rivera Garza:
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