Por Irma Gallo (Fotos de la autora: Facebook de Tedi López Mills)
Siempre que escucho el nombre de Tedi López Mills, viene a mi mente una palabra: poeta. Por supuesto que sé que Tedi es también narradora y una brillante ensayista, pero en mi radar personal está (o quizá después de leer Cascarón roto (Almadía, 2021), el libro sobre el que conversé con ella hace unos días, estaba) siempre su nombre ligado a la poesía.
Me sirvo una copa de vino blanco para seguir escribiendo y me viene a la mente un recuerdo que podría contradecir lo que acabo de redactar: la última vez que entrevisté a Tedi fue en 2016, en el estudio de Canal 22, sobre otro libro de ensayo, también publicado por Almadía: Mi caso Rimbaud. Viéndola en retrospectiva, siento que en esa ocasión quizá no estuve «a la altura de las circunstancias». Me explico: hasta hace poco empecé a disfrutar del ensayo; antes me costaba mucho trabajo leerlo y comprenderlo (bueno, hay de ensayos a ensayos, por supuesto), y hay que agregar que —como suelen hacer en muchos medios cuando te dan una orden de trabajo— el libro me lo dieron algo así como un día antes, en la noche, así que no tuve tiempo de leerlo completo, y para acabarla, Tedi López Mills me impone, y en aquella época me imponía todavía más.
Me impone, explico, la erudición de Tedi, las muchas claves literarias, poéticas, filosóficas, históricas y culturales que hay en sus libros. Pero creo que en esta ocasión salí mejor librada: tuve Cascarón roto en mis manos una semana antes de la entrevista, y me lo leí como en tres días.
El miedo a volar, la amistad, un «entremés» (así lo llama ella) sobre un triángulo amoroso, y la conciencia de la mexicanidad a través de la poesía, son los temas de los ensayos que conforman el nuevo libro de Tedi López Mills, sobre el cual se centró esta entrevista.

«Son ensayos narrativos», dice la escritora. «Incluso en el ensayo sobre la amistad hay un entremés que es como un pequeño cuento acerca de tres amigos. Creo que se mezclan, van y vienen. Incluso puedes decir que en algunos casos hay poesía, si quieres forzar el asunto; hay poesía en la prosa, pero además, en el tercer ensayo hay muchísima poesía porque es el recorrido de mis lecturas de poesía y de la tradición mexicana».
Acerca de los aviones, la amistad y la mexicanidad, la escritora afirma que los tres temas se conectan en el sentido de que fueron escritos en una misma época y están en un mismo libro.
«El tema de los aviones tiene algo de histórico también, en el sentido de que es la historia de la familia Mills. En casi todos los ensayos hay, además de mi propia experiencia y de mi propio relato, están las autoridades».
En el ensayo que dedica a su miedo a volar, López Mills narra la muerte de su tío Edward (de quien viene su propio nombre, Tedi) en un accidente durante las maniobras áreas que eran parte de su entrenamiento como piloto en Inglaterra, así como la de su mejor amiga, en un vuelo comercial que se desplomó a mediados de los años ochenta. Al contar sus propios temores, la autora los adereza con un poco de «La trama celeste», de Bioy Casares, y algunas ideas que Jorge Ibargüengoitia vertió en sus propios ensayos.

«Es un homenaje a Ibargüengoitia que tiene pequeños ensayos sobre esto», responde Tedi. «Por ejemplo: llegas tarde al aeropuerto, pierdes tu vuelo, y el avión de ese vuelo se cae. Tiene otro ensayo donde se pregunta lo que nos preguntamos todos cuando nos están dando las instrucciones acerca de cómo ponerse la máscara de oxígeno, el cinturón, etcétera, él se pregunta, ¿cómo lo haría si de veras pasa?, o sea, ¿lo podría hacer con la calma que pregonan las azafatas o se le enredarían los cables? Tiene un ensayo sobre eso, y luego tiene este maravilloso ensayo sobre cuando va a recibir el Premio Casa de las Américas; su encuentro con Fernando Benítez, con ítalo Calvino, y las burlas de lo que son los congresos de escritores. Lo que él platica es casi un formato heredado hasta la fecha: el lobby del hotel, las borracheras, la hermandad latinoamericana, etc. Y finalmente Ibargüengoitia muere en un accidente aéreo camino a un congreso. Entonces, tiene algo de arquetípico», dice la escritora.
Con respecto al ensayo sobre la amistad, en el que la autora habla de su dificultad para conservar amistades, ya que no siempre está dispuesta a mantener la cortesía hipócrita de las relaciones superficiales, abundan las referencias filosóficas.
«Ahí es donde están más claramente establecidas las autoridades», dice Tedi López Mills. «La versión arquetípica de la amistad sigue siendo artistotélica, y tiene que ver con la amistad como un hecho moral entre dos personas buenas. Eso rompe todos los esquemas, porque mi experiencia con la amistad, que es muy compleja, como la de todos, no necesariamente pasa por el tamiz de la bondad; la bondad es una pretensión o una ambición que tenemos todos, pero no necesariamente la cumplimos. Cuando estás con un amigo, con una amiga, entra el juego el azar y todas las cosas que haces accidentalmente, involuntariamente, porque tiene que ver no con tus virtudes, sino con tus defectos, con tus emociones, con algo que te lastima, con algo que malinterpretas. Y una de las recomendaciones de otra autoridad, que es Cicerón, es decir ‘no; detén la máquina, detén todo, y dile a tu amiga o amigo, ¿sabes qué? aquí hay un malentendido; hay que echar marcha atrás y revisar lo que ocurrió’. Pero obviamente no puedes hacer eso sin ofender», dice.
No puedes hacer ensayos sobre la amistad. Yo creo que voy a perder amigos con este texto; los pocos que me quedan, los voy a perder.

Este ensayo, dice Tedi, se le ocurrió al pensar en sus padres al final de su vida. Fueron muy amigueros durante la infancia de la escritora y después los amigos fueron desapareciendo.
Y también mucha gente que en ese entonces tenía la edad que tengo yo ahora, y que de repente estás más solo que antes.
En el último ensayo, quizá el más difícil de leer, Tedi López Mills escribe sobre sus años en la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM, cuando iba descubriendo eso que se llama «el alma mexicana» por medio de su escritura poética, ella, cuya madre nació en Estados Unidos y por lo tanto le hablaba en inglés.
«Es un viaje en el tiempo, así me lo planteo», dice Tedi sobre ese ensayo, «Impertinencia», que cierra Cascarón roto, «al año de 1979, que es el año en que estoy yo en la Facultad de Filosofía y Letras. Yo estudié Filosofía, y los compañeros con los que estoy dialogando en el ensayo constantemente, son compañeros de Letras Hispánicas. Antes de eso, debo aclarar, que toda mi infancia, casi hasta los 15, 16 años, mi vida transcurrió básicamente en inglés. El lenguaje de la casa era el inglés, porque era el idioma materno, yo iba a un colegio donde se hablaba inglés y mis lecturas eran en inglés», cuenta.

De repente tuve que pedirle a un idioma que se pasara al asiento de atrás.
Para ello, Tedi dice que puso en práctica «una disciplina feroz, en la cual yo borraba el inglés de mi cabeza para darle el lugar preponderante al español».
El ensayo de Tedi López Mills ocurre fundamentalmente en esa zona de la Facultad que, cuando ella estaba estudiando, llamaban el «aeropuerto».
«Empieza con Monsiváis; es también un homenaje al sarcasmo de Monsiváis, a todos los permisos que tenía Monsiváis, a las descripciones de lo mexicano que hacía Monsiváis», dice la escritora, «y a mi irrupción en ese mundo del alma mexicana, de la literatura mexicana, de la poesía mexicana, y mi aprendizaje de cómo hacer poemas oficialmente. Creo que es el ensayo más clandestino de los tres; está escrito en clave», afirma.
«Estoy yo muy presente, pero también están muy presentes los odios, los amores, las polémicas», dice López Mills, quien en el texto menciona a personajes como José Emilio Pacheco, Gabriel Zaid, Guillermo Sheridan, Salvador Elizondo, Juan García Ponce y por supuesto Octavio Paz, así como los grupos y polémicas en las que participaron, y las antologías que escribieron.

Con respecto a las polémicas literarias que le tocó presenciar en esa época, Tedi las encuentra muy parecidas a las de hoy, a pesar del paso de los años.
En el caso de Octavio Paz, lo que me parece dramático es que todavía ocupe el centro de las polémicas y de los pleitos. Que todavía casi haya que justificar que uno lee a Paz.
«Me parece absurdo, porque ¿cómo darle la vuelta a Paz?, ¿cómo evitar a Paz si es absolutamente extraordinario?, pero sigue habiendo este centro polémico, encarnizado con Octavio Paz», dice Tedi López Mills.

«Por otro lado», continúa, «también está el caso de los poetas jóvenes: ahí se ve claramente cómo siempre nos han entusiasmado mucho los poetas jóvenes. Todo el mundo se entusiasma con los poetas jóvenes pero luego se te olvida que esos poetas van a dejar de ser jóvenes; o sea, no es una condición permanente».
Cuando Gabriel Zaid publicó su Asamblea de poetas jóvenes de México, recuerda Tedi López Mills, «causó gran revuelo. Todos se buscaban en el índice; muchos amigos míos estaban ahí, y hoy son poetas ya consagrados. Recuerdo el enojo, el horror porque no estás, y fue un libro fundacional».
«Es toda esa discusión», continúa Tedi, «acerca de si los poetas jóvenes son innovadores, pertenecen a la escuela de la claridad o a la escuela de la oscuridad, son poetas de lo inmediato o de lo mediato; las discusiones siguen en pie, yo creo, no han desaparecido. ¿Qué tan mexicanos son?, ¿qué tanto están vinculados con la tradición mexicana? O si, por el contrario, resultan demasiado extranjerizantes. Creo que hasta la fecha se sigue hablando de lo mismo; siempre hay que ofrecer disculpas y siempre hay que pedir permisos.»
Al final de la entrevista, Tedi López Mills repite, bromeando, que después de leer su ensayo sobre la amistad, le quedarán menos amigos de los que ahora tiene. Lo que creo yo, aunque a nadie le importe, es que cualquiera se sentiría feliz de tener como amiga a esta mujer: cultísima, franca, y por si fuera poco, divertida.
No te pierdas la versión video de la entrevista que le hicimos a Tedi López Mills:
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