Por Mónica Maristain
Decía Octavio Paz que Sor Juana había elegido el saber más que salvarse. Algo así podría ajustarse a la vida y la obra de Rosa Beltrán, probablemente una de los mejores escritores de México, que se ha destacado además por tener una presencia académica muy fuerte.
Nació en la ciudad de México en 1960 y su estar todo el tiempo atenta a su país, no la privó de hacer grandes razonamientos sobre el mundo intelectual y valerse por sí misma para construirse una personalidad de mucha influencia en este mundo literario tan competitivo, tan injusto a veces.
De Juan Villoro, de Jorge Volpi, Rosa Beltrán es una igual. Como compañera tiene a Sara Sefchovich (otra gran analista de nuestro país y muy comprometida con la UNAM) y esto corre por mi cuenta: es una excelente persona. Podríamos decir aquí, con esa frialdad de las notas dedicadas a esplender sus méritos profesionales, que nada tiene ver su dulce sonrisa y ese constante hablar de la inspiración o el trabajo, lejos de criticar a los presuntos colegas. Pero la verdad es que cada vez hacen más falta buenas personas en este mundo que se cae a cachos. Y ella es eso.
“En la década de los noventa leía yo una columna de cine en la misma revista donde yo publicaba una columna de poesía. Era la “Jornada semanal” dirigida por Roger Bartra. La excelente comentarista de cine era Rosa Beltrán a quien conocí tiempo después. No sé si me impresionó más su belleza que su talento analítico desplegado en esos comentarios semanales. La multifacética Rosa Beltrán recibe ahora el Premio Excelencia en las letras José Emilio Pacheco. Por su trayectoria, claro está y en el mismo año en que da a conocer su reciente obra que alumbra todas las demás. Como lo dije en la reseña que, en forma de carta, publiqué sobre sus Radicales libres: los hechos que narras, más allá de si ocurrieron o no (además de los hechos históricos que están documentados en tu envidiable título -tomado de la ciencia y de tu inteligencia irónica-), están aquí para hacer con ellos algo nuevo dentro de la única verdad que importa: la verdad de la mentira, la verdad de la ficción. Que nunca perdamos lo que hemos ganado y sí, que nos sigamos contando, como lo hacen las radicales libres de este relato, el libro que, me aventuro, marcará un antes y después en tu escritura. Cuánto me alegro de haber acertado. Aquí comienza el después en la escritura de mi admirada Rosa Beltrán”, dice la poeta Myriam Moscona. Se refiere claro a su novela Radicales libres (Alfaguara), que es uno de los mejores libros escritos este año y que revela la gran coherencia de la escritura de esta novelista, ensayista y cuentista mexicana.

Hay que decir una cosa siempre: México es la lupa con la que mira Rosa Beltrán el mundo.
Desde su libro de ensayos América sin americanismos, pasando por las novelas Efectos secundarios y El paraíso que fuimos, hasta estos recientes Verdades virtuales y por supuesto Radicales libres, Beltrán tiene una cosa primordial: imagina razonando. No es solo caminar y pensar en escribir, sino en analizar lo que pasa alrededor y meterlo por un cernidor donde las historias se mezclan y van a un punto determinado.
No es la moraleja ni el mensaje, porque a veces el libro deja más confusión que claridad, pero nos obliga a reflexionar una y otra vez sobre ese raro punto negro que aparece en la piel y nos molesta, escribí en la entrevista que le hiciéramos sobre su reciente novela, sobre la que dice: “Tenía varios años en querer escribir esta historia. Tomé nota durante tres años. Traté de escribirla desde distintos modos, pero no funcionaba algo, el tono, la voz. Se sentía desarticulada, faltaba una coherencia interior. Eso me lo dio la soledad de la pandemia. Hay una sucesión de tiempos perdidos, yo nunca había escrito de esa manera, siempre escribía a horas fijas, pero la pandemia me hizo escribir a otro ritmo y a otro modo. También me hizo pensar con mucha nostalgia el México que hemos perdido. El mundo todo está impregnado de violencia, porque parece haberse dividido en dos, entre los que se van o desaparecen o los que levantan y los que nos quedamos. ¿Por qué nos quedamos en un país como este? Todo esto resultó en una narración en vocativo, en donde yo le estaba hablando a tú, a quien tanto extraño, a una mujer probablemente de la tercera generación de feministas que aparecen en la novela, alguien que pertenece al #metoo, para explicarle qué hemos sido antes y cómo han sido los feminismos antes en este país”.
¿Qué vale la nostalgia en esta historia? La verdad que nada, ni siquiera porque ella haya decidido volver a escribir sobre el ’68, haciendo quizás un homenaje a Elena Poniatowska y a todas las mujeres escritoras que lucharon antes que ella y hoy se levantan como verdaderas luchadoras en un mundo que como el de hoy estaba cambiando.
“El ’68 había sido muy escrito a partir de crónicas, narrada desde el punto de vista antropológico, sociológico, de ensayos, son muchos los autores que escribieron el ’68. Pero no desde lo que ocurrió dentro de una familia que no había sido protagónica. La niña lo vive de oídas a partir de la generación anterior a ella, siempre leyendo sin leer entre líneas. Es una novela de crecimiento que habla de una evolución lingüística. Tanto en el ’68 como en momentos históricos posteriores, cómo afectaron estos hechos a distintas familias. Nosotros hacemos historias y nos afecta en nuestra manera distinta de ver el mundo. El ’68 está visto a partir de los ojos de una niña de ocho años, su evolución desde los primos y los mayores, la de los padres que se oponen por miedo, la de los hijos que son universitarios, las primas mujeres que participan de los Juegos Olímpicos como edecanes. Habla de esas dos versiones: La de la historia oficial y la de la plaza de las 3 culturas. Estas primas descubren el engaño que hay en ese México triunfalista. Esta narradora va a vivir distintos momentos, sin entender bien lo que está ocurriendo. Pero el lector sí que va a entender. En el ’69, la Guerra Fría, la llegada del hombre a la lunes, en los ’80 la aparición del SIDA, los años de Thatcher y de Reagan, la caída del muro en circunstancias de que muchos compañeros comunistas querían cambiar el mundo, pero no querían cambiar una silla de lugar, no querían cambiar el status quo, que la relación con la mujer siguiera siendo la misma; entre más radicales eran más machistas; esta joven que va creciendo el despertar de la sexualidad le da la oportunidad de ver una cara que en esa historia no se había narrado”.
Hace también una crítica a ese mundo de los ’70, donde los izquierdistas, entre más radicales, más machistas y coartaron muchos caminos a mujeres colegas. De hecho, lo siguen haciendo. Rosa, sin por supuesto, erigirse en víctima, relata lo que es para ella una novela: “Si pudiera pedir un deseo ahora sería que nunca perdamos esto que hemos ganado. Que nos sigamos contando, que no dejemos de hacer del presente un tesoro al narrarlo. Que siempre sepamos que al hacerse pasado lo que parecía más pequeño o más indigente se vuelve magnífico y digno de recobrarse. Memoria única. Y que una vida es eso: la capacidad de no sucumbir al hechizo de lo trillado”.
Radicales libres, una biografía íntima
Radicales libres, de Rosa Beltrán, es una radiografía íntima a las transformaciones sociales en el México contemporáneo, de las que sin duda el feminismo ocupa un papel protagónico, dice el comentarista Patricio Adrián.
Una escritora y académica narra a su hija y ella misma el México vivido en la ausencia de su madre, cuenta y se relata las transformaciones sociales y políticas del movimiento estudiantil del ‘68, pero también narra una historia muy introspectiva sobre la sujeción y libertad de las mujeres, en especial la de su madre que un buen día decide escaparse con su amante montada en una Harley Davidson, para nunca volver. Con esta escena arranca un recorrido histórico de finales de la década de 1960 a la irrupción del feminismo de la cuarta ola y el confinamiento de la pandemia global del SARS-COV-2.

Radicales libres es una extensa carta de amor dirigida no sólo a su hija, a su madre y a ella misma, sino también es una carta abierta. No es un manifiesto, es una mirada muy situada en los ojos de una adolescente que descubre su sexualidad, que observa las relaciones humanas desde una hermenéutica literaria, por tanto, no pretensiosa, sino muy honesta. Y a la vez es un ejercicio de reflexión para comprenderse en primera persona y entender la actualidad de un México descompuesto socialmente, violento; un México que cambio brutalmente en 50 años.
No estoy seguro que Beltrán –sigue diciendo Adrián- haya pretendido de Radicales libres ser una novela histórica, no obstante en sus páginas se disfruta una reconstrucción nítida, con soundtrack a la par de las décadas que recorre con una sutileza el espíritu generacional de varios jóvenes de clase media a lo largo de varias décadas.
En Radicales libres desfilan lo mismo el movimiento estudiantil de 1968, los educadores populares en las sierras del país, los exiliados sudamericanos de izquierda, los bares gays de la ciudad de México, la música de Rock 101 FM, los fraudes de ‘yuppies’ con empresas transnacionales, los espacios de rock (Rockotitlan), el mundo y las ilusiones de una mujer solitaria libre y con consciencia social. A su vez Radicales libres es novela donde la ciudad de México es protagonista de su propia transformación urbana.
Radicales libres junta lo muy personal con lo político, los recuerdos que marcaron la vida de una mujer independiente con la memoria colectiva. Dirigiéndose a la hija de la protagonista principal de la novela señala: “porque la memoria no sólo se hace con lo que nos ocurre sino con lo que otros nos narran sobre lo que les sucede a ellos. Mi memoria está hecha con palabras tuyas que quizá tú no aceptarías como propias y con las que le he puesto a mi madre y que para mí son ya siempre suyas”.
Radicales libres, de Rosa Beltrán, es una novela explícitamente feminista, es explícito su posicionamiento, la autora cita lo mismo el himno “Un violador en camino” que Julia Kristeva: “Toda revuelta social comienza con una revuelta íntima”. Y es una novela feminista, no sólo por la mirada crítica a la desigualdad de las mujeres retratadas en la novela, sino por su perspectiva de las relaciones humanas, las de pareja y desde luego las que establece la personaje principal con su madre y con su hija. Radicales libres es una aproximación muy honesta al mundo de la maternidad, es un viaje literario muy íntimo de las transformaciones históricas del siglo XX y las primeras décadas del siglo XXI.
La escritora premiada
Desde que leí La Corte de los ilusos (Premio Planeta de Novela 1995) de Rosa Beltrán, supe que la escritora mexicana merecía todos los elogios y nada me da más gusto que ahora el premio a la Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco 2022, que entrega la Filey, caiga en ella, y más que se anuncie en este 2021, cuando se cumplen doscientos años de la Consumación de la Independencia en la que participó el ínclito Agustín de Iturbide que me pareció tan entrañable y desdichado después de leer su novela.
Son las palabras del periodista Alejandro Ortega Neri, de El reborujo cultural.
Para mí, como estudiante de historia y fan de la etapa del México independentista cuando leí La Corte de los ilusos, Rosa Beltrán se convirtió en excelencia desde el momento en el que rescató para la memoria mexicana la figura de Agustín de Iturbide y su efímero Imperio mexicano. Digo que rescató porque la figura de este soldado mexicano ha sido por años víctima del encono por parte de la historia oficial mexicana aún y en tiempos también de la Cuarta Transformación.
Y es que Beltrán narró y reinventó la vida de este caudillo de la Independencia de una forma magnánima, desde su ascenso a la corona en 1822 hasta su caída a manos de un pelotón de fusilamiento en Tamaulipas en julio de 1824. De ahí pues también que la novela tengo un valor incalculable, porque en la reconstrucción que hizo Beltrán mediante un coro de voces, se destaca también el rescate de las costumbres morales, la recuperación de refranes y dichos populares de la época. Beltrán engarzó magistralmente lo histórico, que debió haber consultado en archivos y bibliotecas, con una manera irónica y cómica para contar este episodio de la historia nacional.

Y es también maravillosa porque la autora centra también su atención en la figura de la mujer decimonónica y en la sumisión de ésta hacia los hombres, pero igualmente en el valor de la misma ante los avatares de una nación en ciernes. Lo que nos deja entender pues, el interés perenne de la escritora por el papel de la mujer en la historia y en sus historias, como lo demuestra en su actual novela Radicales libres.
Aún recuerdo los capítulos finales de la novela que versan sobre la abdicación de Iturbide en marzo de 1823 hasta su fusilamiento un año después, son maravillosos. Rosa Beltrán, con su prosa, me hizo sentir la angustia y la tristeza del personaje que consumó la Independencia de México. Pues por regresar del exilio en Europa para avisar de un intento de re conquista y ponerse a disposición de las autoridades mexicanas para servir al país, desconoce en su travesía que ha sido nombrado como traidor a la patria y si pone un pie en la misma sería fusilado. Y así murió.
Esa grandiosa novela lamenta por qué esos que lo han querido borrar de la historia nacional no recuerdan su actuar a favor del país: no recuerdan el Plan de Iguala, ni mucho menos los Tratados de Córdoba, gracias a lo cual, México obtuvo su Independencia. Y ese lamento de Iturbide, nacido de la pluma de Beltrán, es quizá la manifestación más clara para clamar justicia por este personaje, en este 2021, cuando aún permanece en las arcas del olvido del imaginario colectivo, pero también para celebrar la carrera de Rosa Beltrán, que se atrevió a desempolvarlo y por eso, su nombre y su literatura merecen todos los honores. ¡Enhorabuena!
Publicado originalmente en Maremoto Maristain

Mónica Maristain. Nació en Argentina. Desde el 2000 reside en México. Estudió en la Universidad de Filosofía y Letras. En Argentina dirigió las revistas Cuerpo & Mente en Deportes y La Contumancia. Aquí dirigió la revista Playboy, para todo Latinoamérica. Fue editora de El Universal y editora de Puntos y Comas. Ha publicado muchos libros, entre ellos los de poesía: Drinking Thelonious y Antes. Los dedicados a Roberto Bolaño, entre ellos El hijo de Mister Playa. Prepara su libro sobre Daniel Sada: el hombre que sabía bailar.
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