El Perro del Infierno es mi pastor


Por Concha Moreno

Ahora todos topamos: topaste el último disco de…, ¿topaste con zutana?… Wei, ni te topo. Siguiendo con los topes, quiero contarles cómo topé con James Ellroy. Nuca mejor usado el verbo porque en realidad me topé con Ellroy por casualidad, fue en aquella maravilla de librería-botadero llamado El Rebusque, que estaba allá por Eje Central.

Yo tenía unos 11 años y fui con mi papá a pasear. Era algo que hacíamos mi papá, mi hermano y yo en las vacaciones de verano: acompañábamos a mi papá al trabajo y en la tarde nos íbamos por ahí a comer hamburguesas y a caminar a ver con qué topábamos. El Rebusque era una visita cotidiana. Mi papá nos dejaba escoger libros que no pasaran de 50 pesos. En la librería eso podía significar salir hasta con dos o tres porque eran los libros que nadie quería y los remataban a precios de risa.

En un botadero encontré LA Confidential y comenzó un romance.

(He pensado que quizá les hablo demasiado sobre mi infancia como lectora. Sí, es posible. But humor me, gran parte de lo que hoy dicta mi gusto es una mera reiteración de aquellas tardes con mi papá).

Comenzó un romance improbable: una niña clasemediera con una vida muy protegida enamorada de las fantasías de un viejo cochino llenas de sexo, sangre, mujeres violadas, mutiladas, chismes de farándula y escritas en un estilo que podríamos llamar tartamudeante (ahorita voy con eso). Amé a James Ellroy desde que me encontré con LA Confidential. No sabía en lo que me metía.

Cuando empecé con Ellroy no entendía bien a bien a dónde iba. Bueno, ¿quién entiende esas cosas a los 11 años? A esa edad uno solo se deja llevar y se es un lector puro; si el texto no seduce, se deja por ahí con alivio como una basurita que te acabas de sacar del ojo.

El estilo de Ellroy, madre mía: escribe de un modo que es claro, sí, pero como si no quisiera ser obvio. Digamos, por construir algo que podría venir en alguno de sus párrafos: «Se besaron. La sangre golpeando en las sienes. El universo confluyó en ellos». Sí, es una mala copia la mía, pero ya tienen la idea. Puntos y seguido, frases cortísimas que no necesariamente son oraciones.

Los críticos de Ellroy lo llaman su «estilo telegráfico». Según tengo entendido ese estilo se coaguló cuando el editor le dijo al escritor que LA Confidential estaba demasiado larga.

Entonces Ellroy, enojadísimo, empezó a cortar verbos, adverbios, adjetivos, de todo, con la idea (autosabotaje, pues) de que no le aceptaran el nuevo manuscrito tasajeado.

Pero resulta que a El Perro del Infierno (así le dicen a Ellroy y el mote le queda) le gustó cómo iba quedando el texto. Y voilà: tenemos un estilo rompemadres. Me afectó. Mucho. Sangre golpeando en las sienes. El universo confluye en mí.

Es un estilo tan extraño que me es imposible leerlo en el inglés original. Siempre lo he leído en traducción castiza, ¡joder, capullo!

LA Confidential ha sido una de mis novelas favoritas, pero también una de la que he querido escapar con afán. Me causaba pesadillas. Pero en cuanto la terminé simplemente la tomé, le di la vuelta y la volví a leer entera. Años después me enteré que Confindential es parte de «El Cuarteto de los Ángeles,» la obra máxima de los ellroyano. La tetralogía está conformada por LA Confidential (la mejor de las cuatro), El gran desierto, Jazz blanco y La dalia negra. Todas ambientadas en Los Ángeles en la década de los años 40, novelas noir que van de policías corruptos, borrachos, drogadictos, pero algunos con corazones de oro a pesar de estar podridos hasta la médula.

Sí, quise escapar de Ellroy muchas veces y la última casi lo logré. Leí sus memorias, Mis rincones oscuros, me decepcionaron y decidí despedirme de él. Dejé de creerle nada. Sus libros se empolvaron en la fila de atrás de mi librero con los libros de mi adolescencia. Santo y muerto. Adiós, perro.

Pero sucedió: me puse a escribir una novela y de modo absolutamente impensado, como un reflejo, me veo redactando al estilo Ellroy. Diablos, soy hija de James. Me sigue persiguiendo desde el infierno.

Un amigo que leyó mi manuscrito me dio un consejo: entrégate a tu jamesellroynidad. Estudia su estilo. Así que me puse a buscar si El Perro tenía algo nuevo. Vaya, mis manos florecen: resulta que está publicando un nuevo «Cuarteto de Los Ángeles», éste sobre la era de la Segunda Guerra Mundial. En El Péndulo (miren, he pasado de El Rebusque a El Péndulo, ¿quién dice que no hay movilidad social en México?) me encontré con Perfidia y Esta tormenta, las dos primeras entregas de la nueva tetralogía. Perfidia es buena, pero le encuentro fallas de construcción, es medio confusa. Pero el estilo ahí está, el modito como un aroma que me atrae. La violencia, esa maldición.

El Perro del Infierno regresa a mí y yo le doy la bienvenida. Durante las próximas semanas beberé, comeré y respiraré Ellroy. Disculpen si me vuelvo monotemática. Ya les contaré cómo me va.

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