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La infancia como comedia: René Goscinny, ese genio


Por Concha Moreno (Portada: Goscinny y Morris en Amsterdam. Foto: Wikimedia commons)

Axioma: un niño no puede escribir como un niño. No lo digo como desprecio a las palabras de los niños. No: el hecho es que un niño no tiene la perspectiva (aún) para comprenderse a sí mismo. Es como dibujar un árbol frente al que se está parado: si uno está frente al tronco lo único que podrá dibujar es la corteza.

Para escribir como un niño hay que ser un señor francés de mediana edad que escribe cómics en el siglo XX. Hay que ser René Goscinny.

Goscinny es medio famoso, no crean. Escribió una historieta por ahí medio exitosa de unos galos, uno chaparro y el otro gordo, llamados Astérix y Obélix. Les digo, famosón.

Goscinny creció en Argentina, tierra de grandes historietistas. Su herencia francesa tampoco es desdeñable. Fuera del radar del mundo casi exclusivamente de superhéroes del cómic estadounidense, los escritores de historietas europeos y argentinos desarrollaron personajes variados, muchos basados en leyendas e historias locales, la mayoría cómicos y muchos de ellos con influencia del folletín del siglo XIX.

Cuando descubrí a Astérix y Obélix en mi infancia me enamoré del estilo de Goscinny, un tipo desconocido que no era más que una firma en la portada de mis cómics. Corte a mis 20 años de edad. Asistí a una clase magistral de Francisco Hinojosa, el grande de nuestra literatura para niños. Entre otras cosas nos recomendó libros. Y uno de ellos era la compilación de cuentos de El pequeño Nicolás de Goscinny.

Un niño no puede escribir como un niño, para hacerlo se requiere mucha maestría, un virtuosismo equivalente al de un solista de violín. René Goscinny en los cuentos de El pequeño Nicolás es un concertista afinadísimo, inolvidable, uno de esos que hace que un lego se convierta en amante de la música de concierto. Goscinny puede hacer que hasta el crítico literario más cínico se convierta en un niño pequeño que ríe a solas en su cama antes de dormir.

Nicolás es un niño de primero de primaria en la Francia de los años 50. Tiene una pandilla de amigos muy divertida: su mejor amigo es Alcestes, un gordo que come todo el tiempo. Agnan le cae mal porque es el favorito de la maestra. Godfredo es rico y siempre lleva los juguetes más estrambóticos a la escuela. Eudes siempre les pega en la nariz a los compañeros porque es muy fuerte y peleonero. María Eduvigis es el amor secreto de Nicolás, con la que sueña casarse.

Tampoco hay que olvidar a los adultos: los padres de Nicolás, sobre todo el papá, que siempre se están metiendo en problemas domésticos tratando de arreglar enchufes y aparatos. El vecino es el señor Blédurt, archienemigo del papá de Nicolás; sus pleitos son un chiste para los lectores adultos. El Caldo es el peor de los adultos: el prefecto acusón y déspota que cree que tiene a los niños bajo control a base de regaños, vaya mequetrefe.

El gran acierto de Goscinny es la primera persona en la que cuenta las aventuras de Nicolás. Es un verdadero prodigio que la voz del niño surja natural, un artificio natural, si me permiten el oxímoron. A través de los ojos de Nicolás el universo es pequeño y divertido. Los niños son más lógicos que los adultos, estos se creen muy importantes y serionotes, pero no son más que unos niños también que se meten en problemas en la oficina.

En uno de mis cuentos favoritos, Nicolás escribe su carta para Santa Claus. El papá le dice que este año Santa anda pobre porque se le descompuso el trineo porque chocó y que lo mejor sería que no pidiera tantas cosas. La mamá dice, nos cuenta Nicolás, que a lo mejor Santa debió haber sido más cuidadoso y que bien puede darle regalos a los niños si rasca el bolsillo. El chiste es para los adultos, para los niños está la aventura que significará para Nicolás redactar la lista de regalos.

Goscinny fue de verdad un genio, no encuentro otro modo de decirlo. Los cuentos de El pequeño Nicolás, desgraciadamente, no son tan fáciles de conseguir. Aparecen acá y allá en librerías

Escucha aquí el episodio de El Podcast de La Libreta de Irma en el que Concha Moreno habla de Astérix y Obelix:

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