Por Concha Moreno
Me gusta ir a las librerías del Fondo de Cultura Económica últimamente. Tienen un apartado de remates que me suele hacer muy feliz, casi venden libros por kilo a precios muy bajos; por lo que cuesta un libro en, digamos, Gandhi se puede comprar diez en el Fondo. No es esto una zalamería a Taibo II, personaje que me da lepra, pero ah, qué bonito ir al Fondo estos días.
En una de mis visitas a la sección de remates del FCE me encontré una joya: un libro de artículos cómicos de René Goscinny, uno de mis héroes personales.
Nacido en Francia, pero criado en Buenos Aires (dos de las capitales de la historieta, por cierto), René Goscinny hizo su fama escribiendo guiones de tiras cómicas en revistas francesas clásicas del género como Pilote y Tintin.

Creo que ya he escrito aquí en La libreta sobre Goscinny, y si no, no sé por qué me he tardado tanto. Entre las glorias de Goscinny está el ser creador de Astérix y Obélix. Cuando yo era niña, por razones que no vienen a cuento, pasaba las tardes en una biblioteca pública haciendo la tarea y cuando terminaba, mi mamá me permitía ir a husmear por ahí a ver qué se me antojaba leer. En la sección de niños estaba una muy manoseada colección de las aventuras del poderoso galo chaparrito Astérix, el héroe que resiste frente a la invasión romana gracias a una pócima mágica —preparada por el dilecto druida Panorámix— que le permite ser un diminuto guerrero imbatible. Qué tardes gloriosas pasé con esos cómics. Aunque entonces no lo supiera ya era fan de Goscinny.
Luego ya de adulta, gracias a una recomendación de Francisco Hinojosa en un seminario de literatura para niños que tomé, me conseguí los libros de El pequeño Nicolás. Tan divertidos como son los cómics de Astérix, los libros de cuentos sobre la vida cotidiana de Nicolás y sus amigos son, para mí, la gran corona en la cabeza de cabellera rala de Goscinny. Solo un genio puede escribir como un niño. Nicolás es un niño de unos 8 años tan creíble, tan bien logrado, que uno solo puede concluir que René Goscinny siempre fue un niño de 8 años.

Y entonces regresamos al libro que me encontré en el FCE. Así como escribió libros y cómics humorísticos (no solo Astérix, también esas maravillitas que son Lucky Luke e Iznogud) , también era colaborador de periódicos en los que escribía su mirada cuidadosa, curiosa, del día a día. Esos artículos me recordaron lo que hacía nuestro Jorge Ibargüengoitia: observaciones sobre el ridículo mundo de los mayores, poblado por los señores solemnes que suelen querer decirnos cómo vivir. Así como Ibargüengoitia observa los absurdos de México, Goscinny pinta una Francia poblada por adultos confundidos y equívocos que parecen ir chocando contra la pared cada vez que dan un paso. Y con tales babosadas el humor se da casi solo.
El libro con el que me topé en el Fondo se llama Del panteón a Buenos Aires y es, para nuestra tristeza, muy delgado. Se lee a velocidad y con la carcajada rompiéndonos los tendones de la cara porque nos hace abrir abrir la boca grande, grande de la risa.
Entre otras observaciones de Goscinny, por ejemplo, está una muy chistosa (qué estoy diciendo: todo el libro es chistoso) sobre los hombres que se hacen a sí mismos. Siempre, dice Goscinny, los hombres exitosos están en algún momento solos, sin amigos, sin un peso… y luego deciden construir un emporio con la herencia que les dejó su padre, unos cuantos milloncitos que aparecen debajo del colchón de la buena fortuna. Por supuesto Goscinny lo cuenta más chistoso, pero captan la idea. Antes de que fuera tema de moda en Twitter, Goscinny ya hablaba de la cultura del privilegio sin ser regañón ni panfletario.

Del panteón a Buenos Aires es inmenso de principio a fin, de no creerse que alguien pueda ser tan divertido como si nada en esos artículos tan breves (seguramente al escritor le costaban mucho trabajo esos textos, pero la sensación de que lo hace sin esfuerzo es el equivalente de ver a un bailarín en pleno trance dancístico o escuchar a Frank Sinatra cantar) . Desgraciadamente el libro no es fácil de conseguir en México, pero en la librería Octavio Paz del FCE, en Coyoacán, hay una buena pila esperándolos. Yo que ustedes me apersonaba. Lleven mochila, hay muchos libros atractivos a precios tan irrisorios como los chistes de Goscinny.
Qué bonita reseña, me apunto para ir al Fondo de Cultura esta misma semana. Y para leer a Goscinny.
Me gustaMe gusta