Si todo falla, busca a Ibargüengoitia

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Por Concha Moreno

Es agosto, el mes de mi cumpleaños. No es que sea importante para ustedes, pero es importante para mí, pero soy una creyente de que uno debe celebrarse a sí mismo cada vez que pueda. No se me va la coincidencia irónica de que el mismo año en que yo nací, 1983, fue el mismo año en que murió el eterno Jorge Ibargüengoitia. Bien se dice que una desgracia siempre va acompañada de otra.

Es agosto y me acordé de Los relámpagos de agosto, la novela con la que Ibargüengoitia comenzó su aventura literaria. La leí en la universidad porque no las recetó el doctor Pedro Salmerón para la clase de Historia de México. Como bien nos había advertido el profe, la terminamos de leer y quisimos leerla de nuevo.

No sabía de qué escribir esta semana. He leído poco, estoy clavada en dos novelas larguísimas cuya lectura avanza de a poco, y en general no me gusta escribir sobre libros que no he terminado. Y entonces buscando en mi biblioteca me topé con la primera edición de Los pasos de López, de la colección de mi papá. Y pensé: «Hombre, del tío Ibargüengoitia no has escrito». Y me contesté: «Así es». Y me dije: «Si todo falla, Ibargüengoitia».

¿Cómo me encontré leyendo a Jorge Ibargüengoitia? Por diversas tareas escolares.

Cuando leí por primera vez Los pasos de López iba en primero de prepa. Tenía de tarea analizar una novela política y mi padre extendió su brazo derecho y me dijo: hija mía, he aquí algo que debes leer.

No podía creer lo que leí, me hundí en las intrigas de los «padres de la Patria» y retocé como cerdo en el lodo con la aventuras de Matías Chandón, un militar de a pie que sin quererlo se convierte en testigo de la historia fundacional de nuestro país. Conocí Cuévano, Muérdago y otros bellos lugares del estado de Plan de Abajo.

Jorge Ibargüengoitia hace que la comedia parezca sencilla y su pluma tuvo la habilidad de recoger el habla de todos lo días. Es algo que es tan obvio, pero tan difícil de recrear. Dice una máxima que si se escribe algo que suena a literatura, no es literatura.

Es decir: si está metido en una tela almidonada, primorosa e intocable con la intención de HACER LITERATURA, lo más seguro es que no se está logrando la misión. La verdadera literatura corre libre y alcanza cierta idea del mundo que parece real, como la que se mira por la ventana. Ibargüengoitia fue un maestro del chisme ventanero.

Los pasos de López me enseñó que la historia y la política pueden ser un juego, pero sobre todo me enseñó algo imperativo: que la literatura podía ser chistosa sin renunciar a la ambición creativa. Aún más, que ese humor tan bien logrado, tan directo y fácil de leer, es parte inherente de la ambición creativa.

Quisiera decir que he leído todo lo de Ibargüengoitia, pero he fallado en mi misión de fan. Solo he leído tres de sus novelas —Los pasos de López, Los relámpagos de agosto y Dos crímenes— y un par de colecciones de sus columnas (puedo decir, incluso, que las columnas que Guillermo Sheridan recogió en Instrucciones para sobrevivir en México fueron una inspiración para «Garage Picasso», la columna que tuve varios años en el periódico mexicano El Economista). Le veo el lado bueno, me queda mucho Ibargüengoitia por leer y eso me hace feliz.

Les decía que ando atorada con un par de novelas gordas y tortuosas. Pues Ibargüengoitia ha sido un bálsamo. Entre mis libros por leer, un tambache cada vez más gordo, me encontré Las muertas y comencé a leer ayer domingo, día de echar la hueva. Ha sido como un oasis de felicidad, la leo con la baba colgando de la barbilla. No puede ser, Ibargüengoitia: ¿de dónde salió usted? Está escribiendo de cosas terribles y no paro de reír.

Dice un amigo teatrero que Ibargüengoitia escribió el mejor teatro mexicano del siglo XX. De hecho, la verdadera ambición del maestro era ser reconocido como dramaturgo. Al parecer en vida no le fue bien con eso y me resulta tristísimo. No me gusta pensar en mi héroes derrotados, pero ni hace falta. En el caso de Ibargüengoitia nada de fracaso: sus libros coleccionaron premios y sus columnas eran esperadas por miles de lectores cada semana.

En noviembre se cumplen 38 años de aquel accidente aéreo que se llevó a un grande. Maestro Ibargüengoitia, usted seguro está picándole el ombligo a Satanás.

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