¡Playball!

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Para la Maja y el Majito, hermanos de armas.

Por Concha Moreno

Una vez en entrevista, el escritor Francisco Hinojosa me contó su historia como lector. «No fui un niño que leyera», me dijo, «de niño lo única que leía eran cómics». Entonces, un día llegó a sus manos un ejemplar de Crimen y castigo. Lo leyó poco a poco como quien paladea su primer whisky y descubre que le gusta. Cuando lo acabó sintió un tremenda desolación. «¿Y ahora qué hago con mi vida?». Tenía 15 años de edad.

La magia de Dostoievsky convirtió a un adolescente que no leía en un gran escritor. Esa forma de la desolación que se siente cuando se ha acabado un libro extraordinario la conozco. Espero que cualquier lector la conozca. Y a mí me ha pasado este fin de semana con The Cactus League, de Emily Nemens. Siento el pecho oprimido solo por la sensación de que se ha acabado, de que esos personajes son ficción, que sí, que existen solo en esas páginas que pasé con fruición durante varios días. Que rompe el corazón saber que uno no se puede meter al libro.

Amo los deportes. Crecí en una familia en la que los deportes son importantes: en mi infancia lo que nos unía era el futbol americano. El sábado de ir a ver a los Cóndores a CU —y luego a los Pumas de futbol americano— era sagrado. Me gusta mucho el americano, pero cuando tenía 6 años me topé con el beisbol. ¿Cómo? Vimos la película The Natural. Enloquecimos. Uno de mis hermanos declaró que iba a ser beisbolista de grande. Mi propia experiencia con la película se puede resumir como «Robert Redford, papacito».

Mi papá aceptó con el corazón roto que, quizá, el cine tuvo más fuerza que las visitas semanales al estadio de CU y nos compró parafernalia beisbolera. Un póster de los Yankees de Nueva York de 1955 llegó a mi pared: Mickey Mantle, Yogi Berra, Dan Larsen, Whitey Ford. Fue amor inmediato, de calidad, como el del cemento cuando se seca. Yankees se volvió mi equipo desde ese momento.

Les decía que acabo de leer The Cactus League y me siento desolada. ¿Cómo regresar a ese libro? Me rompió el corazón. Pero en buen sentido: quisiera regresar el tiempo a hace una semana cuando comencé a leerlo y regresar a mi estado de tierna virginidad.

Jason Goodyear es la estrella de los Lions de Los Ángeles. Es el Arizona, el entrenamiento de primavera al que todos los equipos de la Ligas Mayores se someten antes de comenzar la temporada. El calor del desierto, la vida lujosa de Scottsdale, pueblo para retirados con dinero, la arquitectura de Frank Lloyd Wright, los casinos de la zona… Jason está en un punto de quiebre: es una estrella pero está tirando todo por el desagüe. Recientemente divorciado, una adicción lo persigue. Es un germen pernicioso que lo que maldice, que lo destruye. No es a las drogas. Ya verán.

Goodyear es el protagonista, pero la historia no es sólo sobre él. Emily Nemens ama el beisbol y en The Cactus League lo demuestra. La novela parece una serie de cuentos, una novela en fragmentos. De los dolores de un coach de bateo que ha visto mejores épocas, a un pitcher cuyo brazo está destrozado, luego pasa por la historia de las «esposas de beisbol», las groupies que tratan de sacarles a los jugadores unos cuantos dólares, el pasado jazzístico del encargado de tocar el órgano durante los juegos (Na na na na, ¡nana na na náaaa!), el sufrimiento de un novato…

Emili Nemens. Foto ©James Emmerman The Seattle Timess

Una observación íntegra de la vida de un equipo profesional. Los capítulos están ligados por la narración de un veterano reportero que sigue las caídas y triunfos de los Lions.

The Cactus League me regresó a la niñez, ese momento en que vi en mi pared el póster de mis Yankees y supe que los amaría el resto de mi vida. Emily Nemens escribió uno de los libros que va directo a la lista de mis libros favoritos de la vida. Una obra que no depende de los recovecos de la trama (aunque la estructura narrativa es impecable) y que tiene un estilo bellísimo.

Si se ama el beisbol, hay que leerla. Si no , también, y es posible que salgan de ella amando el juego de pelota. Les doy mi palabra.

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