Por Concha Moreno
(Imagen de portada: Noisette, 2009. Urs Fischer. Fotografía: Stefan Altenburger. Cortesía del artista)
El tren pasa por fuera del Museo Jumex. Es una monserga pintoresca que tienen que vivir todos los que viven y trabajan en la Plaza Carso y sus alrededores; es parte de su escena cotidiana. Aunque es molesto, el hecho de regresar a los museos hace felices a los que estamos presentes en la rueda de prensa en la que Urs Fischer y el curador Francesco Bonami nos presentan la más reciente muestra en el Museo.
El tren pasa e interrumpe a Urs Fischer a media oración. Lo que él quiere es decirnos que su trabajo lo ha hecho humilde, que ser artista se trata de trabajar, no de simple inspiración, que siempre trata de entender qué hace que el artista encuentre eso que muchos llaman inspiración y casi siempre es un golpe de mera suerte. Es trabajo, oficio, pues. Puede sonar a cliché, pero Fischer tiene este modo de decirlo como si fuera una confesión de borrachera y estuviéramos en un bar de Dublín contándonos cosas que nos hacen la vida llevadera.

Fischer se toma lo del tren con espíritu alegre, ríe como un poseso, se pone colorado de risa. Así, alegre, es su obra, la que nos tiene aquí al mediodía en una día que quema, con el tren pasando a 50 metros de donde estamos. El Jumex es un museo adecuado a este arranque posmoderno. Todos morimos de calor, pero contagiados del humor del artista, siempre riendo, nos dejamos llevar.
En el museo se inaugura Lovers, primera exposición magna de Fischer en Latinoamérica. Pero la Colección Jumex tiene una larga relación con la obra del artista. Hace años, al menos unos 15, cuando todavía la Colección Jumex tenía como sede la planta de la empresa en Ecatepec, una escultura monumental de Fischer, dos muebles atrapados en un choque imposible, una especie de escena de apareamiento solo posible en un comedor.
La obra de Fischer es así: equívoca, improbable y muy, muy divertida. Sus piezas son chistes escultóricos. Qué maravilla es reír en un museo, por eso recomiendo recorrer las exposición como si se tratara de un paseo, nada de «oh», «ah», «sublime», nada de fingir que somos espectadores/curadores amateur educados en el MoMA de Nueva York y Art Basel. O sea, es posible que se sea un espectador educado y apreciar Lovers, pero lo que quiero decir es que la exposición es atractiva para cualquiera que se presente con curiosidad y ganas de entretenerse.

¿Lovers es algo más que entretenimiento escapista? Seguro, es memorable. Uno puede pasar de la escenas como grandes esculturas de cera derritiéndose poco a poco es un acto que hace un homenaje al paso del tiempo (porque la idea es que se consuman como si fueran velas a lo largo de la duración de la exposición, que estará en el Jumex hasta septiembre).
Otras piezas, por ejemplo «Midnight», son más melancólicas: una silla antigua «proyecta» su sombra sobre la pared: la sombra está hecha de pintura; un robo artístico del alma del objeto. En «Skinny» un esqueleto se deposita lacio sobre una silla: es el triunfo de la vida sana. La cola de un perro asoma y se mueve feliz detrás de una despensa casera, uno se acerca y el descubrimiento es atroz: el alegre perrito es una máquina que ni siquiera recrea al animal completo, es apenas medio perro mecánico que no tiene ni cara.
¿Qué pasará por la mente gatuna del gatito que mira dentro de un horno en la tercera sala de la exposición? ¿Suicidios en la tienda de mascotas? Un montón de gotas gigantes ocupan toda una sección, la idea es que el visitante pase entre ellas como quien se moja en la lluvia. Son gotas azules y rosadas, lo que dota a la pieza de un espíritu de juego que recuerda la sensibilidad de una niña de quinto de primaria que dibuja la lluvia en la portada de su cuaderno de español.

Pero todavía más importantes son los enigmas de Lovers: ¿qué misterio nos depara el hoyito que nos recibe al principio del recorrido? Asómense, no hay pierde.
La mayor parte de la piezas que conforman Lovers son así, entre chistosas y escalofriantes. Parte de la exposición se llevará a las calles de la Ciudad de México, pues Jumex utilizará varios de los espectaculares que se usan comúnmente para publicitar los jugos de la empresa como lienzos para que Fischer plasme muestras de su arte. Y sí, asómense al hoyito.

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