Por Concha Moreno
Sucede que la cinéfila ñoña que va al cine para ver la nueva entrega de Animales fantásticos (ese alargue plácido y ladrón del universo de Harry Potter), se encuentra con los boletos agotados y se topa, en su lugar. Sí, The Northman está buena y es de verdad memorable.
The Northman, traducida en México de manera literal como El hombre del norte, es algo así como Hamlet, mucho como El rey león y tan metal que no queda duda que es un festival para el hombre heterosexual cisgénero que todos y todas llevamos dentro. También tiene mucho de He-Man, pues. ¿Se acuerdan, por ejemplo, de 300 de Zack Snyder, ese festival de salchichas que enaltecía a los espartanos de la guerra de las Termópilas? Piensen en The Northman como una versión vikinga de ese tipo de epopeyas masculinotas.

No es que no se supiera. Robert Eggers, director, es uno de los héroes no lo suficientemente reconocidos del cine contemporáneo. Antes de Northman, Eggers tenía en su haber dos buenas películas: La bruja, muy celebrada y considerada como una puesta al día del cine de terror, y El faro, que dividió criterios, pero a mí me gustó, no sin reconocer que lo mío no es el suspenso psicológico.
A ver, pues: lo que Eggers hizo fue rastrear el origen mítico de Amleth, el personaje del que Shakespeare escribió su tragedia más famosa. Un príncipe vikingo que tiene que lidiar con el asesinato de su padre a manos de su tío, el cautiverio de su madre y la pérdida de su reino. Muy lejos de casa Amleth, interpretado por un Alexander Skarsgård en esteroides, huye para convertirse en un guerrero lobo que roba villas, mata niños y vende esclavos.

Como debe suceder en este tipo de épicas, Amleth tiene su destino amarrado a los pies. Una bruja (Björk, sí, esa) le revela que no puede huir de su juramento de vengar a su padre y rescatar a su madre. Se nota que Eggers vio muchas veces El rey león: Fjolnir, el tío de Amleth, es idéntico a Scar, el león malo de Disney, la «muerte» del Amleth niño es idéntica a la de Simba y la decadencia del reino es la misma que asola a la Piedra del orgullo. Uy, y de nuevo todos los caminos llevan a Shakespeare; Hamlet en clave de metal épico —no es ninguna sorpresa que allá en Escandinavia el metal épico es lo que rifa, un género musical muy alimentado de las leyendas fundacionales de esos países.
Lo que hace a The Northman una cinta que merece la pena verse es su recreación casi operística, grandiosa, de la mitología nórdica. La fotografía eternamente crepuscular obra de Jarin Blaschke nos recuerda que hay historias que se cuentan mejor en la oscuridad, The Northman es una de ellas. En aquellas tierra da poco el sol, pues, y la mitología existe porque resuelve el universo en el que están unidas las fuerzas de la naturaleza y la capacidad simbólica que separa a los humanos de las bestias. Pero como la trama sucede en el tiempo precristiano de las tierras del norte de Europa, y por ello se nos permite pensar que hay más libertad a los instintos bestiales de los hombres primitivos. Ese choque está muy bien logrado.
Hay mucha sangre y tripas desperdigadas por doquier. Hay perros y caballos muertos, incestos (ya verán cómo se las rifa el personaje de Nicole Kidman), traiciones, sexo esclavo y rituales muy salvajes. Anya Taylor-Joy sale parcialmente encuerada y uno necesita dejar de pensar en lo que les huele el aliento a nuestros héroes.

Hay que verla. Dura poco más de dos horas y la acción es trepidante. Si no salen con ganas de tirar espadazos y morir en batalla para poder ascender al Valhalla, no tienen alma.
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